La Singular Melodía del Amor
- 👁 51
- ⭐ 7.5
- 💬 0
Annotation
Amor. Jamás pensé que comprendería el significado de esa palabra hasta que lo sentí. Lo sentí con ella y aunque no crea en esa palabra... sea lo que haya sido, me atrapó. ¿Por qué? Porque desde que la vi nada me parece más interesante. Porque desde que reímos por lo patético que es el amor me he preguntado si es lo que siento por ella. Porque desde del primer cruce de palabras supe que iba a costarme no terminar como nuestro epílogo. Porque desde que sonamos como notas en perfecta afinación creamos una línea melódica de la que no puedo escapar...
Chapter 1
¿Cómo puede el día tener únicamente veinticuatro horas? Mi día a día cada vez se hacia mas extenso y agotador. Agotada. Sí, sí lo estaba y apagada.Mis pies palpitan y sé que es culpa de estar todo el día parada detrás del mostrador. Pero no podía hacer mas nada. Era un deber laboral que exige.Suspiro ordenando las cajas de los productos nuevos, verificando que cada unidad esté perfecta y en buen estado. Nada inusual, acostumbro hacer esto a diario, mis párpados caen de por sí y mi espalda duele mas que ayer. ¿Podía alguien pegarme un tiro?Viva el humor negro.Soplo el mechón molesto que se escapa a todas horas de mi flequillo. Como odio a ese mechón. Un día de estos lo quemo. —¿Tienen cinta adhesiva? —oigo detrás de mí, giré, es la señora Stretched. Cliente fija del local.Le doy una sonrisa y estiro mi delantal rojo, me percato de que está sucio y lo sacudo, la cantidad de polvo que salió de el no me lo vi venir, literal, no me lo vi venir porque me espolvoreo hasta los ojos.¿Cuándo fue la última vez que lo lavé? Toso un poco, el polvo todavía está en el aire y para mi desgracia soy alérgica a todo lo que se me crucen excepto las nueces. Loco, ¿no? Pero así es.—Deberías de lavar mas seguido ese uniforme.—Sí —digo alargando mi jadeo desanimado—. Y sí, sí tenemos cinta adhesiva.No permito que el polvo ni la vergüenza que acabo de pasar dañen mi actitud, pero si hay algo que sí lo arruine todo y me ponga de un genio de m**rd*; eso es no recordar el lugar es ciertas cosas. ¿Dónde había puesto las cintas adhesivas?Oh, no. ¿En dónde?No entres en pánico, seguro están en la sección de papelería.Suspiro y le doy una sonrisa nerviosa a mi cliente antes de irme al almacén.—Ojalá que estés donde creo que estás. —me susurro preparándome para una larga búsqueda exhaustiva. Una caja.Dos cajas. Y tres cajas vacías. Nada de las cintas adhesivas. Nunca había odiado tanto a una cinta.¿Seguiría la señora Stretched ahí? Lo dudo. Llevo media hora desperdiciadas. —Diosito, te ruego porque la respuesta a eso sea negativa. —hablo con Dios muy a menudo.Voy de regreso, mas cansada que antes, trasnocharme no fue lo mejor y ahora lo siento en mis párpados pesados. Pero lo valió. Sonrío llegando a la recepción y no, la señora Stretched estaba ahí.¿No tiene una familia que alimentar? ¿Una casa en donde vivir? ¿Unos pies que bien les podían servir para irse? —Lamento mucho la espera, pero es más lamentable decirle que no encontré las cintas. —fuerzo una sonrisa apenada.Me devuelve el gesto, y asiente. —En la caja de allá, en el último estante. —indica un chico que ni le había visto entrar.¿De dónde ha salido? —¿Qué? —emito pestañeado, quizá el desvelo me ocasione visiones como las de un chico ardiente en mi tienda, porque era una visión ¿verdad?¿Una visión luce así de bien? No es que tenga mucha experiencia con estas cosas, pero Dios mío. Cómo se los describo en una sola palabra: Ardiente, o lo que puede apreciar arde. Al menos los tatuajes que escapan de la polera oscura son sexys, rodea el indicio de su cuello y cubren su hombro derecho, allí se desvanece. Oh, ya será que amo los tatuajes, por eso tengo dos, de hecho, he rechazado a varios chicos por no tener tatuajes, amo los tatuajes. Son como un requisito para considerar a un chico “Hot". No juego con eso. Sin tatuajes no hay nada. Su gorra limita a su cabello caer, es lacio, y largo, oscuro. Sus lentes no me dejan ver mas allá de lo que quisiera. No importa, estoy alucinando con lo poco que veo. Sus brazos son fuertes y no exagerados. Y lo robusto de su dorso queda expuesto gracias a la polera holgada.