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Maffia City

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Annotation

Franco Lombardi, es rey de la organización de la mafia italiana, por su puesto que a un hombre como él nunca le pasaría por la mente pisar una peluquería , era un hombre depredador, muy oscuro con una mirada fría que se carga un corazón destrozado en mil pedazos. Alessia Bernardi, era una hermosa mujer de clase media, trabaja en la peluquería haciendo masajes relajantes y cuando él llegó, lo sorprendió con tan solo un masaje. Ella tenía los nervios a flor de piel, pero a partir de ese momento su vida jamás fue la misma. Él es un depredador, un animal Ella es un ángel. Él es un malicioso Ella es muy confiada Franco Lombardi, es el jefe de una organización de la mafia italiana, es un hombre peligroso, depredador, y con mucho dinero, se la pasa trabajando y esto le va pasando factura, por lo que al estar entre sus amigos uno da la opción de ir a una peluquería/spa y Franco accede al sentirse un poco agotado. Es allí donde conoce a Alessia Bernardi una hermosa que se gana la vida en esa peluquería haciendo masajes relajantes y cuando él llegó, lo sorprendió con tan solo un masaje. Pero ella también quedó sorprendida por el poderío que emanaba de ese hombre. A partir de allí se desarrolla una relación apasionante entre ellos, y ella debe lidiar con este mafioso y su salvaje mundo.

Chapter 1

El trabajo hoy ha sido muy agotador, sobre todo porque he estado todo el día entre cientos de papeles y llamadas en mi despacho, me encuentro fundido de trabajo,no estoy logrando ver con claridad, la vista me duele. Las letras se muestran borrosas en mi visión y no es para menos, estoy muy estresado como si llevara un kilo de acero sobre mis hombros. Me pongo mis lentes para no esforzar la vista. Cada letra tiene que ser bien supervisada, siempre tengo en cuenta que las letras pequeñitas son un problema y abundan de sorpresas. Este trabajo del bajo mundo conlleva contratos, sellos dorados, pastados, que pueden ser quemados bajo una chimenea, aun así seguirán vigente hasta el día en que muera quien haya grabado su firma. Ser el jefe de una organización tiene sus ventajas y la que más me gustan son; El placer de llevar el poder y agrandar mis bolsillos con dinero. Y las desventajas; enemigos, traiciones por doquier, que te mantienen despierto. Porque si eres de los que les gusta dormir en las noches prepárate a cavar tu propia tumba. El descanso en mi diario vivir está descartado. Interrumpen tocando a la puerta, lo hago pasar y entra Gino. Mi mano derecha, el hombre más fiel del planeta. Años atrás le sirvió a mi padre manteniéndose en la familia, cuando él se retiró yo tome el mando y no como el segundo ni el tercero. Gino decidió quedarse a mi lado como un acto de fidelidad a Don Diego, considero a mi hombre fiel mis ojos y oídos.

--Me notificaron que el cargamento llegó con éxito –perfecto, sin embargo no comprendo porque trae cara de malas noticias –El problema es que fueron devueltos esta mañana, los libros estaban vacíos.

Las toneladas de libros eran una fachada para que pasaran sin ningún problema a su destino. Desperdiciar una ruta es complicado, porque una vez que se utiliza no puedes elegir hasta que se enfríe, si no, sería sospechoso. No podemos abusar de la autoridad. Me levanto de la silla pegando un fuerte golpe sobre el escritorio.

--Maldita sea Gino, cómo es posible –enfurezco. Había mucho dinero invertido, tanto que podrían comprar cinco mansiones a mis costillas –Aún desconocemos cómo pasó.

--Yo si conozco lo que paso, quieres que te cuente? El infeliz de Georgie fue lo que pasó – alzo la voz. La guerra con ese sujeto se desató desde hace mucho tiempo. Estoy cansado de ser consciente por dichos motivos y no es la primera vez que sucede. –¿Dígame que hacer? bastaría que usted nos dé la orden para acabar con él en cualquier momento.

Trato de pensar en claro y no con la cabeza caliente.

--La semana pasada fue la última que deje pasar, por el momento no hagan nada –asiente retirándose.

Necesito relajarme, si no, voy a colapsar. En ocasiones me gusta recordar lo que fui y no lo que soy ahora, no el camino que escogí en mi vida pasada. Me detengo en la sala principal y mis padres que se encuentran sentados en el mueble conversando, al notar mi presencia se callan.

