
El Alemán
- Genre: Billionaire/CEO
- Author: Mara Caballero
- Chapters: 128
- Status: Completed
- Age Rating: 18+
- 👁 451
- ⭐ 9.6
- 💬 55
Annotation
Hans Müller es un millonario solitario, marcado por la desconfianza y una vida de secretos. A regañadientes, asume el control de uno de los hoteles de su familia, no por voluntad propia, sino debido a un chantaje de su hermano mayor, Heinrich Müller. En medio de la tensión familiar, Hans descubre que Emily, una candidata para un puesto en el hotel, es rechazada por no cumplir con los estándares de apariencia que exige el establecimiento. Desafiando a todos, especialmente a la estricta Anne Dubois, Hans la contrata como su asistente personal. Todo parece estar bajo control hasta que una noche, Emily desaparece sin dejar rastro, desatando las alarmas en Hans. Desesperado, moviliza a su equipo de seguridad y la encuentra en una situación que lo deja sin palabras. Desde ese momento, su instinto protector se despierta, decidido a mantener a Emily a salvo de cualquier amenaza. Pero mientras lucha por protegerla, Hans comienza a descubrir que los negocios de su familia ocultan peligrosos secretos que podrían poner en riesgo todo lo que ha conocido.
Prólogo
Emily había vivido toda su vida en ese pequeño y pintoresco pueblo, rodeada de montañas y bosques que conocía como la palma de su mano. Desde joven, había trabajado como guía turística, mostrando a los visitantes los secretos mejor guardados del lugar. Su carisma natural y su disposición para ayudar a los demás la hacían muy popular entre los turistas, pero esa misma amabilidad había comenzado a ser malinterpretada por algunos.
Todo comenzó un día normal en el que Emily dirigía un recorrido por las ruinas históricas del pueblo. Entre los turistas, había un hombre que llamó su atención. No era por su apariencia, sino por la intensidad con la que la observaba. Al principio, Emily lo tomó como una curiosidad típica de alguien que se interesaba en la historia del lugar, pero pronto sintió que había algo más en esa mirada, algo que la inquietaba.
Esa noche, el hombre fue al bar del pueblo. Sentado en una esquina, escuchó a un par de jóvenes que charlaban animadamente. La conversación tomó un giro cuando uno de ellos mencionó a Emily.
―Es bonita, ¿no crees? ―dijo uno de ellos, dando un sorbo a su cerveza.
―Y además, virgen ―respondió el otro con una sonrisa maliciosa.
―Sería un buen trofeo para cualquiera.
El hombre en la esquina del bar, al escuchar esto, sintió que algo en su interior se encendía. Emily, con su amabilidad y su pureza, se había convertido en un objetivo para él. La idea de conquistarla, de ser el primero en poseerla, lo obsesionó desde ese instante.
Emily cruzaba el bosque a toda prisa, su corazón latiendo desbocado. Tenía la ropa rasgada y la piel marcada por los intentos de defenderse. Sus uñas, antes perfectamente cuidadas, ahora estaban rotas, y solo llevaba un zapato; el otro, no supo en qué momento lo había perdido. No podía detenerse a pensar en nada más que en alejarse lo más posible de aquel lugar, de aquel hombre.
Cuando por fin llegó a su cabaña, ubicada en las afueras del pueblo, sabía que su vida había cambiado para siempre. La habían visto con él, y sin duda, al amanecer, el pueblo entero estaría hablando de ella. No importaría cuán fuerte o valiente hubiese sido, los rumores se esparcirían como el fuego, destruyendo su reputación. En los ojos de todos, sería ella quien habría cedido, la que habría fallado, la que había dejado de ser pura.
Con desesperación, Emily se metió a la ducha, queriendo borrar todo rastro de lo que había sucedido. El agua caliente caía sobre su piel, pero no lograba quitarle la sensación de suciedad. Su cabello castaño se pegaba a su piel pálida, y sus ojos, enrojecidos por las lágrimas, seguían viendo las imágenes de ese terrible momento una y otra vez. ¿Por qué a ella? ¿Por qué había tenido que pasarle esto a ella, que siempre había sido tan cuidadosa?
Emily sabía que no podía quedarse. Tenía que irse antes de que el sol saliera y todo el pueblo estuviera al tanto. Se cambió rápidamente y comenzó a empacar en una maleta deportiva. Estaba a punto de cerrar la cremallera cuando escuchó un golpe en la puerta. Su corazón se aceleró, y se tensó al instante. Buscó a su alrededor y agarró el objeto más cercano para defenderse.
