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EL LEÓN DEL DESIERTO

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Annotation

Cordelia Campbell es una hermosa joven rebelde, que forma parte de una adinerada familia de Londres, en la época Victoriana. Su juventud se desarrolla en un ambiente fraterno, junto a su hermana mayor, la vanidosa Emma, bajo la tutela de una madre estricta y un padre cariñoso y sobre protector. Sin embargo, todo esto cambiará cuando se vea envuelta en una batalla por su supervivencia en el desierto de Siria, junto al apuesto joven Zayed. Un temido guerrero conocido como "El León del Desierto". En medio de disputas, pasiones y errores, ¿Serán capaces de enfrentar lo que el destino les depara?

Capítulo 1

1869

 Holborn, Londres, Inglaterra.

De pie en el salón de estar de los Campbell, en Holborn, Emma estaba hermosa, a pesar de que su rostro tenía una expresión de angustia.

Su padre la había consentido durante toda su vida, pero ella sabía que podía ser muy obstinado, carácter que ella misma había heredado. — ¡Pero si es un viejo, padre! ¡Es tu amigo, jamás pensé que se interesaba en mí!

  —Sé que su propuesta de matrimonio te ha sorprendido, Emma, pero tu madre y yo, lo consideramos un pretendiente muy adecuado, Charles Asford es reservado y prudente, tiene sentimientos reales por ti, sin contar que es unos de los hombres más distinguidos y ricos de Inglaterra, sus casas y propiedades no tienen comparación a lo largo y ancho del país.

 Emma deseaba casarse algún día, una gran infinidad de admiradores habían puesto su corazón a sus pies, pero su padre los rechazo a todos argumentando que andaban detrás su fortuna, pero eso no la inquietaba, a sus dieciocho años rechazaba pretendiente tras pretendiente, pensando que tenía mucho tiempo por delante.

No resultaba extraño que no tuviera prisa por casarse, ya que su extraordinaria belleza provocaba la admiración de todo hombre que la conociera, unos hermosos ojos azules sobre su pequeño rostro, como cutis de porcelana, parecía tallado a mano, su larga y hermosa cabellera de un rubio rojizo formaba ondas hasta la cintura.

   Emma no necesitaba escuchar que el Sr. Asford era excelente partido matrimonial, ella lo sabía, pero pensar casarse con un hombre de cincuenta y ocho años la agobiaba, y la sola idea que la tocara le causaba escalofríos.

  Tendría que buscar la manera de convencer a su padre, él la complacía en todo, pero algunas en ocasiones cuando consideraba que era por su bien se ponía difícil, aunque tanto Cordelia, su hermana pequeña como ella estaban consiente de que su mayor debilidad, era el gran amor que les tenía por lo cual casi siempre se salían con la suya, aunque por razones distintas.

Adoraba a su hermanita, pero a pesar de llevarle solo dos años de diferencia, Cordelia era muy infantil, se la pasaba sumergida en su mundo, entre una colección de muñecas que cuidaba con esmero y un gran jardín dónde cultivaba rosas blancas, afición que compartía con su madre la cual quiso inculcarle a las dos, pero a Emma le pareció demasiado aburrido.

  Sus intereses eran otros, desde los ocho años era una excelente jinete, era impetuosa, audaz y arrojada, lo cual le permitió pertenecer a los grupos de caza más exclusivos de Holborn, y su padre, que siempre había sido un extraordinario jinete y a falta de un hijo varón disfrutaba de la compañía de Emma a la hora de cazar.

  Una libertad condujo a la otra, y cuando solo tenía quince años era más sofisticada y segura de sí misma que cualquiera de las chicas de su misma edad, pero cuando cumplió diecisiete años y fue presentada en sociedad, las mujeres la miraron con recelo al notar que todos los hombres la halagaban y la mimaban.

   Emma era muy perspicaz para no darse cuenta de que sus padres estaban preocupados por los hombres que la cortejaban, y estaban decididos a que se casara con un hombre que ellos aprobaran y pudiera protegerla de los múltiples peligros que puedan amenazar a alguien tan hermosa.

   Volvió a observar la expresión firme de su padre, Zachary Campbell a sus sesenta años, era un señor de gran atractivo, ya que en su juventud había sido muy apuesto, después miró su madre, Eloise Campbell, que hasta el momento había permanecido en silencio.

  Pero solo por respeto a su padre, porque ella conocía muy bien la personalidad fuerte que su madre ocultaba debajo de una apariencia débil y refinada, ella era la más insistente con el tema del matrimonio, su sueño era ver a sus dos hijas casadas con hombres muy ricos y poderosos, por lo tanto, no encontraría ayuda en ella.

  “Tengo que manejar bien esto” —pensó, si no podía seguir evadiendo el matrimonio, al menos se casaría con alguien que cumplía con todos los requisitos de sus padres exigían, con la diferencia que no sería el aburrido y viejo señor Asford, sino el inquietante y apuesto Jasper Hudson.— “Aunque para lograrlo tenga que comprometer mi reputación y formar un escándalo”

   Y sonrió con una mirada tierna llena de malicia hacia su padre, se acercó a él tocando su mano.

—Me has sorprendido papito, permíteme pensarlo mejor, hay tanto qué deseo preguntarte… Debes explicarme muchas cosas —respondió con rostro inocente para manipular a su padre.

   En efecto, su expresión obstinada cambio a un gesto de ternura, le puso un brazo sobre los hombros y la acerco hacia sí —Sabes querida hija que solo quiero tu felicidad, tu madre y yo nos estamos volviendo viejos, nos preocupa que si morimos te quedes sola y desprotegida, solo queremos que ocupes tu lugar en el mundo social.

