
Híbrido
- Genre: Werewolf
- Author: Mariana_Tibisay
- Chapters: 31
- Status: Ongoing
- Age Rating: 18+
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- ⭐ 7.5
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Annotation
¿Alguna vez han pensado en la posibilidad de que los humanos no sean la única especie existente, además de los animales? En principio, yo me negaba a creerlo, es decir ¡Vamos! ¿Vampiros y hombres lobos? ¡No me jodas! Esos eran cuentos de terror y fantasías. Pero resulta que, para mi suerte o desgracia, ellos realmente existían y lo peor era que no solo se trataba de ellos. Todo era real. Brujos, sirenas, esfinges... Todo lo que nos contaban en nuestra niñez realmente existía y yo estaba demasiado involucrada con ellos. Mi vida realmente no era excepcional, tampoco fuera de lo común. Era una chica de 20 años que estaba en el tercer año de su carrera, vivía con mi madre en una zona céntrica de Canadá, aunque mis verdaderos orígenes eran venezolanos. Papá nos abandonó hace algunos años, tenía otra mujer, creó una nueva familia y decidió que la nuestra ya no era tan importante. Quizás, solo quizás, su abrupta despedida tuvo mucho que ver con mi primer cambio. El día en el que comenzaron mis pesadillas. Creo fielmente que todos llegamos a esta vida con un propósito, el mío estaba escrito incluso antes que naciera, realmente muchos siglos antes que llegara al mundo. Mi nombre es Amber León y esta es mi historia.
Capítulo 1
El sol ilumina el día tal como lo hace a menudo, puedo escuchar la melodía de los pájaros al cantar y el incesante ruido de los niños al correr. Ya son las 6 de la tarde y es hora de salir del colegio e irme a casa. No me detengo a esperar a mis padres, tengo 10 años y después de rogar mucho, puedo volver a casa sola y quizás darme una vuelta por el vecindario, aunque realmente hoy no tenía muchas ganas. Desde la mañana me sentía rara, con dolor de cabeza y una molestia general que se intensificaba con el pasar de las horas.
Antes de irme, me despido de los pocos amigos que tengo en este colegio y camino a paso normal. Luego decido apresurarme un poco para ver las tiendas, quizás así mi dolor de cabeza podía disminuir, aunque, fue en vano, pues el dolor jamás desapareció. No me tomó demasiado tiempo caminar hasta mi casa, menos cuando la molestia seguía allí, latente. Abrí la puerta de mi hogar, entré y por primera vez en todo el día, sentí un poco de alivio.
No me molesté en avisar que había llegado, solo dejé mi bolso en el sofá, fui a la cocina a beber agua y cuando iba subir las escaleras para dirigirme a mi habitación, los escuché. Estaban discutiendo otra vez y eso sinceramente, se había vuelto una costumbre diaria, sin embargo, esta vez todo se escuchaba realmente mal, tanto que decidí subir para espiarlos. Tuve cuidado de no ser descubierta, no quería que me castigaran otra vez. La discusión era tensa y larga, supuse que había pasado al menos una hora cuando mi padre dijo las palabras que tanto temía escuchar.
-¡NO PUEDO SEGUIR CON ESTO AMBAR! NO PUEDO FINGIR QUE TE AMO. -esa era la voz furiosa de mi padre.
-No te pido que finjas, Roger, solo... Quédate, no nos abandones, no ahora. -ella hablaba con la voz totalmente quebrada, estaba llorando, como siempre.
-No Ambar, esto no funciona. Al menos no para mí y no seguiré aquí, me iré hoy mismo. Después me encargaré de hablar con Amber y explicarle todo.
Estaba tan absorta escuchando y asimilando todo, que no me di cuenta cuando mi padre abrió la puerta, siendo descubierta en el acto. El rostro de mi padre demostraba el asombro de verme allí, de entender que yo había escuchado todo y que no había nada que explicar, ya todo estaba más que dicho.
