
Oscura Tentacion
- Genre: Paranormal
- Author: Totomo Injobua
- Chapters: 50
- Status: Completed
- Age Rating: 18+
- 👁 286
- ⭐ 7.1
- 💬 15
Annotation
Valeria Martín nunca imaginó que aceptar un trabajo como asistente personal en la imponente empresa De la Vega Internacional cambiaría su vida para siempre. Alejandro de la Vega, su nuevo jefe, es tan arrogante como enigmático, un hombre que parece ocultar un secreto tan oscuro como su mirada. Lo que Valeria no sabe es que Alejandro no es humano, sino un vampiro inmortal marcado por siglos de soledad y poder. Para él, Valeria representa más que una simple empleada: ella es la clave de un antiguo misterio que podría alterar el equilibrio entre el mundo de los vampiros y los humanos. Mientras una atracción peligrosa se enciende entre ellos, Valeria descubre la verdad sobre Alejandro y el mundo sombrío que lo rodea. Pero en un juego de deseo, traición y secretos mortales, ¿podrá el odio que los separa resistir el fuego de la pasión que amenaza con consumirlos a ambos? En un universo donde la oscuridad domina y la luz *p*n*s sobrevive, "Obscura Tentacion" es una historia de enemigos condenados a amarse en contra de todo.
Chapter 1
Capítulo 1
Una serie de desastres perfectamente calculados
Trabajar en una empresa de renombre como De la Vega Internacional había sido, al principio, un sueño. Pero en el momento en que conocí al mismísimo Alejandro de la Vega, ese sueño se transformó rápidamente en una pesadilla.
El día en que mi vida laboral comenzó oficialmente fue también el día en que descubrí que el karma es un concepto muy real.
La alarma no sonó. Bueno, técnicamente lo hizo, pero yo había olvidado cargar mi móvil, así que no sirvió de nada. Llegué corriendo, con *p*n*s dos minutos para presentarme en la reunión matutina con el mismísimo jefe. Claro, eso fue después de que me tropezara con la alfombra de la entrada y derramara mi café encima de mi blusa blanca.
Cuando finalmente llegué a la sala de conferencias, con el cabello todavía húmedo por la lluvia y mi dignidad en pedazos, allí estaba él: Alejandro de la Vega, sentado al final de la larga mesa, observándome como si yo fuera un insecto al que estaba considerando aplastar.
—¿Esta es la nueva asistente? —preguntó con una voz profunda y calculadora, mientras arqueaba una ceja perfectamente esculpida.
—Eh... sí, señor de la Vega. Disculpe el retraso —respondí, intentando recomponerme mientras me acomodaba en una silla.
No sé qué fue peor: el hecho de que todos los ojos estaban sobre mí o que, al sentarme, la silla rodó hacia atrás, dejándome caer de espaldas al suelo.
—¿Siempre hace entradas tan dramáticas o es una habilidad especial para impresionarme? —preguntó Alejandro, sin molestarse en ocultar su tono burlón.
Me levanté rápidamente, sintiendo el calor en mis mejillas.
—Solo estoy calentando motores, señor. Espere a verme en acción.
Un par de risitas se escucharon en la sala, pero él no parecía divertido. De hecho, su expresión no cambió ni un milímetro.
—Espero que "en acción" implique ser puntual y competente. No tengo paciencia para incompetentes, señorita Martín.
Y ahí estaba. El insulto envuelto en formalidad. Una especialidad de la casa.
—Por supuesto, señor. No lo decepcionaré.
Spoiler: Claro que lo hice.
---
Después de la reunión, me llamaron a su oficina. El despacho de Alejandro era una mezcla de lujo minimalista y una vibra siniestra que no sabía explicar. Él estaba de pie junto a una ventana enorme, con las manos cruzadas detrás de la espalda, como si fuera un villano sacado de una película.
—Siéntese —ordenó, sin siquiera mirarme.
Me senté, intentando no mover demasiado la silla por miedo a otra catástrofe.
—Dígame, señorita Martín, ¿cree que está cualificada para este trabajo?
—Absolutamente.
—¿Y cómo explica entonces el desastre de esta mañana?
—Mala suerte. Pero no se preocupe, señor. Tengo más recursos que una gata con nueve vidas.
Él se giró hacia mí, con una media sonrisa que no auguraba nada bueno.
—Espero que esos recursos incluyan habilidades reales, porque aquí no hay margen para errores.
—Lo entiendo perfectamente, señor. Aunque, si me permite decirlo, sería más fácil concentrarme si no tuviera que preocuparme por derramar café mientras corro bajo la lluvia.
Él ladeó la cabeza, como si estuviera evaluando si mi comentario era un desafío directo.
—¿Está insinuando que mi empresa no proporciona un ambiente de trabajo adecuado?
—No, señor. Estoy insinuando que soy lo suficientemente competente como para sobrevivir incluso en un ambiente de trabajo hostil.
—Interesante. Veremos cuánto dura. Puede retirarse.
Me levanté, decidida a no mostrar ni un rastro de debilidad. Pero, claro, al dar el primer paso, mi zapato quedó atascado en la alfombra y casi caigo de nuevo. Logré mantener el equilibrio, pero no antes de escuchar su risa baja y sarcástica detrás de mí.
—Impresionante, señorita Martín. Realmente está llena de sorpresas.
Salí de su oficina sintiéndome humillada, pero también extrañamente decidida. Nadie iba a hacerme retroceder, ni siquiera ese arrogante de la Vega.
---
El resto del día fue un desfile de errores catastróficos. Confundí las tazas de café y le serví té a un cliente importante. Derramé papeles en el ascensor y, para rematar, bloqueé mi propio ordenador intentando acceder a un archivo.
Cuando finalmente llegó la hora de salir, Alejandro me llamó de nuevo a su oficina.
