CALAMIDAD
- Genre: YA/Teen
- Author: Victoria Rosas
- Chapters: 35
- Status: Completed
- Age Rating: 18+
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- ⭐ 7.5
- 💬 8
Annotation
En una isla llena de miseria y de constantes enfermedades, con un líder avarisioso, frío y malvado, existe una chica; Angeles Price. Podría definirse como el claro ejemplo de la valentía, a pesar de haber crecido viendo todas estas fatalidades, sigue en pie. Su pasado no opaca su luz, al contrario, la hace ver más inquebrantable. Ella busca venganza, no soporta ser testigo de como la tierra que la vió nacer poco a poco se caiga a pedazos por una solo persona; Connor Dagger. Angeles hará lo posible por cumplir con su objetivo, sin tener en cuenta que los demonios de sus pasado volverían a ella en este presente, ella solo busca que paguen los que tengan que pagar, y que se arrepientan de haberles hecho tanto daño a su comunidad, y de una vez por todas acabar con esta CALAMIDAD.
Chapter 1
Despertando de mi pesado sueño siento una vibración junto con ese molesto sonido que cualquier persona odiaría escuchar a las tantas horas de la mañana. Palpo en mi cama para hallar el mentado celular. Lo tomo y apago, ignorando las ganas inmensas de estamparlo contra la pared por interrumpir mi sueño.
La verdad es que, tuve una noche asquerosa, literalmente. Nuestra vecina Maddie tocó nuestra puerta a eso de las once de la noche para pedirle ayuda a mi madre con respecto a su bebé. La criatura tenía mucha calentura y púes, como era de esperarse, Maddie no tenía ninguna clase de medicamentos para el pequeño. Esto sucedía muy a menudo, dado que nuestra vecina tenía 4 diablillos, y créanme, no exagero con el termino "diablillos"
Mi madre la invitó a pasar, y antes de que Maddie lo hiciera junto al bebé, se le adelantaron sus otros tres renacuajos. Peligro. Yo solo miraba como esos niños corrían en la sala y me preguntaba si su madre le había dado para ingerir alguna especie de cafeína, ¿por qué eran tan hiperactivos? Dios mío. Bien, el punto es qué, cuando la vecina se marchaba a su casa, ya después que mi madre le había otorgado lo necesario para el bebé, uno de los tres mocosos me estampó no se cuantos huevos en la cabeza. Sus palabras fueron muy claras y cargadas de resentimiento y una que otra salpicadura de saliva de su parte:
—Tu cabello es asqueroso y quise hacerlo aún más asqueroso.
Seguido de sacar su mini lengua y salir corriendo dejándome con el cólera por las nubes.
No se pueden imaginar las ganas que tenía de tomarlo por una oreja y soltarle unas cuantas palabras no aptas para renacuajos de su patética edad y hacerlo comer las cascaras de huevo que yacían en toda mi cabeza, pero me contuve por el bien de todos, en especial del mocoso. La señora Maddie se disculpó centenares de veces por la travesura de su hijo, pero mi persona estaba completamente ocupada lanzando miradas asesinas al demonio que hacen llamar niño. En fin, no me caen los niños.
Me acurruqué en mis sabanas para tratar de conciliar el sueño de nuevo y así poder descansar. Ya lo había hecho pero mi cuerpo sentía que no era suficiente, y púes, yo estaba completamente de acuerdo con él. Quería descansar más, sí, pero como siempre el mundo conspira en mi contra, lanzándome siempre un rotundo no cuando quiero o anhelo hacer algún tipo de acción.
—¡Angeles! —escucho quejar a mi madre del otro lado de la puerta. «Tal vez si la ignoro se vaya»—. Angeles Price, si piensas que me moveré de este lugar estás equivocada, abre la puerta ya —exige y tal parece que no se marchará. Conociéndola es capaz de dar de baja a la puerta con tal de que las cosas se hagan como ella las impone.
—Ya te oí, ya te oí —suelto con fastidio. Aún con mis ojos cerrados me quito las calentitas sabanas que reposaban en mi cuerpo para levantarme y comenzar mi rutina mañanera. Me coloco mis pantuflas y me dirijo hacía a la puerta. Tomo el pomo de la misma y la abro dándole la bienvenida a la mujer que me dio la vida con cara de pocos amigos.
