Un servicio al jefe
- Genre: Billionaire/CEO
- Author: Erica Montalvo
- Chapters: 25
- Status: Completed
- Age Rating: 18+
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Annotation
Él necesitaba un servicio, que solo ella podía darle. Después de firmar el contrato, nunca imaginaron lo que sucedería. * Sarah Fiore ha consolidado una exitosa carrera como jefa de producción en una famosa casa de modas en Italia, no le ha sido particularmente fácil, sobre todo teniendo como directivo al antipático y duro, Arturo Rizzo. Pero cuando este se ve envuelto en problemas, le solicita a Sarah firmar un contrato en la que se verá obligada a pretender que son pareja, sin embargo, gracias a esto, ambos comienzan a relacionarse de manera más intima, algo que ninguno de los dos imaginaba.
1. JEFE
Atiné a decir un par de palabras de disculpa, cuando de forma inesperada, él me callara, solamente pude asentir, era normal que estuviera molesto e irritado, claro que era normal. Pero tampoco merecía ese trato tan despreciable.
— ¿Puede irse? — dijo, mientras se dejaba caer en el sillón más cercano y me daba la espalda. Aunque más que una invitación, era un mandato para salir de su oficina.
—¡Claro! — respondí, me acerqué a la puerta, giré el picaporte y salí de ahí, sin voltearlo a ver.
Caminando por entre los pasillos noté que todo parecía estar un poco más alocado que días anteriores, en especial, mi jefe.
Serena, mi compañera, corrió tras de mí cuando me vio salir y cuando ambas estuvimos dentro de mi oficina, cerró, tras de sí, la puerta.
—¿Cómo te fue?
—Mal, está hecho una furia — contesté, mientras acomodaba unos expedientes.
—Y ¿luego? – preguntó un poco ansiosa.
—Y luego… nada, me ordenó que me fuera. No sé si me llamará en un rato.
—Lo más probable… ¿Sabes? Dicen por los pasillos que está así porque su novia le puso los cuernos.
—¡Por Dios! ¿Qué niña estúpida le pondría los cuernos a semejante hombre? – pregunté más para mí que para ella.
—Tal vez una niña estúpida que no recibe amor. ¿Sabes lo que dicen? Que es igual de frio en sus relaciones como en los negocios. — noté que lo último lo susurró, pero no le puse atención hasta que dijo su siguiente frase: — Y veo, Sarah, que te encanta el jefe… o ¿no?
—Cállate, sólo puedo admitir que es apuesto.
—¡Claro que es apuesto! Además, es rico, apareció en el puesto tres, de la revista FORBES de este año.
No sabía que más decirle, Arturo Rizzo, nuestro jefe, era apuesto, alto, con el cabello color azabache, tez clara y ojos muy singulares color castaño dorado; era delgado, de complexión poco musculosa, pero ni con todos esos atributos físicos le servían para cubrir el horrible carácter que tenía.
Y en otro tema, ¿Qué culpa tenía yo de que su novia le fuese infiel?
Me fue inevitable no recordar los sucesos de una noche antes.
***
Me había atrasado con mis pendientes del día, por lo que al finalizar labores aún me faltaban varios por realizar, conocía al señor Rizzo de años como para saber lo molesto que se pondría si no le daba mi trabajo a primera hora. Sabía que me tenía confianza y que era un miembro importante de su empresa, sin embargo, no podría tomarme a la ligera mi trabajo.
—Buenas noches — una voz profunda saludó desde la puerta, estaba tan concentrada que di un brinco de la impresión, retiré la mirada de mi ordenador y vi a Arturo Rizzo en el marco de la puerta.
—Jefe... ¿Qué hace aquí?
—Pues es mi empresa...—ok, ok, debí haber formulado mejor la pregunta — ¿Usted qué hace aquí? — cuestionó, y noté como miraba al rededor, había demasiado desorden, papeles por todos lados, envoltorios de chucherías, me dio vergüenza.
