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La prisionera del rey alfa

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Annotation

La guerra entre los hombres lobo y los humanos terminó con la victoria de los hombres lobo y el gobierno del poderoso Rey Alfa, Kaiser Ironfur. Emilia Dunham fue una de las pocas personas que consiguió escapar, pero fue inútil, ya que su grupo fue descubierto pronto, separándola de su novio Lucas Blair. Emilia se convirtió en esclava en la mansión del rey Alpha y llamó su atención. Con el tiempo se hicieron amantes, pero Emilia seguía queriendo ser libre. Una noche, un ataque al centro gubernamental se convierte en la oportunidad perfecta para que Emilia escape de Kaiser e intente encontrar de nuevo a Lucas. Lo que Emilia no sabía era que sus noches con Kaiser le habían dejado mucho más que cálidos recuerdos. Pasan trece años, un grupo de humanos son capturados intentando matar a un hombre lobo, entre ellos alguien llama la atención del Rey Alfa. Emilia se ve obligada a regresar y enfrentarse a su pasado. ¿Qué hará Emilia cuando se reencuentre con Kaiser después de tanto tiempo, sobre todo después de haber dado a luz a su hijo sin que él supiera nada?

Una nueva era

Emilia estaba rodeada de sus amigos y familiares celebrando su decimonoveno cumpleaños. Su madre había encargado su tarta favorita y su novio Lucas estaba a punto de llegar. Todo era perfecto y Emilia no podía ser más feliz.

De repente, una sirena sonó a lo lejos, pero pronto se hizo más fuerte. El padre de Emilia se puso en posición de firmes, mientras su madre cruzaba corriendo el patio y abría la gran puerta del suelo. Emilia estaba desconcertada. Se oían gritos procedentes de la calle, pero antes de que Emilia pudiera ir hacia ellos y darse cuenta de lo que ocurría, su padre la tiró del brazo y la condujo al interior del refugio.

― Papá, ¿qué está pasando? ― preguntó Emilia mientras la arrastraban. Detrás de ella, sus amigas cogieron sus teléfonos móviles para buscar información. ― ¡Papá! ― gritó Emilia, y su padre la miró, con el rostro pálido, asustándola.

― Te lo explicaré dentro, ahora entra. ― se apresuró a decir Roberto, el padre de Emilia.

En cuanto el padre de Emilia cerró las pesadas puertas de madera, todos callaron. La tensión era demasiado grande para hablar. Por encima de ellos se oían ruidos fuertes, como golpes rítmicos que hacían temblar las paredes del refugio. Emilia se aferró al brazo de su madre hasta que todo quedó en silencio.

― Parece que se han alejado. ― dijo Roberto, sentándose en una silla plegable y respirando hondo. Emilia se acercó, arrodillándose frente a su padre.

―  ¿Quién se ha alejado? ¿Qué pasa, papá? ― la voz de Emilia era temblorosa, el miedo ya la embargaba, como a todos en el refugio.

―  Hija mía, creí que nunca tendrías que pasar por esto. Trabajé tantos años para que esta guerra nunca sucediera. — dijo Roberto con tristeza. Todas las miradas se volvieron hacia él y Emilia, y entonces el teléfono móvil de una de las amigas de Emilia empezó a emitir un mensaje de emergencia.

―  ¡Alerta de emergencia! ¡Ataque de hombre lobo! ―  Todos se reunieron alrededor del móvil, excepto Roberto, que estaba sentado con la cabeza gacha. ―  Esta es una llamada de emergencia a todos los habitantes de los pueblos que ahora están siendo atacados por hombres lobo. Pónganse a cubierto, no salgan de sus casas bajo ningún concepto; no se fíen de desconocidos, cualquiera podría ser un hombre lobo disfrazado; utilicen medios de comunicación seguros para mantenerse informados. Las autoridades están trabajando para controlar la situación. Se ha llamado a unidades especiales para poner fin a esta amenaza.

Nada más terminar el mensaje, un sonido resonó en el interior del refugio. Roberto se levantó y miró a su mujer y a su hija, con los ojos llenos de lágrimas, al darse cuenta de lo que le esperaba y de que su supervivencia no estaba garantizada. Sacó el pequeño aparato de su bolsillo y pulsó un botón rojo. Todos estaban tensos, mirándose unos a otros en busca de cualquier tipo de explicación.