—En la caja de aquella esquina, en el último estante —repite creyéndome estúpida—. Y aprovechando la atención, ¿tienen discos de The Goo Goo Dolls?¿Goo Goo Dolls?Bueno esa no era la pregunta. ¿Cómo? ¿No es una visión? ¿Las visiones hablan?—Querida, el chico tiene razón —exclama la señora Stretched, que al igual que el desconocido (no-visión. Repito: NO-ES-UNA-VISIÓN), apunta a dicho lugar al que recae mi mirada—. Ahí están.Manejo mi cuerpo como un vehíc*l* directo a estrellarse al último estante. Y sucede. Lo miro. Y a pesar de que sus lentes notaron que me mira. Nos observamos. Me pongo nerviosa. Me sonríe. Y pasa. Me caigo, no, caer no es la descripción. Estampar mi cuerpo de forma patética contra el último estante, sí, eso pasó.Debajo de todas esas cajas que me han caído encima estoy bien, mucho mejor que estar viendo como ese chico se ríe de mí. Pero… PERO no oigo su risa. Solo oigo los zapatos de la señora Stretched rechinar contra el piso en cada paso. —¿Estás bien, querida?No quiero quitarme la caja de la cabeza, pero debo hacerlo.—Sí —le sonrío—. Solo fue un resbalón. Aquí está su cinta. —le extiendo la cinta, aún con rostro preocupado la toma. —Lo siento. —No tiene nada por lo cual disculparse. —organizo las cajas, me levanto. —Lamentos las molestias.Awww… y aún me duele el trasero.—Señora Stretched, para mí usted jamás será una molestia.—¿Segura que estás bien?Asiento.—¿Cuánto? —saca su billetera.—Ocho dólares.Saca cuatro billetes de dos dólares y uno extra de diez, los deja encima de la repisa.Frunzo mi ceño. —Son solo ocho. —espero que note el billete extra. —Esa es tu propina —me sonríe palmeando mi hombro—. Sr Frizplanck hizo un buen trabajo educándote.Solo esa mención hace que mi animo baje, literal, mi sonrisa cae.Mi padre. No la ha pasado bien estos meses, ha decaído más que en los años anteriores, llevándose con él mi vida, me preocupa mucho a donde pueda terminar si continúa así. Mi padre últimamente solo le ha importado algo, y ese algo le está costando su vida y su salud. El alcohol, es increíble que le importe mas cuentas botella de alcohol tiene en su reserva que cuantos regalos de cumpleaños me han faltado.—Bueno, muchas gracias, excelente servicio. —dice caminando a la puerta.Trato de recomponerme, pero no es fácil. Todo iba tan bien.—Que tenga un genial día, señora Stretched. —digo en la espera de que la campana de la tienda suene para estar sola. ¿Cómo puede un nombre estropearme el día? Y aún peor ¿Lo iba a permitir? No. No le daría el gusto a la vida de verme mal.—The Goo Goo Dolls. —leo la portada del álbum que está delante de mí.¿Cómo llegó esto hasta aquí? Detallo al grupo en la portada del álbum. Nunca le había prestado atención a este álbum.Ahí todo conecta y funciona. ¡El chico!—¿Los escuchas? —su voz es nueva, su vibra también lo es. Es más suelto, más fluido que hace unos momentos. Otea sus zapatos, unas converse negras. Buena elección. Pero si solo pudiera alzar su vista y poder ver su cara sería tan maravilloso. Quiero. Necesito verlo.No deseo ser impertinente ni imprudente, regreso mi vista a la portada del álbum. Hago mueca. No me gusta esa banda, solo hacen canciones sobre babosadas. —No, siéndote sincera no.Me arrebata del álbum.—Te lo pierdes. —No me pierdo de mucho. —replico convencida. —Entonces sí los has oído. —su voz se volvió dulce. Ame esa pequeña entonación melódica. De emoción.—Algo. —encojo de hombros, y me cabrea que no tengamos contacto visual.Detesto que no me vea.