--¿Saldrás? –pregunta moviéndose en su lugar, angustiosa. Le confirmo –Ve con bien por favor, recuerda lo que paso la última vez.

La última vez que tratamos de compartir en un restaurante fuimos atacados y casi los hieren. No obstante ese asunto quedó resuelto, quien cometió la brutalidad de atentar contra los míos se encuentran durmiendo y no precisamente en una suite vip.

_______________♛

Al llegar a la bodega verifico para encontrarme con la realidad, ese acto me genera rabia, los que me rodean lo saben y se alejan. Arrojo la mesa donde enfilaban los libros, gritando, estoy cansado de dar un paso y que siempre él se interponga en mi camino, entorpeciendo mi trabajo. Puedo recuperarme de un vaivén pero no es justificable. No paso horas viajando, ni sentado detrás de un escritorio oliéndome mi hombría. Me he perdido de la necesidad como hombre y de prácticamente todo para poder tener mis asuntos al día. Como me gusta. Y resulta que a un infeliz le da con levantase y robarme lo que me pertenece. Entra Fred y sitúa una mano en mi hombro.

—Todo esto tiene solución —menciona relajado. Con rapidez lo miro prestando atención. Conozco muy bien la solución a mis problemas, pero, no es el momento. –Estripar la escoria.

Expreso andando hacia la puerta de salida. Necesito respirar aire fresco para apaciguar la irritación. Si no lo hago puedo cometer un error y ese tipo de persona no soy yo, todo la manejo con astucia y siempre trato operar de forma fría. Con el pasar de los años he obtenido buenos resultados a base de que calculo con el cerebro y no la ira. ¿Qué más necesito? El puto mundo ya se gira a mi favor, mi tropiezo siempre a sido una sombra y yo siempre me encargo de quitarlas y no me refiero a un baño de hojas. He sido y soy un hombre duro, frío, calculador y despiadado. En ocasiones las damas curiosean y aprovechan el momento para hacer preguntas –¿Por qué un hombre tan guapo esta soltero? No comprendo, eres guapo y fácilmente podrías tener un harén de mujeres – La respuesta es sencilla; El amor en mi entorno dejó de existir. Realmente en mi caso es un tema sin importancia, descartado, se puede decir que alguna vez me arranque el corazón y se lo entregue a una mujer en sus manos. Estaba claro que para ese tiempo actúe igual que un adolescente fantasioso. Como esos que pegan posters en las paredes de su habitación y se masturban mientras miran un pedazo de papel donde la chica posa un escaso bikini y un sostén pequeño, dejando a la vista sus pechugas. Simplemente ella me traicionó, me repuse con el tiempo pero, sí que fue una fuerte caída. Son recuerdos duros con los que tengo que lidiar cada m*ld*t* día. El pasado no perdona ni a su madre, si es que tiene una, el siempre permanece allí, no se aleja y siempre está acechándome, recordándome que nunca debo caer en la misma porquería. Soy un monstruo con valores que considera que la familia es importante, ellos son el motor de mi vida. A parte de mi lado tenebroso poseo empresas legales en Francia y en Roma no obstante mi hermano Bruno dirige las de Francia mientras yo me encargo en Roma. Y cuando me ausento por mis otras obligaciones quien queda a cargo es Flavio, el abogado de la familia.

—Es viernes hombre, quita esa cara, te van a salir arrugas. Te invito al rascacielos —Me volteo arrugando el ceño y él se coloca sus gafas de sol sonriendo –Porque pones esa cara? Es un lugar de suma relajación, te encantará.

Mantenía compromisos que requerían ser atendidos. No quiero visitar un lugar donde me amasarán como un mismo pan, ni menos para desperdiciar mi tiempo en esas cursilerías. Por mas estresado que yo estuviese no suelo frecuentar esos lugares. Porque hacerlo de ese modo cuando puedo bajar el estrés de otras formas incluyendo quemar calorías.

--Te sacará la furia que llevas dentro –de pronto lo medito y una caravana de camioneta allana el estacionamiento. Fred y mis hombres se ponen en forma como soldados alerta, yo bajo la guardia cuando veo de quienes se tratan, mis socios. Nos reunimos a conversar acerca de los negocios pendientes.