-¿Por qué? -fue lo único que pude decir antes de que mis lágrimas nublaran mi vista. Era una niña después todo. Quería hacer tantas cosas. Ir hasta él, golpearlo, insultarlo y decirle que se terminara de largar, que ni mamá ni yo lo necesitábamos, que podía irse con su otra familia, que no nos importaría su ausencia. Pero en el fondo sabía que todo eso era mentira. Yo no podía decirle nada de eso porque no lo sentía. En mi interior había dolor y eso, eso era exactamente lo que estaba demostrando con mis lágrimas. Mi padre se hincó para quedar a mi altura y me abrazó.
-No es algo que puedas entender, hija. Pero... Pero yo seguiré siendo tu padre. Seguiré ahí para ti, como siempre.
Pero yo sabía que eso no sería así. Muy en el fondo, sabía que papá no volvería, que nada sería lo mismo, que finalmente nos dejaría. Y eso no se lo iba a perdonar jamás.
Me deshice de su abrazo y corrí hasta mi habitación, cerrando la puerta de un gran portazo y pasando el seguro. Necesitaba desahogarme, necesitaba dejar salir toda la rabia y la tristeza que estaba sintiendo y aquí, en esta habitación, no podía hacerlo. No cuando sabía que detrás de aquella puerta estaban mis padres rogando para hablar conmigo, para explicarme una situación que yo entendía perfectamente. No, no me quedaría aquí.
No sabía realmente si era por la rabia o por la tristeza que me embargaba, pero mi cuerpo empezó a temblar de una manera descomunal. No me gustaba la sensación, pero me brindaba una corriente de adrenalina tan fuerte que no dude en saltar por la ventana para salir de casa. No obtuve ni un rasguño, caí como siempre lo hacía cuando me escapaba de casa por cada pelea de mis padres.
Estaba cansada.
Subí mi rostro al cielo, detallando lo nublado que se encontraba y notando como se perdían los últimos rayos del sol en el horizonte. Giré mi cuerpo para detallar la casa que se encontraba a mis espaldas. La que un día albergó a una familia que aparentaba ser feliz, pero que en realidad se estaba desmoronando poco a poco. Me fui de allí antes de que mis padres se dieran cuenta que estaba afuera. Caminé sin un rumbo fijo por lo que deduje fueron horas, la oscuridad de la ciudad de Toronto no me intimidaba, pero tampoco era de mi total agrado, menos tomando en cuenta mi posición y situación actual.
Pensaba en todo y a la vez en nada. Supe que era muy entrada la noche cuando noté que ya no habían personas en la calle, así como también me había dado cuenta que estaba en una zona que desconocía por completo y que, por ende, estaba totalmente perdida. El miedo se estaba apoderando de mi pequeño cuerpo y el temblor en él se intensificó más, si es que eso era posible. Pronto, la lluvia empezó a caer torrencialmente por toda la ciudad, empapándome por completo y dificultando aún más las posibilidades de volver a casa. ¿Lo peor? No tenía otro sitio a donde ir.
Hasta donde tengo entendido, toda mi familia se quedó en Venezuela y los únicos en Canadá éramos mis padres y yo. El dolor de cabeza se había apoderado de mí y esta vez, por completo, logrando que mis pensamientos se disiparan y solo me concentrara en la terrible sensación de que me estaban taladrando el cráneo. Seguí mi camino, uno que me llevó a un parque aparentemente abandonado pues las atracciones estaban oxidadas, a simple vista se notaba que estaban dañadas y que nadie había jugado en ellas en un largo tiempo. El lugar estaba rodeado de maleza seca y callejones que no parecían ser confiables.
El dolor de cabeza se fue intensificando, así como el malestar en mis huesos. Necesitaba descansar, en definitiva, la caminata y la lluvia me estaban pasando factura. Me senté en un pequeño banquito del parque, pero nada más hacerlo, el dolor se hizo presente en todo el cuerpo. No sabía qué me estaba pasando, mi cuerpo dolía, escocía y temblaba. Llegó un momento en el que cada espasmo me provocaba arcadas y al final, terminé devolviendo la comida de todo el día en el mojado suelo. Cada arcada provocaba más dolor y ese dolor provocaba escozor en el cien por ciento de mi anatomía.