—No te preocupes papito… —Emma le sonrió y lo beso en la mejilla

  Su padre lanzó un largo suspiro y prosiguió

—Como lo sugieres, Emma, hablaremos de esto después.

—Gracias padre, buenas noches —respondió

—Buenas noches, madre—la beso y abrazo.

Se dio media vuelta, y con una meta fija en mente, salió triunfante de la habitación.  

****

—¡Señorita Cordelia! ¡Señorita Cordelia! — A lo lejos escucho su nombre, era Margareth la doncella ¿Se habrá pasado la hora del almuerzo? ¿O de la merienda? Siempre era lo mismo, se pasaba por alto la comida, podría pasar horas cuidando sus rosas, leyendo libros, cambiando de vestidos a toda su colección de muñecas de porcelana, o como justo ahora estaba acostada en la grama, simplemente observando como las hormiguitas una tras otra formaba filas llevando hojas secas para escalar el tronco seco, pero siempre sola… le encantaba estar sola.

   La única compañía que disfrutaba era la de su familia y los empleados de la casa, por supuesto la de su adorada haya Martha, quien era como una segunda madre para ella y su hermana.

— ¡Señorita Cordelia! — gritó la doncella de nuevo, se sentó de mala gana, levanto el brazo para que Margareth la viera, llegó corriendo hasta ella sin aliento.

—¡Señorita… Su… Señora madre... La busca… Está molesta porque… ¡Usted se saltó la merienda!

 — ¡Oh!, era la merienda- dijo con tono burlón, y sonriendo se rascó la cabeza— avísale que ya me lo comunicaste.

— ¡Oh, no señorita! Tiene que venir conmigo, la señora me dijo que si usted se hacía la graciosa… Que la llevara a rastras hasta su presencia—concluyó con la cara roja de vergüenza, mirando al piso y estrujando su delantal.

   Cordelia la miro divertida, Margareth era las más jóvenes de las doncellas de la casa, un año mayor que Emma, y, sin embargo, era tan pequeña y delgada que pensó la primera vez que la vio, que tenía trece o catorce años. Se preguntaba ¿Cómo la arrastraría?

— ¡Muy bien!, dile que me encontraste, me diste su recado, me negué a regresar, tuvimos una pelea cuerpo a cuerpo, por supuesto gane yo, nadie creería que ganaste tú, que me volví como loca probamente por la falta de comida y comencé a hablar con las hormigas y…

— ¡Pero usted habla con las hormigas! —la interrumpió Margareth

Cordelia se retorció de la risa.

— ¡Cielos tienes razón! E incluso les puse nombres mira, esa es Gertrude, Hansel, Chase es la que se le partió una patita…

   Se detuvo al ver la cara de angustia de Margareth, que probamente estaba preocupada de lo que le pasaría, si no cumplía las órdenes de su madre, que solía ser bastante autoritaria con la servidumbre, si no la obedecían.

   Se le partió el corazón y se levantó del piso, se apresuró a decir sujetando sus manos.

—Tranquilízate Maggie, voy a regresar contigo, solo estaba bromeando — me conoces desde hace un par de años, ya deberías saber cuándo no hablo en serio.

 —Sí, lo sé, señorita, pero también conozco a su madre… Y por favor ya no se dirija a mí como Maggie, porque si no…

 — ¡Lo sé! —y poniéndose muy derecha con la cara estirada, imitó la pose y voz de su madre: “Cordelia deja de tratar con tanta familiaridad a la servidumbre, tú perteneces a unas de las familias más ricas e influyentes de Inglaterra, algún día te casarás, por lo que serás la señora y ama de tu casa, y deberás llevar con mano firme a la servidumbre como lo hago yo”

— ¡Por dios! Actuó igual que ella—dijo Margareth *p*n*s aguantando la risa.

— ¿Verdad?, tengo talento! Debería huir de casa y convertirme en actriz de teatro.

— ¡Qué dios no lo permita! ¡Su padre la mataría! —respondió la doncella con los ojos muy abiertos— Sí, ya sé que está bromeando, señorita, ¡Pero con usted nunca se sabe…!

   Se quedaron viéndose a la cara y luego se rieron a carcajadas al mismo tiempo.

—Ven regresemos a la casa, que tengo que recibir el sermón de mi madre.

Capítulo 2

En su habitación, Emma andaba de un lado a otro muy nerviosa. Habían pasado dos días desde su conversación con sus padres y no había logrado encontrarse con Jasper Hudson. Solo obtuvo información a través de una de sus doncellas, quien le informó que Jasper había hecho un viaje sorpresa a Italia, pero estaría de regreso durante el fin de semana.

¿Valdría la pena el plan que tenía en mente? ¿Por qué se esforzaba tanto? La verdad era que estaba obsesionada con ese hombre. Desde aquel incidente ocurrido hace dos años, cuando creía que ya lo había olvidado todo, siempre se encontraba con él en algún evento social. Y esa sonrisa irónica que tanto le molestaba... ¿O le gustaba?  Volvió caminar nerviosa, dando vueltas, se dirigió hacia el espejo de su tocador y se apuntó con el dedo.

 — ¡Vamos Emma! Lo que tanto te molesta, ¡Es que no caiga a tus pies como los demás hombres!, que te ignore — se alejó del espejo y empezó caminar nerviosamente de nuevo—¡Y después de lo que hizo,

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