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EL CALOR DE SU PIEL

  • Genre: Romance
  • Author: PaolaG
  • Chapters: 86
  • Status: Completed
  • Age Rating: 18+
  • 👁 79
  • 9.5
  • 💬 8

Annotation

Historia de desarrollo simultáneo a ADICTA A SUS BESOS. Sebastián Pizano, el mayor de los tres nietos del legendario Juan Alberto Pizano, fundador del poderoso conglomerado Picazza, ha asumido un papel fundamental dentro de su familia: ser el protector que mantiene a sus primos alejados de situaciones comprometedoras y peligrosas que podrían dañar la reputación familiar. Desde muy joven, Sebastián ha llevado sobre sus hombros el peso de esta responsabilidad, lo que ha moldeado su carácter y su visión de la vida. Aunque exteriormente parece un hombre implacable y seguro, en su interior alberga un profundo anhelo por formar su propia familia, un deseo que choca con su miedo constante de poner en peligro a la mujer que ame. El mundo en el que vive, lleno de poder, intrigas y compromisos, le ha mostrado que la vulnerabilidad puede ser fatal, y Sebastián no está dispuesto a correr el riesgo. Este temor lo ha llevado a evitar vínculos profundos y a refugiarse en relaciones superficiales, donde explora fantasías que nunca tocan su corazón. Su madre ha sido, hasta ahora, la única mujer verdaderamente especial en su vida, quien lo conoce a fondo y lo acepta incondicionalmente. Sin embargo, el destino le tiene preparada una sorpresa. Pronto, una mujer inesperada llegará a su vida, alguien que, sin proponérselo, despertará en él la posibilidad de un amor verdadero, confrontando su miedo más arraigado: el de entregarse por completo a alguien y arriesgarse a perder lo que más desea. Sebastián se verá ante una encrucijada emocional, forzado a enfrentar sus temores y decidir si está dispuesto a dejar de ser el protector para dar paso a su mayor anhelo: tener su propia familia. Este viaje lo obligará a replantearse su vida, sus creencias y, sobre todo, si está dispuesto a luchar por el amor que podría transformar su destino para siempre.

1. ATRAPADO EN LA FAMILIA

El sujeto no tiene nada más que decirme. Es sincero. Creo en su palabra y en la transferencia bancaria generosa que acaba de realizarnos. Mi misión inicial era cobrar el dinero que nos adeudaba por el servicio prestado, pero, obviamente, tenía que pedir un poco más. Llamémoslo "gastos de cobranza"; todas las entidades lo hacen, ¿verdad?

Se aleja de la computadora tras completar la transferencia, y le entrego una toalla húmeda para que limpie su cuerpo. Este cuarto sujeto fue más cooperativo que los anteriores. Ni siquiera tuve que amenazarlo de verdad, y a duras penas lo toqué.

Es una lástima. Me habría gustado divertirme más, que fuera uno de esos tipos rudos que dan pelea, pero no. Así que hago que le cubran los ojos y lo saquen de aquí. Subo las escaleras lentamente, llegando a las caballerizas, donde me aseguro de tapar la entrada con grandes cubos de heno.

Acaricio la crin de un caballo azabache antes de dirigirme a mi habitación para darme un baño. La espuma que se forma al bañarme se tiñe ligeramente de rosa, pero desaparece rápidamente por el desagüe.

Debería regresar a la oficina, pero me merezco un par de horas de descanso. Camino hasta la cocina tal como vine al mundo, saco una lata de cerveza del refrigerador y me acomodo en la hamaca. Mis hombres saben que no me gusta que estén tan cerca, así que no entran a la casa principal a menos que se los pida.

De todas las propiedades de la familia, esta es mi favorita: la hacienda. Rara vez la familia viene, así que casi siempre estoy solo. Podría decirse que este es mi refugio. Por eso diseñé aquí un espacio especial, oculto bajo la caballeriza, que me permite trabajar y luego despejar mi mente antes de regresar al acartonado y bullicioso mundo.

No me gustan los lugares concurridos y mucho menos las personas ruidosas, pero no tengo escapatoria. Ese fue mi compromiso con el abuelo para mantener a Noah seguro. Estoy condenado a prestar mi eterno servicio a la seguridad de la familia.

No sé cuánto tiempo he descansado, pero sé que fue suficiente. Observo el gran ventanal y el extenso paisaje verde, despidiéndome de ellos con la promesa de volver tan pronto como el trabajo me lo permita.

No sé cuánto tiempo he descansado, pero sé que ha sido suficiente. A través del gran ventanal, mi mirada se pierde en el vasto paisaje verde que se extiende más allá de la hacienda. Me despido en silencio, prometiéndome regresar tan pronto como el trabajo me lo permita.

Me visto con calma y deslizo el celular en mi bolsillo, consciente de que en cuanto alcance una zona con señal, las notificaciones caerán como una tormenta, arrastrándome de nuevo a las responsabilidades que, inevitablemente, me mantendrán ocupado hasta altas horas de la noche. Una vez aparece el esperado diluvio digital, realizo mi primera llamada obligatoria.

—Hola, abuelo, ya volví.

Del otro lado de la línea responde el legendario hombre de negocios, Juan Armando Pizanno, fundador del imperio PICAZZA y, por desgracia, mi abuelo.

—Me alegra, hijo. ¿Fue complicado? ¿Qué descubriste?

Sonrío. Sabe perfectamente que no voy a darle respuestas concretas, pero aun así insiste.