—Ten un buen día. —se despidió sin llevarse ninguna imagen mental de mí, y claro, sin álbum de The Goo Goo Dolls.De verdad que no era mi día ¿Qué onda contigo, jueves? Ya déjame vivirte sin problemas. Ah, ya recordé porque me va tan mal, estamos a inicios de febrero. F.E.B.R.E.R.O con F de Feliz no se puede ser. Resoplo y creo que lo mejor por hacer es organizar la tienda por tercera vez, quizá ese intruso revolvió todos los discos buscando esta basura. Ugh, como detestaba este tipo de bandas. Solo hablan de estupideces. Solo hablan de cosas que ni existen. Y como supuse el estante de discos está hecho un desastre. Genial, a parte de no comprar nada desarma todo.Ese chico es un caos.Mientras organizo por género los discos me doy cuenta de que… ya están organizados, pero por banda. Los de The Queen, The Beatles, The Rolling Stone. Todos organizados. Qué raro. Muy raro. Mi mente pasa a ocuparse en algo mas, como atender mi teléfono. Y debido a la persona que llama no va a ser agradable. —Buenos días. —descuelgo mirando el álbum aún en mis manos. —Debes venir a mi trabajo hoy.Frunzo mi ceño. —¿Porqué debería? Si no quiero ir. No puedo ir. Listo.—No preguntes, solo ven ahora mismo. —No pienso... —me corta la llamada, me deja hablando sola.En momentos como estos echo de menos ser hija única.Respiro profundo, pongo en uso mis auriculares y confío en que una buena rola de Radiohead me hará feliz durante tres minutos. Ubico el álbum en su lugar y… siento ganas de oírlo, aunque sé que no me gustarán. Retiro mi delantal sucio, cojo mi bolso y patineta. Cruzo la puerta, cierro la tienda y mas que lista como Dora para la aventura. ¿Una aventura?¿Ir al hospital en donde trabaja tu hermana se asemeja a una aventura? Ni un poquito, pero se puede ser optimista el día de hoy.Sonrío poniendo mi pie en la patineta. Veo la acera vacía, lista para que yo las divida con sus ruedas. Doy replay a End of the day de One Direction, un genial tema para disfrutar del día. No son los únicos que al saberse la canción la bailan como si fuéramos parte del videoclip, yo también pertenezco a ese 0,001% de las personas que se creen cantantes, pero no tienen talento. Pero ¡Ey! Se vale soñar despierto. Desplazo la patineta es ondas zigzagueadas, al ritmo de la canción. Me encanta tararear lo poco que me la sé, chasquear cada melodía que me hace vibrar, mover mi cuerpo junto al bajo. No pierdo el rumbo, mi playlist sigue marchando y las calles voy pasando. El hospital no queda tan lejos, para mí sí. Es un acontecimiento histórico que haya llegado tan lejos sin poder bostezar o querer regresarme. La fachada del hospital salta a mi vista y desacelero mis impulsos, bajo de la patineta, la meto en mi bolso, estoy orgullosa de que sea tan grande como para meter a un gato en el. Me quito los auriculares a la vez que pauso la playlist.Llegamos a nuestro destino.Reviso mi apariencia.Mis ojos recaen en mis zapatillas nuevas, les pongo mala cara. Son eso, nuevas. Intactas, limpias. Arruinan mi flow. ¿Por qué no opté por mis converse amarillas con dibujos? Ah, cierto, no sabía que vendría obligada al hospital. Prosigamos.Pantalones negros lindamente rasgados. Camiseta de uno de mis grupos favoritos. Es decir. Los The Beatles. El logo está un poco desgastado, pero lo amo, le da un toque vintage. ¿Vintage? ¿En serio pensé y dije Vintage? Niego, avergonzada.—Ya te pareces a Kenia. —me farfullo bajamente.Mi camisa no es Vintage, es… mediocre. Exacto. Alzo el mentón convenciéndome de ello. Soy mediocre, y eso me encanta.Soy tan mediocre que podría insultar a un guardia. Tan pero tan mediocre que… Puf, podría hasta robarme esa moto. Aguarda. ¡Que moto!¿En dónde está el dueño? Para proponerle matrimonio. Que sortija. Yo quiero esta moto. Le silbo. Dios, le rezo. No, ya estoy exagerando. Mejor arreglemos esa oración. Dios, le rezo para que me bendiga con una así o similar.Viste, todo tiene solución. —¡Ariana! —una voz que rompe mis tímpanos.Giro despacio y realizo una sonrisa. —También me alegra verte, hermana. —Sí, sí, eso —masajea su cien, el trabajo debe de ser muy duro—. Sígueme. —Sí, mi comandanta.Obedezco. —¿Qué debo hacer? —pregunto cuando lleguemos a una sala.Nos adentramos, está desocupada. —Algo fácil: esperar aquí.