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La culpa de amarte

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Annotation

"No desearás a la mujer de tu prójimo" Él sabía que las leyes de los hombres no funcionaban con ellos, y aun así, la culpa de enamorarse de la mujer de su hermano, lo consumiría día tras día. "No tendrás deseos impuros" Ella quién siempre lo había odiado, ¿Cómo era posible que ahora lo amara? y ahora, planeara casarse con otro.

1. Humana

Para una mujer humana las mañanas eran toda una rutina, ir por agua al manantial cercano, darle de comer a los animales, preparar los alimentos para el regreso de los hombres, y a Eleanor todo aquello no le incomodaba y lo hacía con gusto.

Ella vivía junto con su madre y hermana menor en una pequeña cabaña internada en lo profundo del bosque, siempre se había preguntado porque no se acercaban a la aldea para convivir con el resto de personas, pero su madre nunca le había dado una respuesta satisfactoria, por lo que aquella incógnita quedó guardada en lo profundo de su mente.

Con pequeños, pero rápidos pasos, Eleanor subía la colina para volver a casa, sus hombros los sentía adoloridos por el peso de los cantaros llenos de agua, tenía prisa, aquel día llegarían los hombres de las montañas, aquello representaba una emoción indescriptible para ella, que con 19 años ya pensaba en matrimonio. Sabía que estaba lejos del rango de edad para casarse, la mayoría de chicas se convertían en esposas a los 15 años, lamentablemente los enfrentamientos y la escases de alimento habían hecho que los hombres se ausentaran por más tiempo de las aldeas, por lo que la oportunidad de encontrar a alguien se redujo por completo. Pero hoy, aquello podría cambiar.

Llegó ansiosa a la casa, llenó los contenedores con el agua fresca y corrió a ponerse su otro vestido que, si bien era igual de viejo que el que traía, este estaba seco y limpio, su madre la veía desde la esquina de la habitación, con ojos preocupados pero curiosos.

— ¿En serio tienes que ir, Ely? — le preguntó cariñosamente su madre.

— Por supuesto, mamá. ¿Acaso no quieres que me case? Esta podría ser mi última oportunidad, ya estoy demasiado grande y si me sigo tardando…

— Si un hombre te va a rechazar por tu edad, entonces ese hombre no vale la pena.

— Lo sé, mamá. Pero hay que ser racionales… necesito ser joven si quiero tener muchos bebes.

Su madre le sonrió, dejó de lado la manta y se acercó a su hija por detrás.

— Tener una familia es bonito, Ely. Pero tener una familia con el hombre que amas, es hermoso.

Eleanor soltó un suspiro, sabía por dónde iba su madre, se dio la vuelta y quedaron frente a frente, ambas se tomaron de las manos.

— Me agrada la idea de unirme a un hombre porque lo amo y no solamente por mi condición física, madre. Pero siendo honestas…

— Lo sé, sé que sientes que eres una carga para esta familia, y que tienes la ilusión de casarte, tener tu casa y atender a tu esposo e hijos.

— Si lo sabes, entonces déjame ir. — Eleanor soltó un suspiro, su madre la tomó por las mejillas y sintió que el corazón se le encogía.

— Por supuesto que puedes ir, hija. Pero sé más inteligente que ellos.

— Siempre lo he sido.

Madre e hija se sonrieron y con suaves besos en las mejillas se despidieron. Marjorie observó a su hija mayor alejarse por entre los árboles y no pudo evitar preocuparse por el futuro que le esperaba, soltó un suspiro y volteó a ver a su segunda hija.

— Ojalá dejaras de crecer, Madeline. — le dijo a la pequeña — porque no me quiero quedar sola.

— Yo me quedaré contigo para siempre, mami — contestó la niña con inocencia y con una sonrisa alumbrando su cara.

— Sé que sí.

***

Para cuando Eleanor llegó a la aldea, notó que el bullicio se concentraba en el centro, con curiosidad se acercó a la multitud que comenzaba a rodear algo que estaba sobre el suelo, a su alrededor había murmullos de asombro, pero en el rostro de todos podía percibirse el miedo y la confusión. Eleanor no alcanzaba a ver lo que todos observaban, pero entre las personas vio a una de sus amigas: Rosalie.

— ¿Alcanzas a ver algo? — le preguntó.