—Terminaba el brief, señor. — dije finalmente, no quería disculparme, él no dijo nada y continué — para presentarlo mañana.
—Ya veo... ¿Necesita ayuda?
¿Mi jefe brindándome su ayuda?, pensé, no entendía que hacía aquí pero claramente no era para adelantar trabajo, lo mejor era despacharlo con rapidez.
—No se preocupe, no me falta tanto... además, si ha venido a la oficina a estas horas, significa que tiene algo pendiente ¿No?
—Nunca dejo pendientes, señorita. Soy muy diligente en mi trabajo — contestó con cierto aire petulante que me molestó un poco.
—Lo sé, señor, discúlpeme — contesté y me acomodé en mi asiento— pronto acabaré y podrá tener el piso para usted solo.
—En realidad, prefiero no estar solo. — murmuró.
No entendía a lo que se refería realmente, traté de leer su semblante, pero no noté nada extraño, parecía estar más serio que de costumbre, pero ni siquiera parecía molesto.
—No lo está, puede contar con mi apoyo sí necesita algo. — le sonreí, aunque no parecía muy conforme con mi respuesta.
—Estaré en mi oficina, avíseme cuando se vaya.
No pude decirle nada más, pues inmediatamente abandonó la oficina cerrando tras de sí.
Traté de no pensar en el motivo por el cual mi jefe estaba en la empresa a estas horas de la noche, tampoco sabía si era algo recurrente en él pues hacía meses que no me quedaba a trabajar hasta tarde, hoy era una excepción dada mi carga de trabajo.
Estaba un poco preocupada, pero tampoco podía preguntarle directamente qué era lo que sucedía, así que me dediqué completamente a terminar lo que hacía y poder irme lo antes posible.
Finalmente, hacía las diez de la noche, pude terminar, recogí lo más que pude la oficina y me dirigí hacia la de mi jefe. Al acercarme a la puerta escuché su voz, pensé que estaría en una llamada telefónica, toqué un par de veces, pero al no recibir contestación opte por entrar.
Lo primero que noté fue a él recargado sobre su escritorio y con sus manos tapándose el rostro, tal vez le dolía la cabeza, después mis ojos se dirigieron a la pequeña cajita que reposaba en el suelo alfombrado, parecía la típica caja donde guardaban un anillo de compromiso, me apresuré a levantarla, seguramente se le había caído y no se había dado cuenta.
—Creo que debería cuidar más de esto, jefe — le dije, mientras le extendía la cajita— parece ser algo importante ¿No?
—Era... Algo importante — contestó, parecía bastante afligido y sabía que debía irme inmediatamente, sin embargo, quise darle algunas palabras para reconfortarlo.
—Bueno, mientras vuelve a ser algo importante, lo mejor es que lo guarde.
—En realidad, no creo que vuelva a serlo...
—Entonces, guárdelo para cuando venga alguien verdaderamente importante.
No me gustaba que fuese tan terco, le sonreí, él no me dijo nada más, me despedí y lo dejé solo.
***
Tal vez se declaró y lo rechazaron, pensé, mientras volvía a mi realidad, no me era posible contemplar que alguien se atreviera a engañarlo, tampoco a que alguien lo rechazara, pero era más comprensible que lo primero.
Y ciertamente todo su mal humor podría deberse a eso, aunque era claro que yo no tenía nada de culpa.
Lo que quedó del día me la pasé pensando en eso, una y otra vez, hasta que se hizo tarde.
Le di un vistazo a la hora en el ordenador, otra noche más saliendo tarde, casi todos los empleados se habían ido, salí de mi oficina y observé la suya notando que, por debajo de la puerta, salían luces.
—Así que sigues ahí — pensé, y solté un suspiro.
Miré mi reloj de muñeca por décima vez, quería ir a preguntar si podía retirarme, pero tenía cierto temor de encontrarme con la fiera de horas atrás. ¡A la m**rd*, estoy cansada!
—¿Se puede? — pregunté al tocar.
