La Vasija Sagrada

El Comienzo en el mundo siempre hay equilibrio, algunos lo llaman Dios, otros destino, algunos lo llaman karma. Pero sigue siendo lo mismo, una fuerza inexplicable que equilibra todo para que prosiga hacia dónde deba. Podemos ver esto por ejemplo, cuando un ser vivo se multiplica demasiado su alrededor colapsa haciéndolo desaparecer o reduciendo su cantidad hasta que se vuelva inofensivo. Adaptando el hábitat para que la desaparición de ese ser no desarme el orden y así el mundo prosiga en armonía y paz hasta el próximo camino.

Eso ocurrió a los humanos, crecieron demasiado, sus acciones destruyeron al mundo, agotaron su fuente de alimento, arruinaron sus posibilidades de sobrevivir. Y la fuerza lo sabía, se encargó del humano enfermándolo, sacándole recursos, atacándolo con inundaciones, sequías, creando guerras entre ellos y matándolos bruscamente. Tales actos inevitablemente hirieron al planeta, pero a un leve precio comparado con lo que habría pasado si la fuerza no hubiera intervenido. Con el tiempo el planeta se recuperó y los pocos humanos que sobrevivieron volvieron a crear una civilización, pero la maldición de su pasado les cayó encima nuevamente, todos los avances tecnológicos y científicos que habían logrado se volvieron un peligro. Después de las guerras por los recursos y las tierras, las sequías, terremotos, bombas químicas y bioquímicas, todo el planeta se había transformado. Él núcleo había explotado por causa de constantes impactos en la superficie. dividiéndolo por un muro de fuego. Un lado quedó cubierto de nubes químicas y oscuras, haciendo que la tierra y los seres de ese lugar no recibieran luz solar y tuvieran que mutar para sobrevivir. No tardaron en morir o transformarse en ese lado en bestias y seres violentos. Mientras que en la otra cara de la tierra no hubo grandes cambios, los químicos y gases provocaron la mutación de los animales y plantas, pero como el ambiente no cambió drásticamente la vida siguió igual, las cadenas alimenticias no se deformaron, la paz y la belleza se acomodó de nuevo. Los humanos afortunados que sobrevivieron en ese lado de la tierra y estuvieron expuestos a los gases, desarrollaron lo que muchos llamarían magia o poderes.

La civilización renació y el humano intentó recrear el pasado, pero con la tecnología desaparecida y los avances descubiertos perdidos tuvieron que crear todo de nuevo, volviendo a la llamada época medieval. Una época en la historia de la cual les sería fácil renacer. Con el tiempo se formaron reinos y alianzas, el humano volvería a condenarse, todos los conocimientos antiguos estaban perdidos. Nadie se daba cuenta de lo que podría ocurrir otra vez.

Pasaron siglos y el planeta se acomodaba de nuevo, después de tanto tiempo los humanos crearon mitos, cuentos, libros sobre el comienzo de la vida y sobre el muro de fuego. De modo que para los nuevos humanos la vida había comenzado en el momento que surgió el muro. Los dioses habían creado al humano para proteger al mundo de lo que podría ocultarse ahí. La creencia era que el muro era una división entre el orden y el caos; que si por algún motivo era atravesado se encontrarían con oscuridad y vacío.

Pero nada dura para siempre, y la muralla de fuego empezó a debilitarse, había llegado a su límite y el núcleo que una vez se había expandido ahora se contraía, causando esta debilidad en la muralla.

El hecho de quedar expuestos al caos y a lo desconocido causó pánico en el humano, creando un alto en las guerras entre ellos y haciendo que todos estuvieran alerta.

—Qué bella está la noche— dije sonriendo mientras miraba la luna pensando en cómo actuar.

—Si...—dijo Hirune— aunque todavía no me has dicho para que me trajiste aquí— siento su mirada y me pongo nervioso.

—Aki, qué te pasa? Se te nota raro...—la miro y ella se sonríe. Suspiro y me preparo para decirle todo lo que siento por ella— Hiru...—

Un ruido a vidrio roto me distrae e inmediatamente me levanto para ver qué pasa — qué ocurre Aki?— dice Hirune preocupada mirando alrededor.

A unas casas de distancia un grupo de personas estaba entrando por una ventana—Un grupo de ladrones— digo con odio— están entrando a la casa del señor Heninton.— camino hacia el árbol que tocaba con el techo donde estábamos.

— ¿a dónde vas?— susurra ella

— ¿no es obvio?— salto del techo antes de que me diga nada y me alejo hacia la casa lentamente.

Mientras me acerco a la casa escucho ruidos y voces ¿Cómo era posible que el dueño de esa casa no se había alert