— No sé lo que es, al parecer es un animal del bosque… lo han traído los hombres.

— ¿Un oso?

— No.

Rosalie la volteó a ver con preocupación y notó temor en su mirada, Eleanor hizo el ademán de meterse entre las personas, su amiga la detuvo por un momento del brazo, pero después la dejó ir.

Después de varios intentos, logró acercarse hasta enfrente y por fin pudo notar lo que todos admiraban; en una jaula hecha de gruesos troncos estaba encerrado un animal tan grande como un caballo, estaba echado sobre su costado por lo que no se podía apreciar bien, parecía estar durmiendo, pero tal vez estaba muerto pues todo su pelaje estaba ensangrentado.

— Es un zorro — dijo alguien a sus espaldas.

— ¿De ese tamaño? Imposible — le contestó otra persona.

— Entonces es un demonio, un zorro demonio.

— ¡No digas tonterías!

— ¡Cállense todos!

Una voz gritó a lo lejos y el circulo de personas se abrió para dar paso a un anciano, el sabio de la aldea.

— Dejemos de sacar conjeturas y escuchemos lo que el grupo de cazadores tiene que decir. — dijo, mientras señalaba a un hombre que parecía custodiar la jaula, este asintió con la cabeza y dio unos pasos al frente.

— Este animal mató a 20 de los nuestros… — la multitud dio un grito de terror, y no faltó quién pidiera que se matara al animal, el anciano volvió a callarlos a todos — Estamos seguros que es un demonio, un zorro demonio.

— Eso no es posible, nos hemos alejado de las tierras de esos seres…

— Pues yo lo creo posible, gran sabio, el tamaño y su fuerza son sobrenaturales, incluso se nos ha hecho imposible de matar, sigue vivo.

Todos, incluyendo a Eleanor, ante tal anuncio se hicieron para atrás en un acto de reflejo por sobrevivir, el hombre que hablaba los volteó a ver.

— Debimos encerrarlo porque es un peligro para nuestra aldea…

— ¡Debemos hallar una forma de matarlo!

— ¡Mátenlo!

— ¡Es peligroso, mátenlo!

De nuevo, la multitud se encendió y esta vez el anciano tardó un rato en hacerlos callar a todos, cuando volvió a reinar el silencio, se apresuró a hablar.

— La única forma de deshacernos de este demonio, es darlo en sacrificio a nuestros dioses.

— ¡Hagámoslo!

— Será mañana a primera hora, hagamos los preparativos… — hizo una pausa y dirigió una rápida mirada a su alrededor — y esta noche, lo mejor será hacer guardia. Puede que este animal no este solo.

El anciano no dijo más, dio la vuelta y se alejó entre las personas que de nuevo le abrían paso, todos estaban callados, parecía que sus palabras habían echado una condena a la aldea entera. Eleanor se quedó admirando al animal por un largo rato, hasta que un jalón de brazo la sacó de su trance.

— ¿Qué haces ahí parada? Hay que buscar refugio — le dijo Rosalie.

— Debo ir con mi madre y hermana…

— No hay tiempo …

— Debo ir, ellas no saben lo que está pasando — le dijo tratando de convencerla para que la soltara. No muy convencida, Rosalie fue deshaciendo su agarre poco a poco.

— Está bien… ve por ellas, traerlas aquí. Y por favor cuídate.

— Sabes que estoy cerca…

— Pero ahora el camino es peligroso.

Rosalie tenía razón y en respuesta a su amiga, Eleanor solamente pudo asentir, después le dio un rápido abrazo y salió corriendo de regreso a casa.

Eleanor pensaba que tal vez todos estaban sobre reaccionando, pues el zorro se veía muy lastimado como para hacer algo, casi podía jurar que moriría esa misma noche. Pero si eso no pasaba y si como decía el sabio estaban corriendo peligro, lo mejor sería esconderse.

La noche comenzaba a caer y aun entre la espesura y la oscuridad del bosque, Eleanor reconocía a la perfección el camino de regreso a su casa, pero justo antes de subir una última colina, se quedó helada.

Un animal, tan enorme como un roble, se levantaba frente a ella y le impedía seguir su camino, notó que aquél ser no le había visto, así que presurosa volteó a su alrededor buscando otra vía, pero sabía que al irse por otro lado terminaría perdiéndose, así que desistió.

