Sueño Contigo
- Genre: Romance
- Author: Amaya Evans
- Chapters: 33
- Status: Completed
- Age Rating: 18+
- 👁 183
- ⭐ 7.5
- 💬 1
Annotation
ADVERTENCIA: ROMANCE ENTRE PROFESOR Y UNIVERSITARIA!! Amanda, una mujer guerrera desde el comienzo de su joven vida, creció en un orfanato y con mucho esfuerzo logró su sueño de ir a la universidad. Cuando choca con Duncan Taylor, un hombre muy seguro, soberbio y rico que además es su atractivo profesor, las cosas se tornan interesantes. Lo que comienza como una relación de rabia y humillación, se convierte en un romance apasionado y prohibido, rodeado de secretos, y malentendidos. La sombra de un pretendiente obsesivo y una ex-esposa despiadada en este torbellino de emociones, pondrán a prueba esta historia de amor que apenas comienza. ¿Podrán Amanda y Duncan encontrar el verdadero amor? Una historia que desafía las convenciones, donde cada página es un susurro intrigante y cada capítulo es una promesa de descubrimientos impactantes. ¿Estás list@ para sumergirte en "Sueño Contigo"?
Capítulo 1
Amanda estaba arreglando sus cosas para llegar temprano a la universidad. Era su primer día de clase en la UCLA y estaba feliz de haber podido entrar por fin a estudiar Diseño y artes gráficas, la carrera que tanto deseaba. Le tocaba correr porque de lo contario, llegaría tarde. Todavía no sabía cómo había podido entrar a la universidad, con un horario de trabajo como el que tenía.
Todos los días trabajaba en la cafetería desde bien temprano hasta la noche y los fines de semana también. Aunque el señor Alberto, su jefe le había dicho que la pondría de patitas en la calle, sino cumplía con el horario, había dejado que cambiara el turno del día por el de la noche, pero ya no sería tiempo completo sino, solo medio tiempo y tendría que buscar otro trabajo para los fines de semana, de otra manera no podría pagar la renta. No importa, pensó. Merecía la pena todo el esfuerzo, si más adelante podía convertirse en toda una profesional.
—Niña, otra vez pensando en pajaritos, ¡Date prisa!
—Ay Dios, tienes razón Caro. Ya Rory, me está esperando afuera—respondió afanada.
Rory, era su gran amiga del alma, y era la que la había convencido de entrar a esa universidad. Ella estudiaba allí con la ayuda de su padre y sus hermanos, que trabajaban muy duro, cortando césped en casa de gente rica, para que ella pudiera ser una Ingeniera con todas las de la ley.
—Muchacha, no has dormido nada. Me preocupas mucho.
—Es solo por hoy. El jefe me dijo que empezara enseguida el horario de medio tiempo y que de paso le hiciera el favor de quedarme en el turno de la madrugada porque la señora Rosa, estaba enferma.
— ¿Si tienes tiempo de cambiarte?
—Las clases comienzan a las ocho y son las siete, tengo el tiempo justo para entrar al baño y asearme un poco, cambiarme de ropa e irme volando.
—Bien, entonces hazlo ya.
Salió de la cafetería, con el tiempo justo para llegar a la primera clase. No tardaron mucho, ya que la cafetería quedaba más bien, cerca de la universidad.
— ¿Cuál es tu primera clase? —le preguntó Rory.
—Aquí dice que es Introducción al diseño—miró el papel garabateado.
—Bien, entonces tienes que ir primero a dirección porque te tienen que dar algunos papeles y tu horario completo de clases, ese que tienes en la mano, solo tiene unas pocas. No te puedo acompañar porque ya voy un poco tarde, pero nos vemos en dos horas en la cafetería. ¿Está bien?
—Sí, claro. Aunque si no llego es porque tenía una clase después de esta.
—Bien. —le dio un abrazo. —Amiga que tengas mucha suerte hoy.
Amanda sonrió.
—Sé que todo saldrá bien.
Cuando llegó a Dirección General, le entregaron cantidades de cosas y ella estaba un poco nerviosa porque ya eran las ocho y diez y todavía no había llegado a la clase. Corrió y preguntó a varias personas donde quedaba el salón de clases hasta que por fin dio con él. Abrió la puerta y entró rápidamente, para ver a cincuenta cabezas voltearse a mirarla. Dios que vergüenza. —pensó.
—Bue… buenos días. —dijo apenada.
Un hombre muy apuesto de unos 30 o 35 años, se le acercó sonriendo.
—Buenos días, señorita…
—Charles, Amanda Charles. —le devolvió la sonrisa.
—Señorita Charles, nos da mucho gusto que haya decidido usted visitarnos, porqué supongo que es una visita la que usted nos hace en este día, ya que son las ocho y veinticinco, y la clase comienza a las ocho en punto.
La clase se rió y ella llegó a ver algunos de los rostros burlones de sus compañeros, hablándose entre ellos, murmurando.
La sonrisa de Amanda murió en ese momento.
—Perdone profesor Blair, no sabía que era tan tarde.
— ¿No tiene reloj? O ¿No sabe usarlo?
—Sí, claro que se usarlo pero debía ir primero a buscar mi horario definitivo de clases y además…
—Por favor —le dijo levantando la mano, haciéndole saber que no quería escuchar más. —No son necesarias tantas excusas. Usted es bastante mayorcita para saber que debe llegar puntual a una clase en la universidad, porque esto ya no es la escuela, donde si llegan tarde, el único peligro es que los envíen de vuelta a casa. Aquí se viene a estudiar, a forjarse un futuro, y para eso hay que ser responsable.
—Discúlpeme nuevamente, no volverá a suceder—ella no sabía a donde mirar.