Roberto abrazó con fuerza a su mujer Karol, como si fuera la última vez en que sentiría el calor de su cuerpo. Luego sujetó los hombros de Emilia, recordando al pequeño bebé que había tenido en sus brazos hacía exactamente diecinueve años. Muchas familias dependían de él y de su equipo en aquel momento.

―  Quédate aquí hasta que alguien venga a recogerte. Hay comida y agua para tres meses. ― Los ojos aterrorizados se posaron en Roberto, que sonrió con tristeza.

―  Esto tiene que ser una broma de mal gusto. ―  dijo uno de los chicos, amigo de Emilia en el colegio. Le temblaba la voz, pero intentaba mantener la compostura, creyendo que todo aquello era un completo disparate. ― Los hombres lobo no existen. 

―  Ojalá no existieran. ―  dijo Roberto, caminando hacia las escaleras que conducían a la salida. ― No salgas de este refugio. 

Con esas palabras, Roberto abandonó el refugio. El sonido de gritos y explosiones entró en el refugio y todos se alejaron.

Pasaron las horas, Emilia intentó ponerse en contacto con Lucas, pero no hubo respuesta. Las noticias seguían siendo confusas, pero todos decían lo mismo. Los hombres lobos salieron de los bosques y empezaron a atacar las ciudades. Al cabo de unos días, los países ya habían sido tomados y los humanos que no podían escapar eran mantenidos como esclavos.

Dentro del refugio, todos estaban cansados del encierro. Una de las amigas de Emilia no aguantó más tiempo encerrado, así que mientras todos descansaban, abrió la puerta del refugio para ver cómo estaba todo.

La casa de Emilia estaba destruida, los árboles habían sido arrancados y los coches estaban completamente calcinados en las calles. No se oía nada, solamente el viento soplando y las sirenas a lo lejos.

Antes de que la joven pudiera darse cuenta, una gran figura apareció frente a ella. Un lobo canoso del tamaño de un coche, con sus ojos amarillos mirándola fijamente. Sobresaltada, echó a correr hacia atrás, resbalando y rodando por las escaleras. Todos se despertaron sobresaltados y, al darse cuenta de que la puerta estaba abierta, intentaron esconderse, pero ya era demasiado tarde.

Las mujeres fueron encadenadas y llevadas a un gran camión militar. Hombres y mujeres, de rasgos fuertes y feroces, tenían ojos de un color inusual y caninos prominentes. A Emilia aún le costaba creer que todo aquello estuviera ocurriendo de verdad. Karol mantenía la cabeza gacha, evitando mirar a nadie. Sabía que si aquellos hombres lobo habían llegado hasta su refugio, significaba que su marido y su equipo habían fracasado en su misión. El dolor de su corazón era absurdo, pero Karol tenía que mantenerse firme, sobre todo por su hija.

Confundidas y asustadas, las niñas se sentaron juntas, llorando en silencio mientras el camión atravesaba la ciudad recogiendo más prisioneros. En las calles, los altavoces anunciaban que todos los humanos debían presentarse inmediatamente, si intentaban escapar serían ejecutados de inmediato. Emilia se atrevió a mirar a su alrededor, viendo la destrucción sin precedentes de la ciudad en la que había nacido y crecido.

Algunas de las mujeres del camión empezaron a agitarse, así que Karol tiró de Emilia y sus amigas para acercarlas. ―  ¡Malditas bestias! ―  gritó una mujer, con el rostro bañado en lágrimas, tras descubrir que su marido y su hijo, que habían sido reclutados para la guerra, no habían sobrevivido. ―  ¿Por qué no os quedasteis en el sucio agujero en el que siempre habéis vivido? 

Una mujer lobo se acercó, su presencia era tan fuerte que todos se encogieron cuando se acercó a la mujer que había gritado. Su cuerpo estaba cubierto de tatuajes y cicatrices, y sus ojos dorados transmitían su ira hacia los humanos, un sentimiento que arrastraba desde joven, cuando su padre y sus hermanos fueron masacrados por las fuerzas especiales, enviadas para aniquilar a cualquier criatura que se cruzara en su camino.

