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La maldición de la mestiza.

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Annotation

Morgana es una mestiza, su padre, un hombre lobo; su madre, una bruja oscura. Tras la guerra en su manada "Luna de Sangre", perdió a sus padres y a su compañero, Ricky. Con la muerte de su compañero, su loba, Eve, murió. No soportó la pérdida. Consiguió escapar con unos pocos jurándole la muerte al alfa Allen, el maldito que acabó con su vida. Sola, fundó el "Reino Oscuro", donde acogía a diversos seres mágicos que eran rechazados por sus familias de formas injustas. Mientras, reunía un ejército para vengar la muerte de sus padres, su compañero y su loba, Eve. Pero la diosa Luna siempre tenía otros planes, y Morgana se ve envuelta en una historia con otro lobo. Se deberá enfrentar a ella misma para lograr su venganza o, en cambio, olvidarse de ello, lo cual no era una opción para ella.

Capítulo 1: Ecos del pasado

Morgana.

Sentía el cuerpo dolorido, el frío suelo me envolvía y un líquido viscoso y caliente salía de mi cabeza. El olor a sangre me rodeaba, junto con el hedor de la muerte y los gritos y gruñidos lejanos. No podía ver nada, tampoco era capaz de abrir los ojos, lo único que podía hacer era llorar.

- Eve... respóndeme, por favor. - ahogué mis palabras en un sollozo, deseando con todas mis fuerzas que mi loba surgiese de mi mente y me hablase. Pero lo único que podía sentir de ella era su dolor, el dolor de haber luchado en esta guerra.

Sentí como unos brazos me rodeaban y un cosquilleo familiar me recorría el cuerpo. Era Ricky, mi compañero, mi mate. Era un gran guerrero de mi manada "Luna de Sangre". El Alfa lo nombró jefe de guerreros y yo me sentía muy orgullosa de él. Era el lobo más fuerte que conocí, y el mejor compañero que la Diosa pudo darme.

Escuchaba el murmullo de mi alrededor y entre esos sonidos me parecía escuchar su hermosa voz. Me esforcé todo lo que pude para abrir los ojos y poco a poco lo fui consiguiendo. Lo primero que vi fueron los ojos ámbar de mi compañero, llenos de preocupación y miedo. Una leve sonrisa se formó en sus labios mientras mi mirada le escaneaba para comprobar que estuviese bien.

Gracias Diosa, estaba bien.

Llevé mi palma a su mejilla y él se pegó más a mi mano, rodeándomela con la suya y dándome un suave beso en la palma.

- Tienes que levantarte, amor. Las cosas no están bien y no puedes quedarte aquí expuesta. - me dijo con una voz suave y grave que siempre conseguía derretirme. Asentí e intente moverme, aunque el dolor de mi cabeza no me permitía realizar movimientos rápidos. Decidí usar mi magia para aliviar mi dolor y, de esa manera, poder seguir luchando por mi manada. Ricky me ayudó a levantarme sujetándome con su brazo por la cintura y tirando de mi suavemente con su otra mano. Una vez estuve de pie le di las gracias y asentí con un movimiento suave de cabeza cuando me preguntó si estaba bien. Pasé las manos por el cuello de Ricky hacia su nuca, enredé mis dedos en su media melena castaña y lo besé, en un intento de aliviar mi preocupación por él. Tras unos segundos me alejé para contemplar su hermoso rostro.

- Te amo Ricky, ten cuidado. - le susurré en sus labios, dándole un ligero beso y adentrándome en el bosque con las otras brujas, entre ellas mi madre. Vi como Ricky se transformaba en su gran lobo color chocolate y una sonrisa apareció en mi rostro, era increíble y era perfecto para mi.

Me acerqué al círculo de brujas oscuras formado por el aquelarre de mi madre, donde estaban recitando unos cánticos invocando un poderoso hechizo para acabar con esta guerra. Me uní a ellas y a sus cánticos, sentí la magia fluir por mi cuerpo y como drenábamos todo nuestro poder sobre el símbolo grabado en el suelo. Mis ojos se iluminaron de un brillante violeta mientras recitaba los cánticos. Era una característica de las brujas oscuras antiguas, de las que descendía mi madre y, por tanto, yo.

Sentía presencias a nuestro alrededor, pero estábamos en guerra y la presencia de guerreros de ambas manadas se encontraban en todos lados, pero mi loba me habló: "Detrás de ti". Fue *p*n*s un susurro, estaba muy herida, pero lancé un potente hechizo a mis espaldas haciendo volar por los aires a dos guerreros enemigos, que acabaron estampándose contra unos árboles lejanos. Fue entonces cuando fui consciente de nuestra situación, pues me encontraba en trance mientras recitaba el hechizo. La mayoría del aquelarre tuvo que dejar el hechizo para poder defenderse y ayudar a las demás. Luché con mi magia a la espera de que Eve se encontrase mejor y pudiese compartir el control conmigo.