—Pase.
Lo encontré sentado enfrente de su escritorio, la corbata deshecha alrededor de su cuello y el cabello revuelto le daba una apariencia más relajada, sus ojos observaban con atención un par de muestrarios de telas.
—¿Qué necesita, licenciada? — preguntó sin voltear a verme.
—Señor Rizzo, ya son casi las diez de la noche y yo me pregunto ¿me necesita o ya puedo retirarme?
—Las diez… — susurró, dejó los muestrarios sobre el escritorio de caoba y por fin decidió prestarme atención —¿Por qué no se ha ido, si ustedes salen temprano?
—Pensé que el señor me llamaría para conversar sobre el tema que quedó pendiente… — Le respondí, sabía que no debí recordárselo, pero él había preguntado, frunció el ceño y me preparé para otro momento de “mala actitud”.
—Entiendo… ya olvídelo — agarró su saco, se metió el celular en el pantalón y se acercó a mí — Vamos, la llevaré a su casa.
—¿Cómo?
—¿Trae coche?
—Oh no, pero…
—Entonces, muévase.
Pasó por delante de mí y mis ojos se clavaron en su cuello, odiaba la forma tan demandante como “pedía” y hacía todo, lo odiaba, pero tenía que admitir que la solicitud de llevarme no podía negársela, tardaría años en llegar sí tomaba el bus de regreso a casa.
Llegamos al estacionamiento del edificio, con tristeza vi que sólo quedaban escasos tres coches más, caminamos hacia el fondo y su Mercedes Benz, azul marino, estaba estacionado.
—¿A dónde la llevo?
—Al norte, señor, yo le indico.
—Correcto.
Los primeros minutos del camino, fueron de un silencio casi sepulcral, de no ser por la música que salía del reproductor la cual, sólo era clásica, todo el trayecto hubiese sido silencioso. Lo vi de reojo, no parecía tener más de 35 años y sus gustos eran muy aburridos.
—Licenciada – comenzó él, y pausó un momento — le debo una disculpa por mi comportamiento de horas atrás, creo que en efecto fue descortés de mi parte.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente, mientras trataba de obligar a mi mente a recordar hasta la mínima palabra antes escuchada.
—No, no hay problema, señor, entiendo que… esté pasando por malos días.
—¿Disculpe?
Justamente en ese momento había parado por un semáforo en rojo y volteó a verme, sus ojos dorados me taladraban con lentitud, como si con eso me obligara a decirle cada una de las cosas que por mi mente pasaban.
—Na-nada — respondí con rapidez.
—Sé a qué se refiere, pero admito que aquello no tiene nada que ver con la actitud que tomé para con usted – dijo y apartó sus ojos de los míos, mientras continuaba manejando.
—Entiendo — dije, aunque realmente no entendía si estábamos en la misma sintonía y hablábamos de lo mismo, pero lo mejor era no preguntar.
Llegamos a mi edificio, él lo miró detenidamente, seguramente imaginando que no se comparaba en nada con el pent—house que tenía hacia el cuadrante este de la ciudad.
—Muchas gracias, señor, que tenga una buena noche.
—Espere… — dijo mientras detenía mi mano que iba a la manija de la puerta, y la ponía sobre mi regazo con suavidad — la necesito mañana temprano, en las oficinas.
—Ok, llegaré a las ocho — contesté, mientras me tocaba el dorso de mi mano, aun sentía el calor de su agarre, que invadiera mi espacio personal me tomó desprevenida.
—No, la necesito mucho más temprano, a las siete.
En mi mente ya empezaban a fluir palabrotas para el cabezota que tenía en frente, pero era mi jefe, era una ¿orden?
—Voy a pasar por usted mañana a las siete en punto — dijo, y sin esperar mi respuesta, pasó su brazo por enfrente de mí y me abrió la puerta desde adentro — Tenga usted una buena noche.
Me bajé con rapidez, *p*n*s cerré la puerta, él arranco y se perdió al voltear en una esquina de la cuadra.