—Me explicas el porqué. —tomo asiento en la primera silla que forma un círculo. —Es por tu bien.Me asusta la pizca de miedo que vibra en sus cuerdas vocales. ¿A que le teme? —Me estás preocupando, hermanita. —Espérame, volveré en cuanto termine el turno ¿Ok?—No ok, además, no lo sé, Rick. —hago mueca de no estar muy segura.—¿Rick?—Sí, él de los memes —explico, no entiende de que hablo—. Olvídalo. Una pregunta: ¿por trabajar aquí no te dan descuento en la cafetería? —Ya te traigo unos beagles. Le sonrío. —Con un expreso bien cargado. Asiente y advierte por última vez. —No salgas de aquí. Asiento sacando mi cuaderno de notas y acordes. Me reconecto con la música y dejo que mi vibra fluya. Amo esto, sentir los acordes, sonreír a cada entonación melódica de la guitarra y mover mis pies al son de la batería. Amo los solos de batería. Veo las últimas ideas en mi libreta, son un desastre. Lo vuelvo a cerrar junto a mis ojos. Estoy cansada, mi energía fue absorbida por el programa de radio de anoche. Fue épico pero agitador. La silla no es la más cómoda, pero se siente como un buen sitio para dormir o descansar. Y descanso. Dejo de pensar en que cosas tengo por hacer, en que problemas debo resolver. Dejo de pensar. Solo existo. Entonces algo toca mi cara, me hace cosquillas, me restriego el rostro y caigo en cuenta de que… no estoy sola, cuando hace muy poco lo estaba. ¿De dónde ha sacado estas personas? ¿Cuándo llegaron? ¿Porqué el chico a mi lado se ve tan bien con su ceño fruncido? ¿En serio me dormí en un hospital, peor aún en una silla? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy? ¿QUIÉN SOY?Mejor dejo el drama y me desaparezco. Tomando mi libreta veo por fin lo que chocó con mi cara, una bola de papel. La arrojo al suelo y una voz me solidifica.—Vida —decía una mujer con aires de Aristóteles, en su persona, Aristótela—. La vida puede definirse como nuestro período de tiempo o duración aquí en la tierra. Desde que nacemos vamos siguiendo las fases que la sociedad nos dicta. Nacer, respirar, desarrollarse, procrear, evolucionar y morir. Pero ¿Ha tenido algún sentido estar por aquí? —pausa dramática—. Vivir es la magia que le da la razón a nuestra existencia y nos otorga la satisfacción de vibrar al lograr lo que deseamos. Lo que le da sentido a la vida es nuestro propósito en el mundo, la razón tras nuestra existencia. Y ustedes —nos inspeccionó a cada uno—, ¿conocen el propósito de su vida?Silencio épico.Sonrío por no ser la única perdida en el mundo. —Eso pensé —siguió Aristótela—. Mi nombre es Samanta, soy la psicóloga del hospital y les doy la bienvenida a mi grupo de apoyo. ¿Gru-po de A-po-yo? Mi hermana no puede es tan bitch como para hacerme esto. Oh, por supuesto que puede. Ya valí.Otra bola de papel cae en mi cara. Y ahora sé quien es él lanza porquerías. El chico que les pregunté por qué se veía tan bien con su ceño fruncido, pues retiro la pregunta, es insoportable, siquiera verse bien lo salva de serlo. ¿Porqué no me voy? ¿Porque quiero quedarme? —Buenos días. —escuché decir a la mayoría.—Mi grupo de apoyo tiene una a duración de un año. Su única actividad será un proyecto en pareja.... —la palabra pareja deshizo el enlace de su mensaje a mi receptor. Mejor llevemos nuestra mediocridad a otro lugar.—¿Tan poco aguante tienes? —me sonríe burlón, continúo guardando mis cosas en mi bolso, no le contesto—. Ariana, puedes tener intentarlo una vez en tu vida.Ahí le veo. —¿Cómo sabes mi nombre? —¿Qué haces aquí? —¿Porqué hablas como si me conocieras? —¿Y si en verdad te conozco?La voz de Aristótela, digo, ahora con respeto, la voz de Samanta se hace oír más cerca. —Deberán aprender, conocer y saber lo más que puedan sobre su compañero, además deberán ayudarse mutuamente para descubrir su propósito en este mundo, esto con la finalidad de fomentar la empatía y fortalecer lazos afectivos. —asignó Aristótela, a la chingada el respeto, nunca fue ni será lo mío.Vamos a intentarlo. Seamos audaces y tomemos a la vida por sus cojones. Sin embargo, hay algo que me obstaculiza. Contar mis problemas a los cuatro vientos, a estas nueve personas. Quebrarse en público no es ni un poco bueno para los optimistas, yo ni soy optimista, demostrémoslo.