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De Gitana A Princesa

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Annotation

Nunca imaginó que su vida daría un giro enorme al llegar a la enigmática ciudad de Aldremir. Creía que allí encontraría la sanación para su hermana Melibea, quien había caído en una enfermedad desconocida para los curanderos de su aldea. Sin embargo, lo que no sabía es que en ese lugar conocería el amor y, a la vez, perdería su libertad, el tesoro más valioso para cualquier gitano. Un día, una adivina de aspecto misterioso se ofreció a leerle la suerte mientras iban camino a Aldremir. Sus ojos profundos y su voz hipnótica acertaron en cada predicción, mismas que no creyó en su momento. Aquella mujer comenzó a susurrar cosas que parecían absurdas, pero cargadas de un siniestro conocimiento. ¿Cómo es posible que una simple gitanilla pueda pasar de ser menos que una plebeya a la soberana de una poderosa nación... El camino que se avecina está lleno de peligros y enigmas: el canto de un hada, la calma inquietante de una bestia legendaria y la ominosa salvación de un reino al borde del abismo.

1 DOS LUNAS.

Escuchó el crujir de la leña mientras está era consumida por las llamas, tenía el ferviente deseo de pronto ver el fruto de su amor. —Ya nacieron.

—¿Nacieron? —preguntó, él con confusión repitiendo las palabras de la partera que acababa de salir de ka cabaña.

La matrona asintio cómo respuesta ante la pregunta del hombre, así estaría de sumergido que no escuchó el llanto de su criatura. —Dos mujercitas.

—¡¿Dos niñas?!

—¡Si! —confirmó la mujer emocionada—, ve a reunirte con tu mujer y darle la bienvenida a tus pequeñas.

—Gracias Azalea, tú y el patriarca Aira, es lo mejor que nos ha pasado a mi y Rosella.

Azalea vió a un pequeño castaño tirar de su ropa, la mujer tomó al niño en brazos para hacerlo reír con sus mimos y jugaŕretas con el chiquillo inquieto. —Arnaid ya tienes que adaptarte a tu nueva identidad, ahora eres Gastón y ella Lluvia. El capitán Anouk y la duquesa de Azair ya no están — mencionó Azalea recordando al ex militar su nueva identidad.

—Si usted tiene razón —tomó al castaño de brazos de Azalea—, vamos Bastián es hora de ver a tus hermanas.

Antes de entrar a la pequeña habitación miró el cielo nocturno, el reino de Alkarya tenía una peculiaridad que no había en ningún otro lugar en todo Galia; dos lunas pensó en sus dos hijas imaginando como esas dos perlas crecientes, que adornaban el cielo con su misterioso resplandor.

Entró con cautela a la pequeña habitación, la imagen de su mujer acostada en su lecho con las dos recién nacidas, esa imagen llenó su pecho de felicidad, nunca imaginó ser merecedor de tanta dicha. Desde pequeña ella había sido inalcanzable para él y ahora el destino la paso en du camino y la hizo madre de sus hijos. . —Ven acércate —habló en voz baja ella con una sonrisa cansada en sus labios, él se acercó con Bastián aún en sus brazos, se inclinó para ver mejor a las pequeñas envueltas en un manto blanco—. Te presento a tus hijas Arnaid — dijo ella con voz *p*n*s audible, pero sus labios adornados con una leve sonrisa. . —Son hermosas, tan preciosas cómo el resplandor de una joya. Dignas hijas de Howl —dijo el orgulloso padre—, mira Bastián ellas son tus hermanas —presentó el animado ex soldado. . El bebé de rebelde cabello castaño y ojos negros como la noche, miraba con curiosidad a las dos niñas que dormían plácidamente junto a su madre.

—Tengo miedo Arnaid.

La sonrisa del pelinegro desapareció en cuanto su mujer dijo aquellas palabras. Quería decirle que no debía temer, que todo estaría bien pero prefirió que ella terminase de hablar.

—Tengo miedo de que él venga por mi —dijo ella entre lágrimas—, los niños y tú son lo más importante y si él...