—¡M*ld*t*! — grité y entré al edificio muy disgustada. No podía hacer más nada que obedecer.
Al día siguiente, el levantarme me costó bastante, tomé un baño muy rápido, sequé mi cabello e intenté estar lo más presentable posible, tal vez era tonto mi comportamiento, pues sólo se trataba de mi jefe, pero al final, lo vi necesario.
Faltaban diez minutos para que dieran las siete, cuando vi el Mercedes Benz de ayer estacionado frente a la banqueta, terminé de cerrar la puerta del edificio y me dirigí hasta el lujoso coche.
—Buenos días, señor — saludé, mientras me subía.
—Buenos días, puede empezar revisando esto — dijo, mientras me pasaba una carpeta de aros, de tamaño mediano — necesito que me ayude.
Abrí la carpeta, era la planificación de la próxima colección otoño—invierno, estábamos a un mes de presentarla.
—Sé que usted está ocupada con la coordinación de producción, pero necesito su apoyo para el gabinete de prensa.
—Entiendo, señor.
—Necesito que se confirme la asistencia de los invitados, haga las convocaciones a la prensa, decida los asientos de los invitados y me consiga un jefe de prensa, también, necesito todo su apoyo para el plan de comunicación, habrá que idear una estrategia para llamar la atención, eso lo puede coordinar con el área de marketing.
—Me parece bien.
Ciertamente no era parte de mis responsabilidades, sin embargo, sabía que por el momento no podía contar con alguien más que conmigo.
Cuando llegamos a la empresa, me fui con rapidez a mi oficina para comenzar a trabajar, para esa hora el piso estaba vacío y agradecí por ello, ya que de esa manera no tenía que dar explicaciones al llegar con mi jefe. No quería que nadie lo malinterpretara.
Cuando terminé con las llamadas, ya era más de medio día y solamente había algo que me llamaba la atención, eso era que como “acompañante” de mi jefe, no había ningún nombre, debatí internamente conmigo durante varios minutos, el pensar si era correcto hacerle ver este pequeño e insignificante detalle, luego decidí que no era correcto, pues podía invadir su privacidad, pero después me imaginé siendo reprendida por no haber puesto a la persona correcta, por no haber preguntado y dejando a mi jefe en absoluta soledad durante la presentación. Así que finalmente me decidí a comentarle.
—Pase – escuché su voz profunda del otro lado de la puerta, cuando toqué.
—Señor, he terminado con lo que me pidió, ya tengo a ochenta personas confirmadas y las que faltan quedarían de avisar a más tardar mañana en el transcurso del día.
—Correcto, y ¿prensa?
—Confirmaron dos televisoras nacionales y una internacional, de prensa gráfica nos ofrecieron dos artículos en revistas de moda, tengo al fotógrafo para el backstage, y al equipo de cámara que cubrirá el evento, tengo al señor Joseph Duperon como editor responsable y a Cristina Sevadua como directivo de publicaciones y sólo estoy en espera de confirmación de dos bloggers para prensa on—line.
—Está muy bien ¿ya armó la estrategia de comunicación?
—Sí, señor, enseguida, sólo…
—¿Sólo? — noté que alzó las cejas, se volteó a verme con frialdad y detenimiento, supongo que esperando las malas noticias.
—Necesito el nombre de su acompañante, para mandarle la invitación, llamar y confirmar.
Me volteé hacia mi libreta para hacer las anotaciones, dándole a entender que, para mí, no tenía ni la más mínima importancia, le escuché un suspiro y vi de reojo cómo tomaba un post—it y escribía algo, después me extendió el papel.
—Puede poner este nombre y por favor, que confirme para antes de la hora de la comida – dijo, mientras me sonreía, cuestión que me pareció bastante extraña.
—Sí – contesté, mientras tomaba el papel y contemplaba el nombre con aquella perfecta caligrafía.