—¿No nos vamos a presentar, contar historias tristes y deprimentes para terminar llorando? —pregunto sarcástica, cruzando brazos. Mi sarcasmo es bien recibido. Samanta me sonríe.—Cada uno de ustedes está aquí por razones íntimas y privadas, no voy a atosigarlos ni obligarlos a que las cuenten, el hecho de que haber venido de forma involuntaria me es suficiente. En cuanto a sus prestaciones solo digan sus nombres el resto lo harán al finalizar el proyecto, las presentaciones serán invertidas, es decir, su compañero dará a conocer los datos recopilados en su investigación y viceversa. ¿Entendido?Me parece aceptable. Apoyo esto. —Sí. —grita el resto, yo solo asiento.El chico a mi lado carraspeo muy fuerte, repentinamente todas las miradas me apuntaban. ¿Qué?Fruncí el ceño, no entendía nada. —Tu nombre. —me susurra el tedioso chico.—Ariana. —me presento cruzando brazos. Todos se fueron presentando de acuerdo al orden en el que estaban sentados. Y la verdad no les presto tanta atención. Quiero salir de aquí, pero necesito quedarme por mi hermana. Por mi hermana, no vayan a pensar que es por el chico molesto a mi costado, Nick, creo que se llama. —¡Bien! Ahora elijan a su pareja definitiva para realizar su proyecto. —ordenó con entusiasmo, Samanta.¿Pareja? Ya valí otra vez. No me pienso mover ni buscar pareja, si hacia el proyecto como la chica solitaria que soy es mil veces mejor que hacerlo con otro ser humano molesto.Una mano abierta en la espera de una buena estrechada se hace notar delante de mí, sigo el camino que me da esa extremidad alcanzada a conocer a quien le pertenece. Me sonríe. Frunzo mi ceño.—No. —dije secamente cruzando brazos, negándome a aceptar su mano.—¿Porqué no?—No recuerdo tu nombre. —ladeando mi cabeza, enarco una ceja, le miro mal.¿Odiosa? A mucha honra.Me sonríe y empiezo a hacerle un examen psicológico, quizá le diagnostique algún trastorno.—Nick —menciona su patético nombre que le hacen competencia a su patética sonrisa encantadora—, alias el chico más guapo que has visto.Diagnóstico: Delirios.Me retuerzo de la risa. ¿Él? ¿El chico mas guapo? Tenía sus encantos, pero no me gusta los chicos que caen peor que la migraña. Y él era uno de esos. No veo la mas mínima posibilidad de ser siquiera su amiga.—O el loco que se fugó del manicomio.—Aún no he perdido la cabeza. —dice y se me une en eso de "reírse de lo patético".Paro de reír, no quiero compartir ni la risa con ese tipejo. —Sí, eh, Nick —digo iniciando mi discurso de “No eres tú, soy yo" pero me interrumpe.—Seremos un gran equipo. —se voltea a Samanta con una gran sonrisa.—Harán un buen trabajo. —confía Samanta. Yo sigo fría analizando lo que acaba de pasar. ¿Cuándo acepté? ¿Porqué aún sigo sin querer irme? ¿Qué tiene Nick que me intriga a quedarme?
Chapter 2
—No somos un equipo. —es lo primero que le aclaro.Él me sigue observando como si mi cara estuviera llena de cosas interesantes. —Ok. —acepta, no me está escuchando. —No debí haber venido. —mascullo levándome de la silla, engancho el bolso en mi hombro, empiezo a caminar ágilmente a la salida. Aristótela me llama, la ignoro. Cruzo las puertas.—A donde te vea te mato. —bisbiseo, muy enojada con mi hermana. ¿En qué pensaba? Avanzo por el pasillo llevándome por los hombros a todo el que me tope, a fin de cuentas “atravesados". Y quien más que yo para quitar gente del camino. Me gustaría contarles que voy rumbo a la salida del hospital. Me gustaría, sin embargo, mis pies me guían hacía sala de urgencias, mi hermana está de turno ahí, y me va a escuchar, así como me llamo Violeta. Pero si te llamas Ariana.Por eso, no me va a escuchar, solo derrocharé saliva y furia. —Oye. —su voz