Calló los labios de su compañera con un beso lento, acariciaba su mejilla con la punta de sus dedos su piel era suave cómo pétalo de rosa, a pesar de lucir diferente la casta noble de Rosella no era fácil de ocultar. Resaltaba de sobremanera frente a los aldeanos de Celestia . —Todo estará bien, él no vendrá por ti —dijo para calmarla—. Ro Celestia es nuestro nuevo hogar, olvida lo que alguna vez fuimos, lo importante es quienes somos ahora Lluvia y Gastón, dos gitanos más de esta aldea ¿Entendiste?

Quería creer que eso era así dió una mirada a un lado, allí vió a sus dos hijas, su padre tenía razón ambas eran dignas descendientes de Howl, eran solo unas criaturas y ya tenían una fuerte aura mágica que pocas veces llegó a sentir.

—¿Y ya tienes nombre? —cuestionó él sacando a Lluvia de sus pensamientos. ..

—La más pequeña se llamará Melibea, es paciente y tranquila como un pastor de ovejas —dijo Lluvia acariando a la pequeña bebé dormida—, y esa traviesa que acaba de despertar será Melodía.

Gastón miró con ternura a la bebé de preciosa mirada esmeralda, su madre tenía razón, la pequeña era inquieta, muy diferente a su hermana Melibea que retosaba imperturbable junto a su madre.

..........

El invierno había cubierto todo a su paso de un blanco total. Lluvia esperaba que pronto llegaran con la leña, ya que el frío era inclemente. Salió y vio a tres pequeños discutir; al verlos solos, sintió un nudo de preocupación en su estómago. Bastián bajaba a sus hermanas del caballo cuando Lluvia corrió hacia él para ayudarte. —¿Dónde está tu padre? —preguntó Lluvia, aunque al ver el semblante calmado de su hijo, se tranquilizó un poco—. Niños, ¿dónde está su padre? —volvió a preguntar mientras bajaba la leña de las alforjas del caballo.

—Papá me dijo que trajera a mis hermanas, Melibea tenía frío.

—Es cierto, madre. Melodía me prestó sus guantes —secundó la pequeña, bajando del animal.

—Hija, si olvidaste tus guantes, claro que ibas a tener frío... —Lluvia guardó silencio de repente. Un rastro de humo seguido de un fuerte ruido la puso en alerta. Algo no estaba bien.

—¡Niños, entren ahora! —sabía que algo no estaba bien. Melodía se dirigió trás su madre, pero a medio camino fue detenida por sus hermanos. . —¡¿Acaso estás loca, Mel?! —gritó Bastián, sin soltar a su impetuosa hermana.

—Pero mamá...

—Mamá estará bien, Mel. Seguramente es la guardia real. Sabes que al rey Darius no le agradan los gitanos y cada que puede lo demuestra. —dijo Melibea, tomando la mano de su gemela en un intento por calmarla. .

**Melibea tenía razón. La guardia índigo era la que a veces entraba a Celestia, y algunos sólo venían a saquear el poco alimento que tenían en la aldea.**

—Suéltame.

—Está bien, pero sólo si prometes que entrarás a la cabaña sin hacer ningún alboroto —*Bastián la soltó y ella entró a la cabaña, molesta por la injusta situación. El crujir de la nieve bajo sus pies y el viento cortante que raspaba su piel aumentaban la sensación de urgencia y peligro.

..........

Quería hablar con su padre, aunque últimamente aquello no era tarea fácil. Caminaba de un lado a otro, esperando que el consejero real y mano derecha del rey se dignase a darle el permiso para cruzar palabras con su majestad.

—Alteza, usted debería estar en Bleddyn —dijo Gregory, su voz cargada de formalidad.

—Tú lo dijiste, Gregory, amigo. Debería —comentó el jovencito con ironía, sus ojos destellando desafío—. Vi a Andreas irse con la guardia real. ¿Seguirán masacrando a los gitanos? ¿Ya no es suficiente con rebajarlos a estrato cero? —cuestionó el adolescente pelirrojo, visiblemente molesto. .