—Confórmate con saber que Alexander está manejando bien la situación y le estoy cubriendo la espalda. Tranquilo. Yo cumplo mi parte del trato, asegúrate de cumplir la tuya.

Un sonido de disgusto *p*n*s perceptible se cuela a través de la línea, pero lo ignoro deliberadamente.

No pienso darle más información de la necesaria. Mi distanciamiento actual con Alexander no implica, en absoluto, una traición. Si él decide quedarse atrapado en este trabajo infernal porque cree que lo hace feliz, es su problema. Yo, en cambio, no tengo elección.

—Bien —dice mi abuelo con voz grave—. Solo cuídalo y, si necesitan que intervenga, no esperen hasta que sea demasiado tarde.

—Así será.

Cuelgo antes de que decida agregar algo más. Expulso un largo suspiro, deseando de verdad no necesitar su intervención. Confío en las habilidades de Alexander; es tan inteligente como Noah. Sin embargo, el constante influjo del abuelo ha moldeado a Alexander en alguien incapaz de soñar por sí mismo. Solo sabe seguir el camino que el viejo trazó para él.

Reviso el celular y veo siete llamadas perdidas de Alexander y un mensaje de voz. No puedo evitar reír al escuchar su tono casi meloso. Alguien que no nos conozca podría pensar que somos una familia unida.

Le devuelvo la llamada *p*n*s termino de escuchar su mensaje.

—Hola, primo. Me alegra saber que ya estás aquí. Mañana iré a saludar al abuelo y, obviamente, a conocer a tu esposa misteriosa.

—Bien, mañana nos vemos entonces.

La conversación es breve, como siempre. Ambos sabemos que el trabajo nos consume. Es tarde, así que decido regresar a casa y trabajar desde allí. Tenemos pequeños faltantes en las "mercancías especiales exportadas", y necesito encontrar rápidamente a la rata interna que los está causando. Respondo unos cuantos correos y firmo documentos electrónicos para destrabar la aduana, pero un correo en particular me hace maldecir.

Noah ha vuelto al país.

¿Por qué regresó? Se suponía que tenía una buena vida lejos de todo esto. El problema no es su regreso en sí, sino que la información ya debe estar en manos del abuelo. Lo más seguro es que Roberto, con su lealtad ciega, le haya informado. Mi trabajo era impedir que eso ocurriera, pero el m*ld*t* momento coincidió con mi estancia en la hacienda.

Roberto es como una piedra en mi zapato. Es eficiente, lo admito, pero no tiene el sentido común de proteger a Alexander también del abuelo. Ahora es inevitable: el viejo irá tras Noah, y eso significará el fin de su preciada independencia.

Abro el cajón del escritorio y saco uno de los celulares desechables que siempre tengo a la mano. Marco el número de Noah y escucho los pitidos del aparato. Solo hasta el tercer intento, mi querido primito decide contestar.

—Hola, Noah.

₊°︶︶︶︶︶︶︶ ‧₊˚

Adiós a mi capacidad de concentración por esta noche. El breve intercambio de palabras con Noah ha sido suficiente para hacerme cerrar el ordenador y servirme un buen trago. El timbre de mi apartamento interrumpe el silencio, y una sonrisa se dibuja en mis labios. A esta hora, solo una persona sería capaz de llegar hasta aquí, y mis hombres saben perfectamente que deben dejarla pasar. Quizás ella sea justo lo que necesito esta noche.

Abro la puerta y allí está, recostada contra el marco, con una sonrisa que podría desarmar a cualquiera. Sus dedos se deslizan con deliberada lentitud, desatando el nudo que mantiene cerrado su abrigo.

—Dijiste que te gustaba la lencería de encaje, ¿verdad?

Sus palabras, cargadas de intención, hacen que una corriente cálida recorra mi cuerpo. Mis ojos recorren su figura con descaro, deteniéndose en la piel ligeramente bronceada que el abrigo comienza a revelar. Las curvas perfectas que pronto estarán a mi merced se dibujan frente a mí como una promesa tentadora.

—Eres una experta en cumplir fantasías —murmuro, relamiéndome los labios mientras doy un paso hacia ella.

Ella suelta el abrigo, que cae al suelo con la suavidad de un suspiro. Mis pensamientos se desvanecen, y todo lo que queda es el momento, cargado de deseo y anticipación.

2. EXCESO DE PASIÓN

La frustración que me ha carcomido todo el día está a punto de disiparse, y todo gracias a la mujer que ahora se encuentra frente a mí. Ekaterina Smirnov, o Katya, como insiste en que la llame, está de pie en mi sala con su abrigo sujeto por un nudo flojo, ocultando una lencería que promete más de lo que cualquier palabra podría describir.

—Dijiste que te gustaba el encaje, ¿verdad? —susurra, deshaciendo el lazo y dejando que el abrigo caiga al suelo como una declaración.

No necesito más invitación. Me acerco a ella, tomo su rostro con una mano y la beso con urgencia, un choque de bocas que quema tanto como alimenta. Katya no es una mujer para sutilezas, ni yo tampoco. Nos entendemos bien, casi demasiado bien para lo que somos: amantes ocasionales. Su mano ya desciende sin preámbulos, desabrochando mi pantalón y acariciando mi dureza a través del bóxer. La pego contra la pared con un movimiento rápido, cerrando la puerta de un golpe seco mientras mi cuerpo exige más de l

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