De nuevo enfocó su atención en lo que tenía enfrente, por la oscuridad no podía ver exactamente lo que era, pensó que tal vez no era nada malo, tal vez un animal salvaje, tal vez podía ser lo suficientemente rápida para escapar si corría hacia la colina.

En todo eso pensaba cuando vio que aquel monstruoso animal comenzó a correr hacía ella, quedó petrificada, quiso gritar, pero el grito quedó atorado en su garganta y entonces solamente cerró los ojos esperando el impacto final, pensó en su madre, hermana y fugazmente en el padre que nunca conoció, sin embargo, el impacto nunca llegó.

Con miedo volvió a abrir los ojos y quedó aún más impresionada, pues de frente se desarrollaba una pelea, la bestia anterior ahora luchaba contra un hombre, Eleanor no podía verlo bien por la oscuridad, solamente veía como aquél movía una espada con total soltura, sus movimientos eran limpios y rápidos, uno, dos, tres ataques más y el mounstro por fin pudo ser acorralado.

Eleanor notó que el hombre trataba de hablar con aquel enorme animal, no lo comprendió y suplicó mentalmente que lo matara de una vez por todas. Todo parecía un poco más tranquilo entre la batalla, de alguna manera el animal salvaje se había calmado y el hombre se acercó a él, pero la tranquilidad duró poco y un terror la inundó de nuevo cuando el mounstro se abalanzó contra su salvador, le dio un zarpazo y luego dando la vuelta huyó internándose en el bosque.

El hombre cayó de espaldas, Eleanor lo creyó muerto, hasta que este se arrastró con dificultad por el suelo tratando de alcanzar la espada que momentos antes había soltado, Eleanor no entendía porque seguía tratando de luchar. Por fin el desconocido se rindió, ladeó su cuerpo y la volteó a ver.

— Ayuda — le murmuró débilmente.

Por fin las piernas le reaccionaron y Eleanor se apresuró a estar a su lado, se arrodilló junto a él, notó que estaba gravemente herido, el zarpazo le atravesaba todo el hombro y parte del torso, se asustó al ver tanta sangre.

— Está muy herido, señor. — le dijo tartamudeando, presintiendo lo peor.

Justo en ese momento la luz de la luna le alumbró el rostro al hombre que descansaba a su lado, era alguien que en definitiva no conocía, un forastero totalmente y además era demasiado apuesto, tanto, que para Eleanor parecía irreal. Estaba acostumbrada a los hombres andrajosos, greñudos y barbudos de la aldea por lo que era notable la diferencia en el joven que estaba herido, aun ensangrentado vio que traía ropas finas, lucía afeitado y su cabello castaño lo amarraba en una coleta baja. Movió la cabeza, no era momento para fijarse en ello, debía ayudarlo.

— Tengo sed, ¿tiene agua? — preguntó el hombre, sacándola de su ensoñación.

— No, señor, aquí no… ¿Puede caminar? Mi cabaña está pasando la colina, puedo atender sus heridas ahí. Además, es peligroso quedarse en la intemperie, ese animal puede volver.

El chico volteó a su alrededor como si por primera vez notara donde estaba, miró de nuevo a Eleanor y asintió aceptando su ayuda. Con dificultades pudo ponerse en pie, se apoyó en ella y comenzaron a caminar.

Después de una lenta pero constante caminata y presintiendo que en cualquier momento colapsaría, Eleanor por fin estaba parada justo delante de la puerta de su hogar.

— ¡Mamá, ayúdame! — pidió desesperada, los brazos le dolían y notó que el hombre a su lado se había desvanecido por lo que temió lo peor. — ¡Mamá!

— ¿Qué pasa?... ¡Dios!

Marjorie Massart había vivido lo suficiente como para poder reconocer a alguien que no era humano en cuanto lo veía, así que cuando abrió la puerta y notó que su primogénita traía casi a rastras a aquella criatura, reaccionó de la única manera que pudo.

— ¡Aléjate de él!

Eleanor sintió como su madre simplemente la lanzó a un lado de un manotazo tirándola al suelo, horrorizada vio como el hombre caía al suelo y no se movió más, no pudo pensar en la fuerza descomunal que había tenido su madre un momento atrás al momento de empujarla, lo unico que tenía en mente era ayudar a su salvador.

— ¡Mamá, no! — gritó y corrió hacia él — Hay que ayudarlo.

