
La amante del demonio
- Genre: Paranormal
- Author: Edgar Romero
- Chapters: 127
- Status: Completed
- Age Rating: 18+
- 👁 349
- ⭐ 6.5
- 💬 10
Annotation
Yuliana se siente perseguida por un hombre horrible y espectral que desea hacerla suya y engendrar a su hijo para que se convierta en el príncipe de las sombras. La vida de ella, entonces se torna un infierno, padeciendo de delirios, persecuciones y acosos, evitando que se enamore de otros jóvenes y pueda llevar una vida normal y feliz. Yuliana, sin embargo, no renunciará en sus deseos de ser feliz e intentará con todas sus fuerzas vencer sus miedos y angustias enfrentando toda suerte de sufrimientos y peligros y lo desafiará todo, rehuyendo a su condición de elegida. Esas fuerzas ocultas, entonces, intentarán seducirla de mil maneras a través de trampas eróticas, juegos de seducción, amor fingido y mostrando mil caras con el mismo propósito de preñarla. "La amante del demonio" es una novela audaz, intensa, pletórica de intriga y suspenso y de mucho amor y romance, que mantendrá atrapado al lector de principio a fin.
Chapter 1
Lo vi bien. Él estaba allí agazapado, con la mirada fiera, los ojos amenazantes, afilados y la sonrisa hueca y amarillenta. Me miraba como si lanzara rayos de sus pupilas y sentí horribles arcadas, mucho miedo y angustia y quise salir corriendo, escapando de esa sombra que seguía mirándome, deleitándose con mis caderas grandes, las piernas torneadas que *p*n*s cubrían la minifalda y los pelos que me resbalaban a los hombros como cascadas. Quise evadir su mirada penetrante y encendida como fuegos, pero él me imantaba pese a que me revolvía el estómago y que tuviera tanto pavor. Era grande, corpulento, su rostro parecía quemado, hecho carbón, chamuscado y me veía espantada sus huesos despellejando la piel, flotando en su cuerpo desgarbado, y que le daban una apariencia famélica, gastada y escalofriante. De repente me sumí en el pánico y quería escapar pero era como estar en un callejón sin salida que me empujaban hacia él, sin poder esquivarlo ni huir de las luces que salían de los cavidades vacías de sus ojos.
-Hola, Yuliana-
No lo voy a olvidar nunca. Esa fue la primera vez que lo vi y quedé demasiado pasmada e impactada y es el peor recuerdo que guardo en mi memoria, una imagen tétrica y fantasmagórica, oscura, y aún lo siento en mi busto como un clavo ardiente, que me provoca repulsión, miedo, pánico y terror. Aquella era una tarde fría y oscura, tan horrible igual lo era él. Había un viento insolente y soez que me abofeteaba, jalaba mis pelos y saboreaba, también, mis labios, con desenfado, atrevido y soez. El céfiro alocado se estrellaba en los ventanales y las puertas de edificios y casas y tiendas y ese tamborileo y campanadas me parecían tan horripilantes como lo era ese hombre desvalido, lívido e impávido que me miraba. Él apareció de repente, cruzándose en mi camino, atajando mi paso rápido porque todo era muy feo y yo quería correr.
-¿No me vas a saludar, Yuliana?-
Había poca gente, además, muy pocas, embozadas en capuchas, hombres y mujeres escondidos y metidos en sus hombros, apurados, indiferentes e incrédulos que trataban igualmente de escapar al viento alocado, rebotando en los vidrios y las tablas y que no dejaba de despeinarme y acariciarme, filtrándose bajo la falda, queriendo apropiarse de mis encantos. Eso me parecía. Yo también trataba de huir de ese tormento, pero sentía mis tobillos encadenados a las paredes despintadas, grisáceas y gastadas. Mis hombros pensaban como plomo y percibía mis manos caerse, derretirse y de pronto mi corazón latía de prisa, alocado, rebotando igual a una pelota en mi busto, convertido en un caballo desbocado.