Un hombre alto de cabello rubio ceniza entró al salón. Portaba una corona dorada y su vestimenta negra estaba adornada con ornamentos dorados. Su presencia imponía un silencio tenso en la sala.

—Gregory, prepara el carruaje del príncipe y también su escolta...

—¡Ya te dije que no iré con el capitán Rutden! El ducado de Bleddyn no tiene nada interesante y Dominic es un tirano. No seré un soldado, no voy a empuñar mi espada contra ningún inocente, Darius —dijo de manera retadora el príncipe a su padre, su voz resonando con una mezcla de desafío y desesperación.

La altanería de su vástago rebasaba su paciencia. El rey tomó asiento en el trono, sus movimientos lentos y calculados, e hizo un ademán a dos guardias que se acercaron, esperando órdenes.

—Sujeten a mi hijo y no lo suelten hasta llegar a Bleddyn. Y, por favor, que Dominic haga su entrenamiento como guste; no quiero preferencia por ser príncipe —dijo el monarca, su voz cargada de cansancio por las insolencias del muchacho—. No te estoy diciendo si quieres o no ir, es una orden, no de tu padre, sino de tu rey. ¿Entendido, Damián?

Damián fulminó a su padre con la mirada, la furia ardiendo en sus ojos. Forcejeó con todas sus fuerzas, pero los guardias lo sujetaron firmemente.

—¡Malditos, suéltenme! —exclamó el joven, su voz resonando en el salón mientras su cabello rojizo se desordenaba aún más.

Gregory regresó con el rey para notificar que todo estaba en orden para el viaje. Se encontró al futuro rey siendo llevado como un costal de arroz por la guardia del rey Darius. El desprecio en los ojos de Damián era palpable mientras cruzaba miradas con el consejero.

—Buen viaje, alteza —dijo Gregory, agitando su mano para despedirse con una sonrisa burlesca.

—¡Pudrete, Greg! —gruñó el príncipe pelirrojo mientras era llevado por los escoltas, su voz resonando con impotencia y rabia.

**El eco de las botas de los guardias resonaba en el salón, un sonido que parecía marcar la cadencia de la tensión.**

—Señor, si me permite un consejo, el joven Damián es un mocoso grosero. Lord Dominic pondrá a ese muchacho en el camino correcto. No se preocupe —dijo el adulador delgado de monóc*l*, su voz suave y enervante.

—Gregory, mi hijo solo es un chico inmaduro que reniega de sus responsabilidades; lo único que me hace pensar que llevará a Alkarya por el buen camino es su sentido de justicia. Damián no tiene la mínima idea de la crueldad que está más allá de las murallas de Aldremir —respondió el rey, su mirada perdida en el horizonte, reflexionando sobre el futuro incierto de su hijo y su reino.

Los guardias llevaron a Damián fuera del salón del trono, cada paso resonando como un golpe de martillo. El joven príncipe sabía que su viaje a Bleddyn no solo sería una prueba de su fuerza, sino también de su voluntad y sentido de justicia.

2 ALDREMIR.

Cuando la gente oía la palabra "gitano", se les venían a la mente palabras como "alboroto", "brujería", "juegos de azar", "rateros" y un montón de malos calificativos que preferían no mencionar.

Melodía, con diecisiete años y gitana, vivía con sus padres en una aldea pequeña, oculta en lo más profundo del bosque de Celestia, a las afueras de la ciudad de Aldremir, capital del reino de Alkarya.

Ese día sería su noche. Sus padres la habían dejado bajar con su hermano y el resto de los gitanos al festival de la Luna de Plata. Le había costado convencerlos de tal decisión, y Bastián le ayudó un "poquito". Bueno, en realidad, si no fuera por él, ella no habría podido ir al festival.

—Muy bien, Mel, hoy es tu día —dijo mientras ataba la cinta, soltando su cabello que caía en gráciles caireles en cascada hasta un poco más abajo de sus caderas. Se miró al espejo y acto seguido puso colorete en sus labios. «Estoy perfecta», pensó. Tomó su ocarina e intentó salir, antes de q

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