— Aléjate de él, Eleanor, aléjate, es peligroso.

— ¡No lo es! — le dijo desesperada con lágrimas en los ojos, no entendía la reacción de su madre y estaba angustiada por no poder hacer nada.

— ¡Es peligroso!

— ¡Él me acaba de salvar, mamá! Me salvó del ataque de un animal salvaje. Debemos ayudarlo.

Marjorie contempló a su hija, no daba crédito a las palabras que decía, sin embargo, sabía que no estaba mintiendo. Volteó a ver al hombre en el suelo y notó que sus heridas no habían sido hechas por un animal, no entendía lo que sucedía, pero otra mirada a su hija la convenció de tomar la decisión.

— Vamos, hay que llevarlo adentro.

Eleanor asintió, se limpió las lágrimas con el dorso de su mano y después, madre e hija agarraron al hombre de sus brazos y lo metieron en su casa.

— ¡Rápido, Madeleine, despeja la mesa!

La pequeña niña parecía no entender lo que estaba sucediendo, vio a su madre, a su hermana y por último al hombre que traían arrastrando. Se quedó pasmada, por lo que nuevamente Marjorie tuvo que repetirle la instrucción, ella asintió y corrió a tirar todo lo que estaba encima de la mesa.

— Trae algunas vendas y agua caliente, corre — le volvió a decir su madre y la niña desapareció tras una cortina de carrizos que conducía a la habitación principal. — Muy bien, lo vamos a subir a la mesa — le dijo a su otra hija.

— Mamá, está muerto — contestó Eleanor con lágrimas en los ojos y totalmente fuera de sí — Es mi culpa.

— No lo está, Eleanor, escúchame hija… lo salvaremos.

Su madre la miró fijamente a los ojos, tratando de darle confianza, sus palabras la convencieron y finalmente la ayudó a subir al hombre en la mesa. Marjorie le rasgó sus ropas para ver lo profundo de la herida, mientras que Eleanor se apresuraba a buscar en la cocina algunas plantas medicinales y ungüentos que su madre le iba gritando.

Un momento más tarde, ambas hermanas volvían con lo que se les había pedido y su madre comenzó a curarle las heridas, fueron largas horas de espera, en las que ninguna de las tres durmió ni se separó ni un solo segundo de la mesa donde yacía el moribundo.

— Es todo lo que podemos hacer… — les dijo a sus hijas, después de retirarle una última compresa — El resto depende de él.

— ¿Sobrevivirá?

Su madre la vio un momento y después dirigió la mirada hacia el joven, sus heridas habían sido muy profundas, sabía que si él fuese un humano no sobreviviría, pero al ser un demonio tenía alguna esperanza, aunque como bien le había dicho a Eleanor, todo dependía de él.

— Si pasa de esta noche, puede tener una oportunidad. Por favor, descansen — les pidió a sus hijas y luego se dirigió a la mayor — mañana me contarás todo, Eleanor.

La chica solamente asintió, le dio un último vistazo al joven sobre la mesa, se despidió de él mentalmente y antes de acostarse a dormir, pidió a sus dioses que lo salvaran. Si Eleanor tuviera conocimiento de lo que en realidad era aquel ser, sabría que su petición era una completa ironía.

2. Salvador

Emmett abrió lentamente los ojos, esperó encontrarse con el techo color dorado de su habitación, pero en cambio, notó un enramado de troncos y palmeras, se preguntó mentalmente ¿dónde estaba? y quiso ponerse en pie con rapidez, pero un dolor desgarrador le atravesó el pecho, obligándolo a volver a recostarse, sintió que le faltaba el aire y pensó que se desmayaría.

— Tranquilo, todo está bien — una suave voz de mujer lo llamó, volteó a verla, pero no la reconoció.

— ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? — le preguntó, al tiempo que se llevaba la mano al lugar donde le dolía.

— Es mejor que no lo toques, tu herida sigue abierta y puedes infectarla.

— ¿Qué me pasó?

Marjorie frunció el entrecejo al recordar las palabras de su hija la noche anterior “él me salvó”, pero honestamente no sabía cómo había sucedido realmente todo y tampoco estaba tan segura de poder confiar en el ser que estaba tendido sobre su mesa.

— Me llamo Marjorie, estás en mi cabaña, mi hija t

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