—Estoy seguro de ello. Solo fíjese en sus compañeros. Son bastante más jóvenes que usted y todos han podido llegar a tiempo.
Eso la desmoralizó. Ella sabía que era mayor para entrar a la universidad. No era vieja, pero una mujer de casi 26 años, se veía como una anciana a comparación de todos esos chicos que estaban en la clase. Ellos no tendrían más de 20 y el único problema que enfrentaban era el color o el diseño de la ropa que se pondrían ese día.
— ¿Cuántos años tiene señorita Charles? o ¿Debo decir señora?
—Señorita y tengo 25. —ella no tenía por qué decirle que en dos semanas cumpliría 26.
—Una edad en la que toda persona sabe que por educación y respeto, hay que llegar puntual donde quiera que se vaya. –le dijo mirándola como a un mosquito. —Le tengo que pedir que se retire señorita, ya que no ha venido usted a la primera clase, tampoco tiene derecho a hacer el primer examen.
Toda la clase comenzó a protestar.
— ¡Silencio! No sé lo que ustedes esperaban de esta clase, pero yo necesito saber el nivel de conocimientos que tienen en diseño y para eso debo evaluarlos. —se quedó pensando un momento y cuando volvió a hablar, solo fue para decirles—: Esa será la primera nota del semestre.
—Por favor, profesor Blair. —le dijo nerviosa. —Le prometo que no vuelve a suceder, pero no me quite la posibilidad de hacer el primer examen. Ese sería un mal comienzo para mí y de verdad necesito tener buenas notas por la beca.
Él la miró con desdén.
—Mire, señorita, la próxima vez que vaya a llegar tarde piense en esa beca, por lo pronto le aclaro que no soy el profesor Blair. Mi nombre es Duncan Taylor, soy el reemplazo del señor Blair, ya que él no va a poder asistir a esta clase durante un mes.
Ella se quedó fría. No solo había llegado tarde sino que para rematar, le había confundido con otra persona.
—Lo siento mucho, profesor Taylor. Mejor me voy. —le dijo sin poderlo mirar a la cara. En realidad no quería mirar a nadie, en este momento ella era el payaso del curso y así la conocerían de ese día en adelante. ¡Qué suerte!
—La espero en la siguiente clase, señorita Charles.
Ella se volteó a mirarlo y solo pudo asentir, si hablaba se pondría a llorar y no quería que se burlaran aún más de ella.
Salió de allí, corriendo y se chocó con una pared de músculos.
—Perdón, le dijo sin mirar.
Sintió que una mano la agarraba del brazo firme pero sin hacerle daño.
—Oye, espera. ¿Te hiciste daño?
Ella lo miró de soslayo y notó que un chico muy apuesto la miraba con curiosidad y algo de preocupación.
—No, no fue nada. —le dijo rápidamente. —Me tengo que ir, perdona el empujón.
— ¿Te sucede algo?
Ella solo negó con la cabeza y se fue.
*****
Amanda estaba sentada en la cafetería sintiéndose miserable, cuando llegó su amiga.
—Oye, ¿Qué pasó? —acarició su brazo.
Amanta le contó lo sucedido y no aguantó más. Se echó a llorar como una magdalena.
— ¿Pero tú no le dijiste, que te estaban entregando tu horario y que te demoraron?
—No me atreví, cuando se lo iba a explicar, el hombre casi me mata. Tenía mucha rabia, porque llegué a su clase tarde.
—Es un idiota, ya conozco ese tipo de profesores.
— ¿Qué voy a hacer ahora Rory? Esa no era la forma en la que yo debía empezar mis estudios, ahora nunca podré tener la beca. Solo imagínate el cero tan grande que tengo ya, como primera calificación.
—Pero Amanda, tú acabas de comenzar hoy, tienes todo un semestre para recuperarte de esa nota.
—No lo sé, ese profesor parece odiarme.
—No te preocupes, todos son así. La razón por la que existen es para hacerles la vida miserable a sus alumnos. —le dijo bromeando. —Todo pasará, ya verás que te vas a acostumbrar y estoy segura de que en poco tiempo, ellos verán la gran estudiante que eres.
Amanda le sonrió agradecida.
—Gracias amiga, siempre sabes cómo quitarme la tristeza.
—Para eso somos las amigas, querida. Siempre estamos allí, llueva, truene, o caigan relámpagos.
—Espero que no me odie durante todo el semestre.
—¿Quién? Tu profesor?
—Lo último que necesito es un profesor pesadilla que me haga reprobar.
—¡Por favor!! Eres demasiado exagerada, este es solo tu primer día, Amanda. Simplemente relájate. Verás cómo en unos días vas a reírte de este momento.
Capítulo 2
Mientras Amanda seguía en la cafetería intentando pasar ese mal rato que su profesor le había causado, siguió hablando con su amiga de diferentes cosas y estuvo tan entretenida que fue olvidando el asunto. Dios gracias en verdad por la suerte que tenía con una amiga que era prácticamente su hermana.
Rory siempre estaba allí para ella. Se conocían desde pequeñas, cuando la madre de Rory había muerto en un accidente dejando a su esposo, Don Miguel, sumido en una gran depresión y sin saber qué hacer con una criatura de meses y dos niños de cinco y siete años.
Don Miguel, tenía que trabajar y como no podía dejar a los niños solos, acudió a un buen amigo que era sacerdote en la iglesia de su barrio. Este le recomendó que fuera al convento de las hermanas Carmelitas. Ellas tenían un orfanato, donde cuidaban muy bien a los niños, pero estaban muy necesitadas de dinero y reparaciones en el lugar. Le dijo que tal vez podían ayudarse mutuamente y mientras él trabajaba, ellas le