Tras innumerables hechizos y mi cuerpo casi debilitado por el uso de magia, Eve pudo compartir el control conmigo y, entre hechizos con mi magia oscura, de forma menos frecuente, y mis garras de loba, desgarré y maté a muchos guerreros. Busqué con la mirada a mi madre, la encontré a unos metros, yacía en el suelo, pálida. Corrí hacia ella y no pude evitar las lágrimas que me escocían los ojos al tocar su cuerpo frío sin vida. Grité y exploté en llanto, pidiéndole a la Diosa que no se la llevara, intenté lanzar un hechizo para que sanase, lo intenté todo. El hechizo que lancé para intentar sanarla casi me cuesta todo, comencé a sangrar por la nariz debido al sobreesfuerzo. Me limpié con la manga de mi vestido, cerré los ojos notando como las lágrimas suicidas se lanzaban de ellos. Inspiré profundamente, en un inútil intento de aliviar la presión en mi pecho. Mi madre se había ido. Dejé su frío y pálido cuerpo sobre la hierba mojada de sangre y besé su frente. Adiós mamá.

Sin darme un respiro, volvieron a atacarme por la espalda mientras me despedía de mi madre. Esta vez tenía más rabia y luché buscando matarlos lo más rápido posible, llegando a usar al extremo mi magia. Perdí a mi madre. Me vi obligada a luchar mientras lloraba su perdida. Mi nariz comenzó a sangrar de nuevo, pero nada me importaba menos. Utilizaría todas mis fuerzas y la de mi loba para acabar con estas alimañas.

Salí del bosque hacia el claro de nuestra manada, destrozada, con lágrimas aún corriendo por mis mejillas y rastros de sangre sobre mis labios y sobre el vestido. Focalicé mi magia en cada lobo de la manada enemiga deseando su muerte. Pronto sentí un dolor distinto provocado por el sobreesfuerzo por usar mi magia. Me ardían los dedos, al punto de dolerme como si me los rompieran, pero seguí sobreexigiéndome y usando mi magia oscura, mientras mis ojos emitían el brillo violeta característico de mi estirpe. Mi mirada recorrió el lugar en busca de mi padre, y lo encontré. Vi como lo asesinaba el alfa Allen de la manada "Luna Nueva". Un grito ahogado salió de mis labios.

- No... - liberé todo el aire de mis pulmones, precedido de un sollozo que me dejó sin respiración. Sentía los ojos hinchado, pero no había señales de que fuesen a dejar de llorar pronto. En ese momento perdí a mi padre también.

Me enfurecí mientras seguían corriendo lágrimas por mis mejillas. Utilicé mi magia para alcanzar al alfa, pero no pude. Sus guerreros obstaculizaron mi hechizo y me atacaron por la espalda. Sentí mi sangre carmesí recorrer mis brazos debido a la herida que me habían provocado en la espalda. Los aparté con mi magia, aún sabiendo que había sobrepasado mi límite, pero lo único que me importaba era salvar a mis seres queridos. Mis dedos se volvieron negros desde las puntas hasta la mitad, mis uñas largas y puntiagudas estaban negras. La magia me había quemado las partes más lejanas de mis manos, entonces dejé de usarla. Sabía qué significaba y, si continuaba con el uso desmesurado de mi magia, ésta acabaría por consumirme y quemarme. Compartí el control con Eve, que estaba mucho mejor, el poder curativo de los lobos supongo, y fui desgarrando gargantas y pechos con mis negras garras, manchándome aún más de sangre.

La guerra parecía no acabar, cada vez habían más cuerpos en el suelo, más olor a sangre y muerte, y mi manada estaba destruida. Miles de cadáveres yacían en el suelo asesinados, niños, mujeres, ancianos, guerreros... todos muertos. Recorrí con mi mirada todos mis alrededores, viendo como íbamos perdiendo la guerra, como el alfa Allen ganaba. Me dolía el corazón por la pérdida de mis padres, no podía controlar las lágrimas. La visión ante mi era aterradora. Mi manada estaba totalmente destruida, quemada. Mi gente estaba siendo masacrada por ese estúpido alfa. Nadie sabía qué quería, ni por qué atacó así mi manada. Sabíamos que era cruel y despiadado, pero no pensamos jamás que se atreviese a ir por una de las manadas más antiguas. Una de las pocas que tenía magia arcana.

Sentí una presión nueva en el pecho, jamás sentí algo así. El nudo que se formó de repente ocupaba todo mi pecho y mi garganta. Sentía que me faltaba el aire, obligándome a hiperventilar.