--Franco, estoy rastreando un cargamento que pertenece a Georgie. Viene de Sicilia a España, acerca de lo que paso quiero decirte que tenemos que ponerle fin, esto se ha salido de control. Georgie ha tomado la situación como un juego, sacando provecho –mis hombros se tensan y mis muelas tratan de masticar su orden. Hace mucho que deje de ser un don nadie y me revienta la bilis. Es evidente mi rostro de disgusto que lo hace retractarse y aclarar sus palabras. –En fin, nadie lo toca excepto yo.

Los cinco se miraron de reojo y yo mostré mi superioridad intimidando. Hay reglas en este juego, pero fui yo quien las impuso.

--Aclaro que aquí los presentes las respetamos, tu impones pero no eres el único que sale afectado. –Habla Alessandro con el palillo entre los labios. Ellos tienen razón. Georgie ha arrasado con todo y me deja ver mal parado ante la organización llevándome al borde de la impotencia y haciéndome lucir como un pendejo. Ese es su plan. B*st*rd* de m**rd*. —Me encargaré de poner las cartas en su lugar.

Mientras retomamos la conversación le refresco quién es el que tiene el control, ellos aceptan e intentan ser graciosos. En realidad entre nosotros no hay problemas, nunca los ha habido.

—Que tal si nos vamos al rascacielos y dejan a un lado los asuntos de negocios –repite Fred. –Qué son esas maricadas hombre.

Contesta Adriano de una forma graciosa apoyándose de mi camioneta. Me aclaro la garganta y Gino enciende la camioneta.

Por un momento lo medito pues nada de eso estaba en mis planes y estoy seguro que él no va a desistir. Pensándolo mejor: ¿Por qué no?

—Te tomo la palabra, conste que lo hago para que me dejes de j*d*r —digo y mis compañeros se despiden menos Leus y Adriano que han dicho que nos van a seguir.

¿Qué diablos iba hacer yo en un lugar de esos? No lo sé, pero ahí nos pondremos al día.

—Porque mejor no vamos a un bar – sugiero algo incómodo. –No seas agua fiesta Franco.

Cuando llegamos a nuestro destino al entrar había más mujeres que hombres esperando. Gino se aclara la garganta tratando de no reírse de su gran ocurrencia.

--¡Vamos Franco! nunca habías venido —le contesto un no moviendo la cabeza. La chica del counter al vernos nos atiende con mucha amabilidad.

—¿Para tres? —pregunta y yo afirmo mirando a todos lados por si llegan los muchachos. Apoyo mis codos de la encimera viéndola teclear velozmente –¿Desean el paquete completo?

Que rayos sabía yo de eso, ni siquiera se los paso a seguir. En lo único que estoy al corriente de los spa es, que solo dan masajes y faciales. De ahí ni un coñazo. Se aproxima Fred a responder, no es que sea un cavernícola pero el tiempo no me rinde para estas cosas.

Llegaron los faltantes riendo a carcajadas, juro que voy a matar al culpable que se encuentra coqueteando con la recepcionista.

—Jefe, ¿te harás la pedicura? — preguntaron los dos burlándose. Sonreí acompañándolos de lo más gracioso.

No estoy avergonzado, me dan misas sus comentarios.

Nos hacen pasar y nos separan, supongo que son las reglas pues quien c*r*j* quiere un masaje rodeado de testosteronas. Suficiente con las mías. La chica me guía hacia un cuarto y me dice que debo desvestirme para que esté más cómodo. Me señala las toallas y se marcha cerrando la puerta, dándome privacidad. Quedando completamente en pelotas me acuesto boca abajo tratando de cubrir mi trasero.

No podía dejarlo al aire, la masajista me demandaría. Desesperado miro mi muñeca donde traigo conmigo un reloj, ya habían pasado quince minutos y nadie entraba por la dichosa puerta. Con todo el corazón espero que sea una mujer la que me dé el masaje. El celular me avisa que me ha entrado un mensaje. Pero, el pitillo es persistente y no me queda otra opción que levantarme para tomarlo de la mesa de esquina. Donde la chica me indico que podía dejar mis pertenencias. La toalla cayó al suelo y yo estaba leyendo el mensaje de Leus despreocupado.