—¿Por una vez en tu vida puedes hacerle caso al aparato ese cuando suena la alarma? —pregunta con notable irritación.
—Tú me criaste, lo siento —expreso con sarcasmo causando que su mal humor vaya en aumento.
—No estoy para bromas, quiero verte abajo en 10 minutos –dicho esto, se marcha ignorando mi comentario.
Que mal humor.
Me dirijo a la ducha y con toda mi calma me deshago de mis prendas, abro la llave y dejo que el agua recorra todo mi cuerpo relajando mis músculos con el vapor que emerge de la ducha. Al terminar de cepillar mis dientes salgo del cuarto de baño y me fijo en el reloj que yace en la mesita de noche.
—¡M**rd*! —musito movilizándome. Busco en mi armario mi uniforme de trabajo y me adentro en él lo más rápido que puedo. No puedo llegar tarde.
Hace dos días salí a buscar empleo junto con Haley y Kate, recorrimos los lugares que para nosotras eran adecuados y nos terminaron aceptando en una cafetería, que a diferencia de las anteriores esta era un poco más agradable a la vista, tomando en cuenta que la mayoría o estaban casi en ruinas o la tomaban como un lugar de encuentros clandestinos.
Se supone que hoy es nuestro primer día. El señor que nos dio el empleo era muy cascarrabias y nos anunció a las tres que si llegábamos tarde se encargaría de que no nos aceptaran en ninguna otra cafetería. Yo quise intervenir alegando que él y su cafetería podían irse al demonio, pero Haley me detuvo y Kate agradeció al señor asegurándole que estaríamos allí a la hora preestablecida.
Bajo rápidamente las escaleras mientras voy cepillándome el cabello con mis dedos, no sin antes tomar la respectiva mochila que llevo a todos lados y asegurarme que no me faltara nada.
—Allí está tu desayuno —me informa mamá sirviéndole jugo a mi padre.
—Buenos días, dormilona —exclama mi padre al verme entrar a la sala, e inmediatamente fija su vista en el montón de papeles que tiene en su escrito, logran hasta marearme, la verdad. Quise fisgonear en aquellas pilas de papeleo pero mi padre rápidamente coloca una carpeta encima, logrando que mi vista no tuviera acceso a ellos, con un claro mensaje de "no husmees en mis asuntos". Siguió trabajando como si nada.
—Buenos días, pá —le devuelvo el saludo ignorando su comportamiento dándole un beso en la mejilla—. ¿Donde está Aisha? —interrogo, la ausencia de mi hermana pequeña me resulta extraña, dado que es igual de madrugadora que mi madre.
—Está terminando de arreglar sus libros para la escuela —responde mi madre. Me olvidé que Aisha inicia hoy su primer día en la secundaria. Recuerdo lo feliz que estaba cuando le anunciaron que iniciaría su nuevo ciclo.
He estado al pendiente de mi hermana desde el primer día que nació; estuve con ella en sus primeros pasos, primeras palabras y primer día de clases. Cada día la veo crecer y madurar. Sin darme cuenta se ha ido convirtiendo en una pequeña mujer.
—Claro, ya me tengo que ir, se me hace tarde —digo arrancándole de las manos una tostada a mi padre para dirigirme a la puerta–. Deséenme suerte —añado al salir de la casa.
Tomo mi respectivo vehíc*l*, y con vehíc*l* me refiero a mi antigua bici un tanto oxidada por los año, pero que por ningún motivo me animo a reemplazar, sus ruedas me han sacado de apuros en muchas ocasiones. Comienzo a pedalear no sin antes soltar mi cabello, adoro sentir como la oleada de viento se cuela por mis mechones dorados, y el movimiento que este genera.