“Licenciada Sarah Fiore”
—Pero, señor – dije, no comprendía nada, releí unas diez veces y hasta parpadeé otras cinco, pero ante mis ojos una y otra vez aparecía mi nombre.
—¿Pero?
—¿Es una broma? – me volteé a verlo, con el ceño fruncido y mi ego pisado — porque entonces sus disculpas de ayer, no valdrán nada, porque esto es…
—¿Puede confirmar antes de la comida, o va a necesitar más tiempo, licenciada Sarah Fiore? — preguntó, mientras me daba la espalda y se volteaba a ver por el gran ventanal de su oficina.
—¿Está hablando en serio?
—¿Acaso he bromeado con usted sobre asuntos laborales?
—Nunca, usted siempre ha sido muy formal, pero siempre he estado coordinando el evento desde backstage, por eso yo no estoy…
—Es usted muy competente, debo admitirlo, sabe lo que hace y lo hace muy bien, y nunca he pensado lo contrario — se volteó a verme y noté en sus ojos sinceridad — necesito a alguien que sepa de este mundo y no sólo una cara bonita que se preste a ser fotografiada y filmada mientras yo acaparo toda la atención. Al ser mi acompañante, va en representación de la empresa y no mía ¿ha entendido?
—Por supuesto — le contesté, sin desearlo, sus palabras habían creado un sonrojo involuntario, me distraje acomodando el pedazo de papel con mi nombre entre la lista de invitados, para evitar verlo a los ojos.
—Entonces, confirme antes de la comida, puede retirarse.
Contemplé un par de segundos aquel papel, antes de ir con el equipo de trabajo y diseñar estrategias, saqué la lista de invitados y me anoté en ella.
Aquel día me fui temprano a casa, mi jefe no me llevo, ni tampoco volvió a pedirme que al día siguiente me esperaba a las siete de la mañana, sin embargo, supuse que debía prepararme en caso de que llegara a buscarme, pero eso no paso, ni al día siguiente, ni al después de ese.
Estábamos a quince días de la presentación y mientras veía a las modelos pasar a fittings, me di cuenta que no tenía nada que ponerme y eso me afectaba mucho, sobre todo por ser la acompañante del presidente, me ponía más nerviosa y mucho más estresada y, en busca de ayuda “profesional”, decidí contarle a Serena.
—¿Me estás diciendo que serás acompañante de nuestro jefe? ¿El señor Arturo Rizzo? – preguntó como por quinta vez, mientras caminábamos por las tiendas departamentales — ¿de Arturo Rizzo, nuestro jefe?
—Sí, Serena, ¿qué tiene?
—Eres su empleada, él es tu jefe – dijo.
—Lo sé, voy en representación de la empresa, él mismo me dijo que sólo era trabajo…
—¡Ah, claro que sólo es por trabajo! no creo que después de andar con semejantes modelos profesionales y actrices internacionales se conforme contigo, Sarah.
—¿Cómo? ¿y dices algo así siendo mi amiga? – le dije algo molesta, había dañado mi ego y más porque sabía que era verdad, aunque en realidad en ningún momento pensé tener una relación con ese sujeto tan petulante, de carácter soberbio y de modales malos. — Sé bien que nunca pasaría.
—Qué bueno que eres consciente de eso, Sarah, además, si te digo algo así es porque somos amigas.
—Si, si, como sea.
Ese día no conseguí nada más que una peineta y derrotada volví a casa, al llegar, el portero me entregó una caja y un sobre con ella, lo contemplé buscando una dirección pero sólo tenía mi nombre en él, conocía esa letra, era de mi jefe, lo abrí con algo de desconfianza pero emocionada por saber el contenido, y me encontré con la invitación a la pasarela sellada, impresa en un papel mate con letras color borgoña y tacto de satín, seguido de eso, una nota firmada por él que leí con torpeza al inicio y como no entendí nada, tuve que reiniciar mi lectura por segunda vez.