Quería gritar por ayuda, pero no había nadie allí que pudiera hacer algo por mí. Estaba empapada por la lluvia, tirada en el suelo, temblando de manera incontrolable, llorando y gritando por el dolor que me embargaba y nadie se acercaba. Era como si solo yo existiera, acompañada de la luna que emitía una luz hermosa, pero que no podía apreciar debido a mi situación. Si quizás me hubiese quedado en casa, nada de esto estuviera pasando o quizás, tendría a mis padres ayudándome. Me sentía morir y lloré aún más fuerte porque, si moría, no cumpliría ninguna de mis promesas.
No iba a crecer y trabajar para darle una mejor vida a mi madre, una donde no recibiera malos tratos de mi padre. No iba a graduarme jamás de la universidad, no iba a tener mi propia familia, no iba a ser nadie, salvo una mancha de recuerdos en las mentes de todos los que me llegaron a conocer. En medio de mi desesperación y el dolor, fragmentos de mi vida pasaban por mi mente, todos interrumpidos por un trueno que lo único que logró fue aumentar mi desesperación. Podía sentir como de un momento a otro, mis huesos se rompían. Puedo jurar que desgarré mi garganta con los gritos que salían de mi boca.
Allí, en el suelo, intenté moverme y lo más que logré fue colocarme boca arriba, de cara a la enorme luna que se posicionaba justo frente a mí, imponente, gigante, brillante. Y como si eso fuera posible, mi agonía se multiplicaba a mil. Mi vista se nubló, no podía moverme, no escuchaba nada y mis cuerdas vocales dejaron de funcionar. Estaba inmóvil, ciega, sorda y muda, pero con un dolor de muerte en mi cuerpo. Mi respiración empezó a fallar y cuando pensé que era mi fin, mis sentidos volvieron a mí, esta vez con una potencia sobrehumana.
Escuchaba las gotas de lluvia caer en el suelo a la perfección, incluso podía ver las partículas de agua chocar en el suelo. Podía notar que algo extraño estaba saliendo de mi piel. Era pelo, estaba repleta de pelo y mis huesos seguían rompiéndose y estirándose tanto, solo que a estas alturas, el dolor es más soportable que antes. Escuché unos pasos acercarse a mí y me puse alerta. Giré mi vista a mi derecha, lugar donde se aproximaba alguien, aparentemente un chico que al escuchar mis gritos y analizarme bien, corrió hacia mí con rapidez. Con demasiada rapidez.
-¡Hey! Vamos, resiste ¿Ok? Vamos, esto no puede ser posible, eres una niña.
El chico estaba algo desesperado y quiso ayudarme. Me colocó en su regazo, hablaba desesperadamente e incluso gritó por ayuda. Quería decir algo, lo que sea, pero lo único que salía de mi garganta eran quejidos y mi cuerpo temblaba demasiado. Él tomó mi rostro con sus manos en un acto de desesperación por calmar los espasmos de toda mi anatomía y mi corazón empezó a latir con mucha fuerza, por un momento pensé que se saldría de su lugar y fue allí cuando lo vi.
Mi vista se centró en sus ojos color oliva por unos segundos antes de que el dolor se incrementara en toda mi anatomía. Me alejé de él tan rápidamente, no podía explicar cómo lo hice, pero aún con todo lo que mi cuerpo sufría, volví a mirarle. Estábamos al menos a 3 metros de distancia y podía ver cada detalle de su rostro como si lo tuviera a centímetros, era una especie de hipnosis de la cual ninguno podía escapar y entonces lo noté, sus ojos ya no eran verdes, estos tenían una transformación rápida de oliva a rojo profundo justo frente a mí y al final, el color fulminante fue el amarillo.
Justo en ese momento, el chico empezó a agonizar tal como yo lo estaba haciendo. La tormenta se intensificó y los truenos y relámpagos caían muy cerca de nosotros.
-¿Qué... me has hecho?
Yo no podía explicarlo porque simplemente no sabía lo que sucedía. Mis ojos ardieron a tal grado de querer arrancarlos de su lugar para acabar con el dolor. Todo en mí era fuego, me estaba quemando desde adentro. Sentía que algo crecía por todo mi cuerpo y en mi desesperación por arrancar lo que sea que estaba en mi piel, me di cuenta que era pelo, largo y grueso pelo por mi cara, brazos y piernas. Miraba mi anatomía con miedo y grité de terror al ver en lo que me estaba convirtiendo.