Un minuto antes de cruzar la calle noto por el rabillo de mi ojo izquierdo un auto, llama la atención ya que ese tipo de vehículos no suelen verse por los lares muy a menudo. Tiene los vidrios polarizados lo que ocasiona que el interior sea un completo misterio. Me quedo unos segundos observándola y diviso que es una Jeep, pero no veo al propietario por ningún lado, intento ver si hay personas alrededor o incluso más vehículos semejantes, pero no. La carretera está completamente sola mientras que al frente de nuestra casa yace un pequeño bosque con un sendero.
Las casas están notoriamente alejadas una de la otra, dando así completa privacidad a los habitantes, lo que también suele ser un poco espeluznante por las noches ya que las calles se mantienen en un silencio sepulcral, combinado con la vegetación que se extiende alrededor de las casas y que forma gran parte de la isla, hacen que esta parezca un perfecto escenario para una película de terror. Ya cuando llevas toda tu vida viviendo en la misma situación te acostumbras.
Vuelvo mi vista a la dichosa camioneta que, a pesar de que se mantiene muy alejada logro divisar cuando esta mueve sus ruedas dando una vuelta en "U" marchándose «Así que el dueño se encontraba dentro de la misma». Mis ojos se mantienen en el vehíc*l* intentando deducir algo más, algo como...
—¡Angeles! —me sobresalto por el repentino e innecesario grito de Kate. Estaba tan absorta en el vehíc*l* que ni siquiera noté el momento en el que se acercaba. Lleva consigo esta mañana un vestido veraniego que la hace lucir fresca, zapatillas y su cabello completamente suelto.
—¿Estás loca? Casi me matas del susto —digo llevando mi palma al pecho—. Literalmente estoy a centímetros de ti, no veo la necesidad de gritar —reprocho tomando aire.
—¿Qué tanto mirabas? ¿Eh? —suelta de manera juguetona, sí, esa es Kate, la que hace este tipo de comentarios iniciando la mañana. Volteo los ojos e ignoro su estúpida pregunta y me enfoco en la rubia que viene pedaleando su bici a unos cuantos metros de nosotras con ¿unos lentes de sol?
—Hola, chicas —saluda Haley. Parece que está agotada y *p*n*s empieza el día. Luce el rostro un tanto graso, y no me faltaba pasarle los dedos por el cabello para darme cuenta de lo enmarañado que este estaba. Kate y yo intercambiamos miradas.
—¿Por qué los lentes? —pregunto con notable curiosidad. Incluso Kate ladeo la cabeza con el ceño ligeramente fruncido ante su presencia.
—¿Están cool? —objeta intentando afirmarlo, pero le sale como una pregunta—. Andando, se nos hace tarde —evade el tema y se dispone a dar marcha. Entrecierro los ojos mirándola. Haley suele subestimarme a la hora de pensar que podría quedarme satisfecha con explicaciones tan erróneas. Gran error.
—¡Haley, espera! —se queja Kate uniéndose con la rubia.
Dirijo mi vista una última vez a la carretera donde anteriormente yacía la Jeep, ahora solo queda la calle completamente vacía, característica de esta zona. Tomo el manubrio de la bici y me dispongo a pedalear, manteniendo una distancia prudente entre las chicas y yo.
El cielo despejado y la fresca mañana me hacen llevar mi mente en blanco, admirando la solitaria calle. Disfruto mucho aquellos pequeños momentos que tenemos para nosotros, esos en los que puedes permitirte aislarte unos momentos de la realidad, donde dejas a un lado tus responsabilidades y obligaciones para dedicártelos a ti. De hecho, está el caso donde no es precisamente necesario hacer algo para verdaderamente disfrutar de ese momento, simplemente sentarte a admirar los detalles que te rodean te harán llevar a un alto nivel de paz y serenidad.
La vida misma me ha enseñado a tomarla con una fuerza increíble, aferrarme a ella y valorarla. Solemos subestimar el hecho de que solo tenemos esta vida, que solo podremos disfrutar de este caótico mundo una sola vez. Solemos amargarnos el momento saturando nuestra mente de cosas que, se saben, pero no valen absolutamente la pena si por esa razón te amargarás la existencia.
Se debe vivir, y nada más.