Ignorando si tienes algo que ponerte para el día de la presentación, me tomé el atrevimiento de escogerte algo, en caso de tener las medidas erróneas, hazme el favor de notificarlo. Por otro lado, ese día pasaré por usted alrededor de las 10 de la noche.
Arturo Rizzo.
Algo nerviosa pero curiosa, me dirigí al paquete y lo abrí para saber el contenido; parecía algo irreal, casi como un cuento de hadas por tanto brillo y elegancia.
Saqué el vestido color rubí, era realmente hermoso y delicado, me asusté un poco al ver el escote que se deslizaba por la parte de atrás y me sonrojé al pensar que él lo había escogido, tenía los hombros descubiertos, volteé a la siguiente prenda, eran un par de zapatos plateados, con cintas a su alrededor y con tacón fino tipo stiletto, los dejé en el suelo y, cuando vi la tercera pieza, tuve que contener el aliento un segundo al abrir la caja de tamaño mediano y observar su contenido, era una gargantilla con pequeños brillantes y unos pequeños pendientes.
—Esto es demasiado – susurré.
En ese momento, volví a pensar en él y en que debía agradecerle en la primera oportunidad que tuviera, también me sentí aliviada por no haber encontrado un vestido ese día, pues estaba segura que ninguno se compararía con el que ahora descansaba sobre mi cama. Me sentí emocionada al saber que él había escogido esto para mí, pero también desilusionada porque sabía que el motivo principal era que, al ser su acompañante, no podía ir mal vestida.
Al día siguiente, mientras contemplaba las tareas faltantes me di cuenta que hacía días no cruzaba ni una sola palabra con mi jefe, lo cual no era extraño en épocas normales, pero con la colección próxima a salir, esta vez sí era algo insólito.
Así que con la excusa de agradecerle por el regalo de una noche antes, me dirigí a su oficina. Su secretario me dio una negativa cuando pregunté por él y las siguientes dos veces que fui, pasó lo mismo.
Fue hasta el final del día que pudimos coincidir en el elevador, subimos en este y cuando las puertas se cerraron me volteé a verle.
—Le tengo que agradecer, señor, realmente estaba perdida en lo que usaría y estoy bastante aliviada de que usted haya escogido mi atuendo para tan importante evento.
—No hay nada que agradecer — contestó sin siquiera hacer contacto visual — Como mi acompañante es primordial que este bien vestida, obviamente no correría el riesgo de que la vieran con algo inapropiado.
—Lo sé — me fue imposible no ocultar mi desilusión y pedí que él no se diera cuenta, era tal como había dicho Serena, esto solamente es trabajo.
—Me alegro que lo entienda... ¿Le ha quedado bien?
—Todo perfecto.
—Excelente — carraspeó, las puertas se abrieron y él se adelantó hacia fuera — que tenga una buena noche.
—Buenas noches.
Las puertas del elevador se cerraron lentamente, mientras seguía observando su espalda. No sé porque razón me permití pensar algo que no debía.
Lo de ayer no fue un regalo, era caridad.
2. FINGIR
A una semana de la presentación, empecé a sentirme nerviosa, siempre había estado pendiente desde backstage, en esta ocasión el sólo saber que estaría sentada en el front row y que iría como acompañante de nuestro directivo me ponía bastante ansiosa.
El día esperado llegó, fuimos al recinto temprano para supervisar los ensayos en pasarela, las últimas pruebas de vestuario, la iluminación del set y confirmar a los últimos invitados para hacerles lugar en los asientos.
Antes de dejar el trabajo, afiné algunos detalles con el jefe.
—Señor Rizzo, ¿nuestro diseñador Leonardo De Rosa ha hablado con el jefe de prensa?
—No lo he revisado ¿Por qué?
—Hay un par de reporteros y una blogger que quieren hacerle una entrevista y necesitaba confirmarlo.
—Yo le comentaré a Leo y que el publirrelacionista arregle eso con la prensa.
—Perfecto, entonces me retiro ¿Necesitara algo más? – pregunté, mientras veía cómo levantaba la mirad