
Lobo feroz
- Genre: Werewolf
- Author: Angie Pichardo
- Chapters: 31
- Status: Completed
- Age Rating: 18+
- 👁 128
- ⭐ 7.5
- 💬 5
Annotation
¿Qué sucede si siempre estuvimos equivocados en cuanto al lobo feroz? ¿Qué tal que los enemigos sean quienes menos te imaginas? ¿Amarías a la "bestia" cambia formas? O... ¿Te unirías al cazador para cazarlo? En las afueras del pueblo; allí, en el bosque adornado de densas nieblas, árboles frondosos, arbustos y plantas enredaderas; el peligro acechaba y el temor de ser cazados por el lobo feroz mantenía a los pueblerinos alejados de aquel tenebroso lugar. ¿Qué le sucederá a la nueva habitante cuando se vea en medio de este y frente a frente a la temida bestia?
Prefacio, epígrafe e introducción
Prefacio
Sus dedos escurridizos me rozan la piel con delicadeza, mientras que su aliento me quema el cuello; como respuesta, me muerdo el labio inferior y mis gestos se tornan seductivos.
A causa de la anticipación de lo que sé que sucederá, todos los vellos del cuerpo se me erizan y un leve estremecimiento me recorre por completo.
No soy virgen, pero por alguna extraña razón, siento como si esta fuera mi primera vez. Los nervios me provocan temblores y varios escalofríos me causan espasmos en todo mi interior, con gran vehemencia.
Su roce se torna atrevido, al tiempo en que sus dedos viajan hasta llegar a mis pechos.
Me muerdo los labios con fuerza una vez más.
¿Es normal que esté tan sensible ante sus caricias?
Su boca busca la mía y cedo; me entrego a todo lo que quiere hacerme, entiendo que quiere comerme.
Caemos sobre la cama y sus labios viajan por toda mi piel, haciéndome estremecer por el cosquilleo placentero que sus besos me provocan. Dejo salir suspiros sonoros e inundo la oscura habitación con mis jadeos...
Extasiada por el placer que sus caricias me brindan, lo miro los ojos y es cuando caigo en cuenta que estos que brillan en la oscuridad, cual cazador a la espera del tiempo perfecto para ir por su presa y asirse de ella sin piedad.
Es cuando lo veo transformarse y descubro se verdadera naturaleza.
De un momento a otro, su belleza se torna diferente y su humanidad se esfuma. Por mi parte, me quedo contemplando su hermosura y me atrevo a mirarlo a los ojos sin un atisbo de temor...
—Amado, ¿y esos ojos tan grandes? —pregunto fascinada, mas no hay respuesta de su parte.
—Amor mío, ¿desde cuándo te creció tanto la nariz?
Sin expresar palabras, su mirada plateada me escudriña con intensidad.
—Dime, cariño, ¿por qué son tan grandes tus manos? ¿Y esas orejas?
Trago pesado al no escuchar su voz y ahora sí me da miedo la manera en que me observa.
—Mi amor, ¿me dirás por qué es tu boca tan grande?
Epígrafe
Ve, caperucita; llévale esta torta de miel a la abuelita que está enfermita.
Ve, caperucita; pero toma el camino seguro y no te entretengas en el bosque.
Ve, caperucita; sin embargo, recuerda que debes ir con prisa; por lo tanto, no juegues ni te distraigas en medio del bosque, dado que en la oscuridad de los árboles unos ojos grises brillan y un cuerpo de pelaje plateado acecha.
Ve, caperucita; mas date prisa, camina sin mirar atrás; por favor, no te dejes hipnotizar. Corre, caperucita, que el lobo detrás tuyo está; corre, que el lobo te comerá.
Cuentista
Érase una vez, una gran nación llamada Hadima. Estaba dividida en ocho pueblos y varias comunidades. El pueblo principal y moderno llevaba el mismo nombre de Hadima, al igual que el imponente bosque que ocultaba a otras naciones especiales.
El bosque Hadima era único por el poder que en él se escondía, debido que era un espacio infinito que ocultaba naciones jamás vistas y seres maravillosos. Las naciones más temidas eran la de los licántropos, quienes se dividían en dos especies diferentes: Los hombres lobos y los metamorfos o cambia formas. Aunque ambas especies cambiaban su figura, los hombres lobos se convertían en una bestia con apariencia humana y animal, mientras que los metamorfos se transformaban en un enorme lobo.
Y es así como empieza esta historia…
Regresa a casa
Aliana
Érase una vez, en una pequeña aldea que estaba rodeada de grandes montañas; allí había una casa de madera, donde vivía una niña a quien le gustaba jugar en el bosque con los animalitos. Dado que ella siempre usaba una capa de color carmesí, todos la llamaban «Caperucita roja» ...
Dejo de escribir cuando el tren avisa mi estación, la última, por cierto, entonces cierro la libreta y la guardo dentro de mi mochila junto al lápiz que estaba utilizando. Una vez estoy lista para salir, agarro el asa de mi maleta con la intención de arrastrarla hacia la salida; sin embargo, el choque brusco de parte de algún distraído me hace tambalear.
—Perdón —dice la persona que me ha chocado y maltratado el hombro en el acto. Trato de no gruñir por el dolor causado por el golpe y me limito a asentir con la cabeza—. ¿Cómo te llamas? —inquiere él, como si pararnos en medio del pasillo a conversar fuera una buena idea; pero como no lo es, d