Soy fiel creyente de que una vez que desaparecemos de la faz de la tierra, es sencillamente eso, desaparecer. Dejamos de existir; una vida menos en este mundo tan hermosamente malévolo. Donde la maldad se esconde tras una buena acción, y las buenas acciones tras una mala intención. Este mundo me ha hecho llegar a pensar que cada acción que realizas, por más buena que aparente ser, siempre será realizada con un ápice de maldad en el fondo, porque así es, este mundo está hecho a base de maldad, y los buenos suelen ser manchados y contaminados de la misma basura, ya que se cuela por todos lados, convirtiéndose en algo sumamente normal y hasta necesario.
No obstante, tan segura como existe mi alma, creo que la perversidad es uno de los primitivos impulsos del ser humano, una de esas indivisibles primeras facultades o sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido numerosas veces cometiendo una acción necia o vil, por la única razón de que sabía que no debía cometerla? ¿No tenemos una constante inclinación, pese a lo excelente de nuestro juicio, a violar lo que es la ley, simplemente porque comprendemos lo que es la Ley?
Al adentrarme más al centro agilizo mis piernas y me uno a las chicas, las cuales no se dirigen ni una palabra. A esta hora no se suelen ver muchísimas personas, sin embargo, son los autos de la FEHH los que protagonizan las calles de la solitaria calle.
De los vehículos emergen una docena de hombres y el me quedo a la expectativa fijándome a ver si por alguna razón el líder se encuentre aquí.
Pero no.
Es imposible, ese tipo nunca a salido de su templo, y nunca jamás nadie a visto o conoce las características de su rostro, y cada vez me convenzo más que la tarea la tengo difícil.
***
—Buenos días, señor Ruggles —saludamos al unísono. El Señor Ruggles se encuentra abriendo la cafetería, lo que me confirma que hemos llegado justo a tiempo.
Ruggles luce como todo uno de esos ancianos distinguidos y con porte, de aquellos que inevitablemente, al pasar por tu lado, volteas a mirar por la frescura y vitalidad que aún con todos aquellos años pasados por su vida, siguen emanando. Luce un abrigo muy pulcro color azabache, y bajo de este una camisa blanca que le llega hasta el cuello. Sus pequeños lentes redondos descansan en la punta de su nariz, adornando sus notables y resaltante arrugas.
—Si si, buenos días, como sea. Ayúdenme abrir esto —gruñe tratando de insertar la llave a la cerradura de la puerta. Gruñón. Acto seguido Haley ayuda al pobre anciano con la difícil tarea de abrir una simple puerta. En el intento se le caen los lentes.
—M**rd*, m**rd* —exclama tomándolos con desesperación del suelo para seguidamente darnos la espalda y colocárselos de manera inmediata.
No entendí.
Me acerco a ella lentamente con todas las intenciones de averiguar qué era lo que la estaba perturbando.
—Haley, quítate los lentes —demando y ella rápidamente niega—. Haley —advierto nuevamente. Pasan los segundos, y como no veo el más mínimo movimiento de su parte para quitarlos me acerco rápidamente a la rubia y logro apartarlo de sus ojos y...
Ojalá no lo hubiera hecho, no me gustó para nada ver que ocultaban.
—¿Qué demonios, Haley?
Chapter 2
En el momento en que enfoqué la mirada en el moretón, y varias hematomas desarrollándose alrededor del globo ocular de Haley, deduje de inmediato que eso, no fue culpa de una puerta; o cualquier excusa que alguien pudiera dar respecto a un golpe de esa magnitud. La rubia, nunca fue de meterse en problemas, al contrario, Haley es la típica chica enamorada de la literatura y toda esa mierda de los libros y la escritura, así que, tampoco es producto de una pelea, por obvias razones. Solo me queda una última teoría, y creo que es la acertada.
—Fue ella, ¿no es así? —interrogo a la rubia sentada frente a mi, sosteniendo en el lado derecho de su rostro una bolsa de hielo con manos temblorosas. Está nerviosa.
La señora Nancy, madre de Haley, siempre fue una mujer prepotente, con un carácter de los mil demonios y muy rencorosa; una mujer enojada con la vida. Al parecer en su vida cometió muchos errores, y uno de ellos fue traer a este mundo a una criatura a tan temprana edad, es