Tenía una fuerza desconocida que quería salir de mi cuerpo y la utilicé para moverme hasta un charco cerca de la acera. Me observé en él y el terror invadió mi rostro.
¡Era un monstruo!
Las venas de mi rostro estaban totalmente tensas, el pelo crecía por todos lados, tenía largos colmillos sobresaliendo de mi boca que poco a poco sufría una horrible transformación y mis ojos... Mis ojos eran bicolores, portaba una tonalidad combinada entre rojo y amarillo.
Cuando el dolor estaba a punto de llegar a la cúspide, miré a aquel chico que se mantuvo retorciéndose de dolor en todo momento, pero su mirada jamás abandonó mi anatomía, él era testigo de mi horripilante transformación y al ver mis ojos su cuerpo se tensó. Dijo algo que no pude escuchar, pero si descifrar por el movimiento de sus labios.
-Eres tú.
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Desperté sobresaltada inspeccionando mi cuerpo. Veo la hora en el reloj de la mesita de noche y me calmo un poco, son las 3 de la mañana. Fue otra pesadilla... Solo otra pesadilla. A este paso voy a terminar volviéndome loca.
Ojos rojos y amarillos, colmillos, dolor... Esto se está saliendo de control y es que simplemente no entiendo cómo es que después de tantos años, aún sigo teniendo el mismo sueño. Tengo 20 años, han pasado 10 de la separación de mis padres y no me explico cómo pude asociar ese evento traumático de mi infancia con... Lo que sea que estuve soñando. En fin, me levanté de la cama, salí de la habitación y me dirigí rápidamente al cuarto de baño, observé mi ojeroso rostro en el espejo y me decepcionó lo que vi.
Estaba fatal. Mi cabello azabache que usualmente llegaba a la cintura, estaba vuelto una maraña, el café oscuro de mis ojos estaba opaco, sin brillo. A simple vista se podía ver como mi piel morena estaba carente de color, además, mi cuerpo temblaba y sudaba. Salpiqué agua en mi cara para lavarla y pasar la angustia de aquella pesadilla. En definitiva, tenía que volver con el psiquiatra que, para empeorar mi situación, me trataba desde la separación de mis padres debido al trauma que generó en mí. Simplemente esto no podía seguir así, además, necesitaba una pastilla para el dolor de cabeza urgente.
Salí del baño y bajé las escaleras para dirigirme a la cocina y tomar un vaso con agua, rebusqué en uno de los estantes de la cocina y conseguí una pastilla para el dolor, me la tomé enseguida y me senté en una de las sillas que estaban en la cocina a esperar que hiciera efecto. Me dolía el cuerpo y mi vista estaba nublada, necesitaba mis lentes nuevamente.
-Hija ¿Qué haces despierta a las 3 de la mañana? -esa era mamá, supongo que escuchó mucho ruido y bajó a inspeccionar que ningún ladrón entrara en nuestra casa. Se quedó en el umbral de la puerta de la cocina a esperar mi respuesta.
-Nada, solo... Solo me duele la cabeza y vine a tomar una pastilla. -mi voz se escuchaba apagada y la verdad no es para menos, en estos momentos debería seguir durmiendo, de lo contrario, dentro de unas horas parecería un zombie.
-No tienes un buen aspecto ¿Otra vez estás teniendo esas pesadillas? -solo atiné a asentir. Ella me vio con una cara de preocupación, bajó el resto de los escalones, entró en la cocina y se sentó frente a mí.
-¿Recuerdas la historia que siempre te contaba cuando eras una niña? -preguntó algo somnolienta
-¿La de la chica que salvaría al mundo de la destrucción? Claro que sí, me la contabas cada noche antes de dormir y siempre agregabas nuevos detalles a la historia.
-Me declaro culpable. -sonrió y tomó mi mano. - ¿Recuerdas que la chica solía ver cosas?
-Tanto del pasado como del futuro. -Respondí.
-Exacto. Ella también pensaba que se estaba volviendo loca, pero al final, descubrió que tenía un gran poder, uno que usó para salvar al mundo junto con sus guardianes.
-¿A qué quieres llegar con esto? No soy como esa chica mamá. No tengo guardianes que me guíen o me cuiden, no tengo poderes, no tengo nada.