Al oír su nombre, reconoció la voz de su mejor amiga, Sarah. Emily dudó un momento, pero luego corrió a la puerta. Al abrirla, vio el rostro preocupado de Sarah.
― ¿Qué ha pasado? ―preguntó Sarah, escaneando rápidamente a Emily. ― ¿Dónde estabas? El grupo llegó a excepción de ti.
―No es nada, solo que no me sentía bien ―mintió Emily, intentando cortar la conversación.
―No me mientas, Emily ―respondió Sarah empujando la puerta y entrando en la cabaña. Cuando vio el desorden, sus ojos se llenaron de sospecha. ― ¿Por qué está todo esto así? ¿Qué ha pasado?
Emily sabía que no podría ocultarle la verdad por mucho tiempo, pero no quería que su amiga se involucrara en su desastre. Debía alejarla.
―Estoy arreglando mi habitación, Sarah. Por favor, podemos hablar mañana.
Sarah la miró fijamente, cruzando los brazos.
―Emily, sé que algo no está bien. Has llorado. ¿Qué ha pasado?
Emily, desesperada, inventó una mentira.
―Es que me llamaron de New York ―dijo rápidamente. ―Tengo que irme mañana.
Sarah se sorprendió al escuchar esto. Sabía que Emily soñaba con irse a la ciudad, pero no esperaba que fuera tan de repente.
― ¿Cuándo te llamaron? ―preguntó, incrédula.
―Hace una hora, por eso vine aquí, a empacar.
― ¿Y ya se lo contaste a tus padres?
Emily negó con la cabeza.
―Lo haré en un rato.
Sarah asintió lentamente, aceptando la explicación a regañadientes.
―Bueno, entonces te deseo lo mejor ―dijo finalmente, dándole un fuerte abrazo. ―Llama cuando llegues, ¿de acuerdo?
―Lo haré ―respondió Emily, tratando de mantener la compostura. Cuando Sarah se fue, Emily volvió a llorar. Sabía que esa mentira sería el principio de su nueva vida, una vida que no había elegido, pero que ahora tenía que seguir.
Escribió una carta a sus padres, explicando brevemente lo que les había dicho a Sarah, que se iba a New York por una oportunidad de trabajo. No podía darles detalles; cualquier cosa que dijera solo levantaría más sospechas.
Con la carta en mano y su maleta en la otra, salió de la cabaña y se dirigió a la casa de sus padres. El camino se le hizo eterno, y cada paso era un recordatorio del dolor físico y emocional que cargaba.
Cuando llegó, su madre estaba abriendo la puerta de la casa.
―Emily, ¿Qué haces aquí tan tarde? ―preguntó, extrañada. ― ¿No estabas trabajando?
―Mamá, me han llamado de New York. Tengo que irme ahora ―dijo Emily, luchando por mantener su voz firme.
Su madre la miró con sorpresa y luego a la maleta.
―Eso es tan repentino. ¿Estás segura? ―preguntó, con el corazón apretado.
―Lo estoy. ―Emily le entregó la carta. ―Por favor, dile a papá y a Edward que los quiero, pero que no puedo esperar. Debo irme ya.
Su madre la abrazó con fuerza, tratando de contener las lágrimas. Sabía que algo no estaba bien, pero también sabía que no podía detener a su hija.
―Cuídate, hija ―susurró, acariciando su mejilla. ―Y llámanos cuando llegues.
Emily asintió, le dio un beso en la frente y se alejó, tirando de su maleta. No miró atrás; no podía permitírselo. Ahora, tenía que pensar en cómo sobreviviría en un lugar desconocido, con un futuro incierto y un pasado que la perseguiría siempre.
Chapter 1
Después de dos años viviendo en la ciudad que nunca duerme, Emily hizo todo lo posible por sobrevivir, sus ahorros de años se habían ido en un abrir y cerrar de ojos, y cuando finalmente encontró algo en un call center, en el área de atención a clientes y no pagaban lo suficiente, pero por el momento, hasta que encontrara algo más, se quedaría ahí.
―Atención a clientes AT&T, mi nombre es Emily Thompson, ¿En qué puedo ayudarle?―ese día era otro como cualquiera desde que entró a trabajar, era demasiado solitaria en la planilla en la que trabajaba y era buena en lo que hacía, y eso, la mantenía a flote… Por el momento. ―Sí, muy bien, ―siguió en su llamada atendiendo la queja del cliente, mientras sus dedos se movían con agilidad sobre el teclado.
Ya habían pasado dos años que no había vuelto a su pueblo, sus padres seguían recibiendo una parte de su sueldo al mes, para así de alguna forma, demostrarles que sus sueños estaban en proceso de realizarse, -aunque a