―  Tu aliento putrefacto me da náuseas. ―  la mujer lobo agarró la cara de la mujer humana, clavando sus largas y afiladas uñas en la carne de la humana. ―  Será mejor que cierres tu maldita boca antes de que te arranque la lengua.

El camión se detuvo, la mujer lobo salió arrastrando a la mujer, aún atrapada entre sus largas uñas.

―  ¿Qué estás haciendo, Nora? ―  Ryker, un hombre lobo fuerte, de largo pelo blanco y ojos rojos, se acercó. ―  Kaiser fue claro cuando ordenó que no se hiciera daño a ninguna hembra. ― Nora soltó a la mujer, que fue conducida a la cola que ya se estaba formando delante del camión.

Las mujeres estaban aterrorizadas, Emilia se aferró con fuerza a su madre al verse rodeada por todas aquellas criaturas. Su destino era incierto, el miedo de no saber qué le harían a ella, a su madre y a sus amigas crecía a cada paso. Dos hombres se acercaron y empezaron a separar a las mujeres en dos grupos. Tiraron de Karol y la llevaron con las otras mujeres mayores a otro camión, que partió inmediatamente.

Las miradas de madre e hija no se desconectaron hasta que el camión estuvo muy lejos. Karol sabía el destino que le esperaba, conocía a las mujeres que la acompañaban en aquel camión. Todas eran esposas de miembros de las fuerzas especiales.  Karol lloró en silencio hasta que el dolor, el miedo y la tristeza se fundieron y ya no sintió nada.

Emilia y sus amigas fueron conducidas al edificio que había sido el museo de la ciudad. Sus obras estaban destruidas, esparcidas por el suelo. Había muebles destrozados por todas partes. En algunos lugares había manchas de sangre que hicieron estremecer a Emilia.

Todas las jóvenes estaban en fila, algunas parecían más jóvenes que Emilia. Una a una, las llevaron a una habitación, algunas salieron y otras no. Entonces llegó el turno de Emilia. Ryker tiró de las cuerdas que ataban sus manos, haciéndola tropezar. Dentro de la habitación había una gran mesa de madera oscura, frente a la cual, apoyado despreocupadamente, estaba Kaiser, el Rey Alfa.

Kaiser era un hombre lobo fuerte, el más poderoso de todos. Gracias a su inteligencia y ferocidad, el ataque a los humanos había sido un gran éxito, lo que le había convertido en el Rey Alfa de aquella nueva era. Cuando Ryker le habló del lote de humanos que habían encontrado, Kaiser sintió curiosidad; después de todo, nunca había entendido cómo unas criaturas tan pequeñas y débiles podían resultar atractivas para algunos hombres lobo. Emilia, que temblaba de pies a cabeza, traducía exactamente lo que Kaiser había imaginado, pero también se dio cuenta de algo diferente en aquella pequeña humana. Emilia lo fulminó con la mirada, intentando ser discreta, pero Ryker le empujó la cabeza hacia abajo. Kaiser no dijo ni una palabra, solo hizo una señal con la mano para que Ryker se llevara a Emilia junto con los demás que había elegido. Emilia, a partir de ese momento, se convirtió en la esclava del rey Alfa.

A los ojos del Rey

Cansada, hambrienta, con el cuerpo dolorido por el mal transporte, Emilia estaba sola. Sus amigas habían sido enviadas a otro lugar, mientras que Emilia había sido llevada a una gran y hermosa mansión con otras jóvenes de su edad. Todos estaban asustados, nadie comprendía del todo lo que estaba ocurriendo ni cuál sería el futuro a partir de ese momento.

Pasaron los días y Emilia ya se había adaptado a la rutina de aquel extraño lugar. Le habían quitado todas sus pertenencias, incluido el teléfono móvil, dejándola completamente a oscuras en cuanto a noticias. La ropa que le proporcionaron era sencilla, camisetas blancas y vaqueros. 

Las mujeres trabajaban como sirvientas, ordenando la mansión y limpiándolo todo. Algunas intentaban escapar utilizando la noche como manta, pero era inútil. Emilia aprendió muy pronto de estas jóvenes que huir era condenarse a muerte. Lo único que tenía que hacer era mantener la calma y trabajar en sil

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