-No... Eres mucho mejor que ella. Me tienes a mí porque yo soy tu guardiana, tus amigos también lo son. Y cuando llegue el momento, sabrás que tienes un poder capaz de cambiar la vida de muchos. -mamá volvió a sonreírme antes de despedirse e irse a su habitación nuevamente. En el fondo, quería creerle a mi madre. Quería pensar que yo tenía un propósito grande en este mundo, pero solo soy una chica idiota que tiene problemas en la cabeza.
Desde que papá se fue de casa he tenido esas pesadillas, pero es que se sienten tan reales que hay veces en las que simplemente no sé si estoy despierta o dormida. A veces en mi niñez, deliraba demasiado. Escuchaba y veía cosas a largas distancias y esas pesadillas. A decir verdad no recuerdo exactamente qué sucedió el día en que papá se fue, así como tampoco recuerdo nada en ciertas épocas de mi niñez. No me preocupa, quizás eran cosas sin importancia. Pero ahora... Cada vez que se acerca cierta fecha esas pesadillas vuelven con más intensidad.
Desde el 08-10-2005 dejé de ser una niña normal como el resto de mi colegio. Todo parecía caer en mí en cascada. El bullying en mi colegio, la indiferencia de mi padre, la preocupación de mi madre, el estar solas las dos en un país que nos acogió pero que no es nuestro, el sentirme observada y vigilada las 24 horas del día los 7 días a la semana.
Estaba llena de tantas cicatrices y de hechos extraños. Parece una maldita tradición el hecho que todos los principios del mes de octubre las pesadillas vuelvan de manera continua, que me vuelva a sentir como la niña extraña de 10 años. El tener esa hambre voraz, poseer sentidos sobrehumanos, esos dolores de cabeza, esa angustia de saber que hay algo mal en mí, que algún día podría hacerle daño a mi madre o a mis amigos.
Pero después de algunos años, todo había cambiado. Había dejado de escuchar, de ver, de respirar cada cosa, de tener la necesidad de comer cosas que no debía. Me había convertido en alguien normal y que ahora todo esto estuviera pasando otra vez era desesperante. Detuve mis pensamientos y me dirigí a mi habitación para intentar dormir nuevamente. Dejé la ventana abierta, fui a la cama y cerré los ojos.
Intenté dormir, pero claro, no podía olvidar el rostro de aquel chico que se presentaba en mis sueños, pero me enfocaba más en sus ojos, mismos que después de observarlos con detenimiento, se tornaban bicolores.
-Basta Amber, no eres una niña, estás en la universidad, casi te gradúas, jamás necesitaste a tu padre, tienes unos amigos maravillosos, tienes una buena madre... -empecé a decirme a mí misma, lo hacía siempre que tenía las pesadillas. -Todo está en tu cabeza, tus sueños solo están en tu mente, nada es real, nada es real... -me repetí una y otra vez hasta que el sueño me ganó y volvía caer en los brazos de Morfeo.
Quizás si no hubiese estado tan adormitada, me hubiera dado cuenta que no estaba sola en mi habitación y que esos ojos misteriosos me observaban fijamente, tal como en mis sueños, como en mis pesadillas.
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Capítulo 2
El despertador comenzó a sonar y suspiré en silencio. Eran las 5 de la madrugada y debía salir a trotar, tal como lo llevaba haciendo los últimos 5 años. Mi psiquiatra me había recomendado emplear una rutina que mantuviera mi mente ocupada, de esta manera, podía dejar a un lado las cosas que me molestaban y hacer como si realmente no estuvieran sucediendo, así que decidí implementar el ejercicio en mi vida. Levantarme temprano, trotar, ir a una zona recreativa de mi vecindario y hacer uso de las máquinas de ejercicios que se ubicaban allí mismo.
Luego, debía volver a casa, asearme, ir a la universidad y pasar gran parte del día allí, volver a casa, hacer mis deberes, ayudar a mamá en lo que pudiera y, si salía la oportunidad, ir a casa de algunos de mis amigos a pasar el rato hasta finalmente volver a mi hogar y dormir. Todo eso me ayudaba, claro, además de los fármacos que debía consumir diariamente. Cuidaba mi cuerpo, mi mente y llevaba una vida relativamente equilibrada. Me