-Te amo, Yuliana-
Me volvió a mirar con esos ojos profundos encendidos, incendiados, de unas llamaradas intensas que parecían calcinarlo todo, incluso mi ánimo y mi aflicción, mi propia angustia y mis miedos, porque eran hipnóticos y me obnubilaban, envolviéndome en una neblina muy densa que, sin embargo podía palparla, asirme en ella. Sonreía y su risa era tan horrible como la tarde fría y vacía, como el viento rebotando en todo sitio y el cielo gris y encapotado que envolvía la ciudad haciéndola irrespirable. Se inclinó y sentí su aliento ebrio, sin duda había estado bebiendo ron barato y eso me turbaba aún más. Miré a los lados buscando refugio o amparo en la otra gente pero ellos también escapaban, huían desesperado no sé si de él o de mí o de la tarde o del viento o al vacío, lo ignoro, pero todos escapaban dejándome sola
Él era alto, enorme, como un cerro, la nariz afilada parecida a una cimitarra, los pómulos salidos y las impertinentes caries de la mayoría de sus dientes llenos de sarro que aparecían en la risa tétrica, mientras me miraba y se divertía con mi aflicción, queriendo huir, pero mis pies no respondían, me pesaban demasiado y de remate, mi garganta estaba anudada en medio del cuello, ahogándome. Trataba de esquivarlo, evadirlo, pero era tan enorme que no me daba salidas. Sus brazos grandes me tapaban los escapes.
-No sé quién eres, no me moleste por favor-, le respondí intentando alejarme, porque me asustaba mucho y yo estaba segura que me iba a atacar, veía esas intenciones en sus ojos prendidos como focos, la sonrisa podrida por las caries y el rostro huesudo, los pómulos muy salidos y afilados. Yo no tendría posibilidades con él, lo único que podría hacer era gritar pero tenía la garganta hecha un horrible nudo que me amordazaba y ni siquiera podía llorar.
-¿Por qué no hablamos? Yo no te haré nada, vamos a tomarnos un café, comer tostadas, tú me gustas Yuli, eres linda, muy dulce y me gustan tus ojos, tu risita, tu pelo rubio y largo, tu mirada celeste, todo me gusta de ti--, me dijo y eso me dio aún más pánico.
Pude al fin correr. Logré esquivarlo, haciendo una finta, debajo de sus grandes brazos. -Ven, ven, Yuliana, ven-, se quedó él diciendo mientras yo corría de prisa, huyéndole. La tarde se volvió aún más tétrica y el viento se tornó mucho más violento. La neblina se hizo el doble de tupida y me estrellaba con el apuro de las otras personas, dándonos de empellones, impidiendo que pudiera escapar de ese hombre. Él se venía atrás mío, con sus largos trancos, como si saltara lingo. Sus piernas parecían alambres estirándose tanto que parecía alcanzarme.
Y grité, grité muy fuerte, aterrada, sumida en el pánico, me jalé los pelos desesperada porque él me iba a dar caza, sentía su aliento a ron, las llamas de sus ojos incendiaban mi espalda y su aliento caliente, demasiado afiebrado, quemaba horriblemente mi espalda.
-¿Qué le ocurre, señorita?-, me miró un policía tan o más alto que el sujeto que me perseguía. El oficial tenía lentes oscuros, llevaba el rostro adusto y puso su mano en mi hombro. -¿Alguien la está molestando?-, me insistió cuando me vio aterrada y pasmada, con mis ojos desorbitados y los pelos en punta como las púas de un puerco espín.
-Ese tipo me persigue-, le dije llorando, trastabillando con mi miedo. El policía miró las calles vacías. de pronto no había viento ni gente apurada ni neblina ni la tarde estaba fea y el cielo estaba despejado e iluminado. -¿Quién?-, me preguntó.
Quedé boquiabierta. El tipo había desaparecido, pero yo sabía que era el demonio.
Chapter 2
No fue la única experiencia horrible que tuve. Cuando tenía cinco años me perdí en un concurrido centro comercial. Eso no lo puedo olvidar. Un hombre largo y muy feo primero atacó, de improviso, a mi madre. Le dio un empellón, la tumbó al piso y luego quiso agarrarme a mí, -ven, mi amo te llama, te necesita, te quiere-, dijo, incluso, estirando sus manos peludas tratando de tomar mis manos. Entonces mi mamá furiosa le hundió sus uñas en la cara de ese sujeto haciéndolo aullar muy horrible. Asustada eché a correr en medio del tumulto y la intensa vocinglería que se desató de repente por el escándalo. El tipo era desgarbado, huesudo, también, y su pelo parecía un escobillón sucio, tenía los ojos rojos y trataba de golpear en el suelo a mi madre. Espantada y llorando a gritos, seguí corriendo y de pronto estaba rodeada de espejos grandes que me dibujaban de diversas formas, horripilantes, garabateando mi cara de mil formas. Yo miraba a todos lados y habían más y más dibujos míos deform