Neverfield

En la oscuridad del bosque de Neverfield solo se escuchaban latidos desenfrenados del corazón, como si de tambores se tratasen, sollozos, lágrimas y desesperación, sin contar cada rama rompiéndose a cada paso que daba.

—¡No, no, no, debo huir, necesito irme! —Repetía una y otra vez aquel chico desesperado por huir a cualquier costo de ese lugar y desaparecer de la vista de su captor.

Las ramas siendo pisadas se escuchaban a kilómetros, para luego ser reemplazadas por el sonido de un fusil que se expandía por el vacío del bosque, dando señal de que el monstruo se acercaba a paso veloz como un león a su presa.

Un grito desgarrador recorría el bosque, pasos y pasos se escuchaban hasta las profundidades del bosque.

—¡No, maldición, no, por favor no me mates no! — Suplicaba aquel chico, mientras colocaba sus manos en su cara —No le diré nada a nadie, no vi tu rostro, por favor, olvidaré todo lo que vi, no debí meter mis narices dónde nadie me llamó.

Sus súplicas no fueron escuchadas ya que en cuestión de segundos se escucho el segundo disparo, luego un total silencio que helaría la sangre de cualquiera; poniendo fin a la corta vida de aquel animado y encantador chico de Neverfield, su sangre escurría por sus heridas y de su misma boca mientras daba sus últimos suspiros

—Ah —Sus pulmones se llenarían de sangre eliminando su única esperanza de vida, en aquel momento su vista se empezaría a nublar mientras escuchaba los pasos de aquel que era su verdugo.

Por su mente solo pasaba cientos de momentos como si de una película se tratasen, la primera vez que conoció a su amor platónico, aquella pelirroja de ojos verdes que lo hipnotizo desde el primer momento; su risa la cuál era música para sus oídos, su forma de vestir, su sonrisa, la bondad que la misma tenía y que tanto la caracterizaba, la amaba profundamente.

En el rostro de el chico se formo una media sonrisa, sabía que moriría en cuestión de momentos, pero eso no le quitaba lo feliz que fue.

Con sus últimas fuerzas movería su mano arrastrándola por las hojas llenando aquellas con su sangre, su cuerpo se tornaría pálido para al final su vista se perdería, ya su alma estaba bajo las dulces alas de la muerte.

Neverfield...

Pueblo donde las leyendas son reales

Dónde el peligro te acecha de noche y de día todo es brillante.

Donde el amor y las emociones fuertes están a flor de pie.

¿Alguna vez escuchaste sobre Neverfield?

El clima estaba bastante húmedo, las nubes comenzaron a tornarse levemente de un color gris claro dando indicios de que pronto llovería, alimentando así la reputación del pueblo acerca de prevalecer un ambiente triste y deprimente...

Todo lo contrario a aquel joven de cabellos castaños con tonos oscuros que conducía por la autopista.

Su velocidad era leve, las llantas de su auto rechinaban por lo resbaladizo que se había tornado dicha autopista, los vidrios de los retrovisores y parabrisas se veían empañados por la humedad que el ambiente poseía, pero aun así, su conductor no pensaba detenerse.

Cualquiera se sorprendería de ver un Mustang 69 andar por tal carretera, en un pueblo poco conocido, ya que, no era costumbre para los habitantes que allí se encontraban.

A dicho auto lo cubría un hermoso color rojo y aunque el mismo llevaba consigo ciertos rayones a su costado en la puerta izquierda dando una notoria referencia a un choque en el pasado era fácil de no