- ¡Ricky! - fue lo primero que pensé. Un dolor así podía ser provocado por el vínculo, lo sabía. Se me aceleró el corazón, parecía que se saldría de mi pecho. Recorrí todo el terreno en su búsqueda, pero no estaba en el campo de batalla. Me concentré en su olor con la ayuda de Eve, y éste me llevó hacia un claro del bosque. Allí puede ver a Ricky y al alfa Allen, ambos en posición de amenaza lanzándose gruñidos feroces. Corrí lo más rápido que pude para llegar a Ricky y ayudarlo.

- ¡Ricky ya voy, por favor aléjate! - grité por nuestro enlace de pareja.

- ¡No, Morgana, no vengas, es peligroso! - Ricky me respondió tan rápido que no pude procesar la escena que tenía frente a mi. El alfa Allen se lanzó por él.

- No... - se me escapó un grito ahogado y corrí hacia ellos compartiendo el control con Eve. Tenía miedo de utilizar mi magia y dañar a Ricky por no tener una visión clara del lugar por la densidad de los árboles. Llegué al claro temblando de miedo.

- ¡Alfa Allen ya basta! - grité interponiéndome entre él y Ricky con los brazos abiertos- Enfréntate a mi b*st*rd*. - escupí con desprecio. Ricky me miró con preocupación y el alfa Allen me miró con una sonrisa maliciosa.

- ¿Y si no qué harás maldita mestiza? - murmuró con burla. Apreté los puños a mis laterales, provocándome heridas en las manos por las garras. La sangre comenzó a brotar, pero el dolor no era tan malo como el que sentía en mi pecho. Comencé a canalizar mi energía contra él, sintiendo mi magia y mi rabia recorrer mi cuerpo. Mis ojos brillaban. Una luz violeta envolvió el lugar. Estaba dispuesta a acabar con él.

- Oh... - soltó el alfa Allen con asombro y una carcajada escapó de sus labios. La miré confundida, ¿por qué se reía? - Así que eras tú la descendiente de las antiguas brujas oscuras. - sonrió, mostrando toda su dentadura. Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Me buscaba a mi?

Lentamente se acercó a mi, mientras me mantenía en shock. Estaba metida en mis pensamientos. ¿Esto era mi culpa?

- ¡Aléjate de ella! - gritó Ricky, sacándome de mis pensamientos. Vi su lobo correr hacia el alfa Allen furioso.

- ¡Ricky! - le grité, acercándome para alcanzarlo. En *p*n*s unos segundo vi como el alfa Allen se lanzaba hacia Ricky, esquivando sus garras, y le clavaba sus caninos en el cuello, zarandeándolo hasta escuchar un crujido y asegurarse que lo había matado.

- ¡Ricky! ¡No! - fue todo lo que pude gritar mientras corría hacia él. Mi pecho se contrajo. Alcancé el cuerpo de Ricky, inmóvil, sin brillo en sus preciosos ojos de color ámbar. Un grito feroz y desgarrador salió de mi garganta mezclado con un fuerte gruñido de Eve, mientras sostenía el cuerpo sin vida de Ricky. Habían matado a mi compañero, al amor de mi vida. Grité con todas mis fuerzas a causa del dolor que sentí en mi pecho, liberando una ola de energía oscura mientras un brillo violeta nos rodeaba, lo que provocó que todos volviesen a sus formas humanas, mientras se cubrían las orejas con sus manos en un intento de no escucharme, y se alejaran de mi manada. Provoqué que toda la manada enemiga se desmayara. Provoqué la huida de muchos enemigos. Sentí como Eve se desvanecía, la perdía. Sentía como mi loba moría por la perdida de su compañero. Sentí un dolor que jamás podré describir. Ese día todo murió para mi.

Capítulo 2: Hoy

Morgana.

Me desperté sobresaltada, agitada, empapada en sudor frío y con la cara llena de lágrimas. Otra vez soñé con el recuerdo de aquel día, ese en que lo perdí todo. Ese maldito día que me quedé sola en este insufrible mundo, y descubrí que estaba siendo buscada. Pero, ¿por qué?

Me incorporé en la cama, húmeda por mi sudor, y me pasé las palmas de las manos por la cara. Cogí la jarra de agua fría de mi mesita auxiliar y me serví un vaso. Me lo bebí de un trago sintiendo como el nudo de mi garganta no me daba tregua para tragarme la maldita agua. Aparté las sábanas de seda negra y me levanté, fui al baño tambaleándome, necesitaba una ducha. Me quité el vestido camisón de encaje negro y me metí en la ducha. Enseguida salió el agua caliente que reconfortaba a mi frío y pálido cuerpo, pero sin embargo no conseguía reconfortar a mi alma. No era capaz de dejar de llorar mientras me miraba los dedos negros de las manos y mis uñas largas de color negro. Apr

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