—¿Está intentando batir algún récord de incompetencia en su primer día? —preguntó, apoyándose en el borde de su escritorio con los brazos cruzados.
—Si lo estuviera, creo que ya habría ganado. ¿Hay algo más, señor, o puedo retirarme para prepararme para el segundo día más eficiente de su vida?
Él soltó una carcajada seca.
—Es curioso, señorita Martín. A pesar de todo, no parece dispuesta a rendirse.
—Rendirme no está en mi contrato, señor.
Por un momento, su expresión cambió. Algo oscuro y casi... intrigado cruzó su rostro. Pero desapareció tan rápido que pensé que me lo había imaginado.
—Muy bien. Pero no olvide esto: un error más, y no habrá "segundo día".
—Entendido, señor. Buenas noches.
Mientras salía de su oficina, no pude evitar sonreír para mí misma. Puede que fuera un desastre ambulante, pero no iba a dejar que ese vampiro emocional me aplastara.
O al menos eso pensaba, porque al llegar a casa descubrí que había olvidado mi bolso... en su oficina.
Suspiré profundamente al darme cuenta de mi última hazaña: mi bolso, con mi billetera, mis llaves y mi dignidad restante, estaba ahora en el despacho del hombre más arrogante del universo. Intenté convencerme de que no sería tan malo regresar, pero mi cerebro gritaba en pánico: "¿Vas a enfrentarlo otra vez hoy? ¿EN SERIO?"
Suspiré profundamente al darme cuenta de mi última hazaña: mi bolso, con mi billetera, mis llaves y mi dignidad restante, estaba ahora en el despacho del hombre más arrogante del universo. Intenté convencerme de que no sería tan malo regresar, pero mi cerebro gritaba en pánico: "¿Vas a enfrentarlo otra vez hoy? ¿EN SERIO?"
Pero no tenía opciones. Sin mi bolso, no tenía ni cómo volver a casa. Así que, con el alma en los pies y mi orgullo pisoteado, volví al edificio.
El vigilante de seguridad me miró con incredulidad.
—¿Olvidaste algo, señorita?
—Solo mi bolso. Y mi amor propio —murmuré, aunque no creo que haya escuchado la última parte.
Al subir al ascensor, me mentalicé. “Solo entra, recoge el bolso, di ‘gracias’ y sal corriendo antes de que pueda humillarte de nuevo.” Fácil, ¿no?
Cuando la puerta del ascensor se abrió en el piso de la oficina, todo estaba en penumbras. "Perfecto, ahora parece una película de terror," pensé, mientras mis tacones resonaban en el suelo silencioso. Llegué a la puerta de su despacho y toqué con timidez, esperando que no estuviera allí.
—Adelante —dijo una voz profunda desde el otro lado.
"Maldita suerte." Abrí la puerta con cuidado y lo vi allí, apoyado en el borde de su escritorio, con la chaqueta del traje colgando del respaldo de su silla y las mangas de su camisa arremangadas, dejando al descubierto unos antebrazos que, lamentablemente, eran bastante impresionantes.
—¿De nuevo aquí, señorita Martín? —preguntó con una media sonrisa que no auguraba nada bueno.
—Olvidé mi bolso. Solo vine por eso.
Él señaló el sofá al otro lado del despacho, donde efectivamente estaba mi bolso. Caminé hacia él, decidida a ignorar su mirada fija en mí.
—¿Siempre es tan descuidada? —preguntó mientras recogía mi bolso.
Me giré para responder, pero antes de que pudiera hablar, algo extraño sucedió. Las luces titilaron, y una ráfaga de aire frío recorrió la habitación. Me detuve en seco, sintiendo un escalofrío que no tenía nada que ver con la temperatura.
—¿Qué fue eso? —pregunté, mirando alrededor.
Él no respondió de inmediato. Su expresión se endureció, y sus ojos, que antes parecían solo arrogantes, ahora tenían un brillo peligroso.
—Nada que le concierna, señorita Martín. Váyase.
—Pero yo...
—VÁYASE. —Su voz fue un gruñido, tan bajo y tan lleno de autoridad que me paralizó.
No necesitó repetirlo. Salí del despacho casi corriendo, con el corazón latiendo como si acabara de escapar de algo mucho más peligroso que un jefe irritante.
Mientras esperaba el ascensor, escuché un ruido extraño detrás de mí. Me giré lentamente, pero el pasillo estaba vacío. Sin embargo, la sensación de que alguien me observaba no desapareció.
Al entrar al ascensor y presionar el botón del piso bajo, me permití respirar de nuevo. Algo no estaba bien con Alejandro de la Vega. Algo mucho más oscuro y aterrador de lo que podía imaginar.
Y aunque no quería admitirlo, una parte de mí estaba más intrigada de lo que debería.
Chapter 2
Capítulo 2
Secretos y primeras advertencias
Dormí mal esa noche. Bueno, técnicamente no dormí. Cada vez que cerraba los ojos, recordaba la mirada de Alejandro cuando las luces titilaron. No era la expresión de un hombre molesto con su empleada torpe; era algo... más profundo, más oscuro. Algo que me helaba la sangre y, al mismo tiempo, encendía mi curiosidad.
“No te metas en problemas, Valeria.” Era lo que me repetía mientras caminaba hacia la oficina al día siguiente, tratando de concentrarme en el hecho de que necesitaba ese trabajo y no en el comportamiento extraño de mi jefe.
Claro, el destino tenía otros planes.
Entré al edificio con mi mejor "cara de profesional", pero *p*n*s crucé la recepción, una figura alta y familiar apareció frente a mí.
—Llega temprano hoy. Un progreso notable, señorita Martín.
Me detuve en seco al escuchar su voz. Alejandro de la Vega estaba parado justo al lado del mos