Leus_

«C*r*j* Franco yo no sabía que un hombre me iba a dar un masaje»

No pude contenerme y estallé de la risa.

Franco_

«Yo no fui el de la idea. La culpa la tiene Fred»

Me entretuve en el vacilón y cuando me volteé solo basto una mirada para darme cuenta de que se encontraba una mujer avergonzada. Cuando mira hacia donde no debe se tapa los ojos. Y yo rápido levanto la toalla del suelo. No sentí vergüenza pero ella sí. No tenía nada que esconder pues ahí abajo está todo el paquete que me brindó el infinito.

Froto mis ojos y me llevo una sorpresa al abrirlos. Definitivamente se me compuso el día. Descubro una hermosura, según la recorro a detalle. La marco imaginariamente por encima de la tela de su uniforme beigue. Sus caderas son perfectas y su cinturita igual. Lentamente mi vista se posa en sus montañas oculta y pienso que encajaría perfectamente en mis manos. Su cuello solicita mi lengua para que transite su piel hasta llegar al lóbulo de su oreja. ¡Demonios estoy fantaseando! Esos benditos ojos hacen juego con el mismo cielo. Permitiéndome ver su inocencia e inocencia que desaparecerá en algún momento. Una melena de largo medio, rubia ondulada que brilla como si fuera el sol mismo me deja boquiabierto. ¡Pero qué mujer! ¿De dónde salió? ¿Dónde ha estado todo este tiempo? ¿Y por qué la vida me la pone de frente tan tarde? ¡Maldición su pequeño cuerpo parece delicado!

Carraspeo rompiendo el hielo liberando la tensión acumulada. Para despertar de la burbuja donde me encuentro sometido. Sus ojos me apuntaron y con ellos me hizo saber que algo andaba mal. Resulta que se había formado una casa de campaña con la toalla. Como yo me iba a costar boca abajo con una erección del tamaño de un bate.

Apenada se apura a acomodar los aceites con las manos temblorosas y, yo comienzo a rascar mi nuca sin saber qué hacer.

—¿Por qué estás nerviosa? — le pregunto con seriedad. Tampoco la quiero asustar pero este es mi mal genio. La pregunta la toma por sorpresa y de sus manos se resbala el frasco de aceite corporal. Cae al suelo. —Lo siento es...solo me...asuste un poco.

¿Tan mal me veo que se traba completa? ¡Oh sí ya entiendo! Es que poseo una mirada intimiFranco, y siempre mi ceño está fruncido. No por gusto. Es mi forma de ser. Hay nena otra en tu lugar estuviera babeando y loca por quitarme este pedazo de algodón para lamer mi paletón.

C*r*j* Franco deja de pensar cosas sucias ahora mírate allá abajo. Si, si, como digas, pero fantasear que la estoy haciendo mía justo en esa camilla, y le estoy dando duro hasta que no pueda más es satisfactorio.

—¿Eres soltera, viuda o casada? – le pregunto con galantería. Trataba de sacar un poquito de información, no se que fue lo que me obligó pero sentía la necesidad. –Viuda, mis vecinos suelen decir que soy una asesina hombres.

Desconozco por qué quería escuchar que es soltera pero de ahí a que sea una asesina no lo creo. No dudo en sonreírle. Pero se me hacía algo incómodo por lo joven que se mira y después viuda. Me parece una condenada hermosura.

—¿Y por qué tus vecinos se expresan de esa forma? — una vocecita en mi interior me gritaba que eran mentiras —Pues, fueron cinco los que murieron, no pasaron de un año.

—Cuando lo desee podemos comenzar —me cambia el tema. No puedo evitar el relamerme por su hermosa y suave voz. Es como escuchar la sinfonía de Beethoven — ¿Pero, antes es mi deber ofrecerle algo de tomar?

Una vez sentado comencé a frotar mis manos. Piensa Franco que es lo que quieres. De querer, querría verla debajo de mi complexión y no un simple líquido.

No podía evitar saborearla mentalmente. Como si entendiera mi lenguaje corporal se puso tensa ruborizándose.

—Deseo algo muy especial… Volviendo al tema que importa si eres viuda, no tienes la culpa de que esa fila de esposos hayan pasado a mejor vida. En realidad no veo el motivo de que te llamen asesina.

La intimiFranco mirada de mi parte no ayuda, se rasca el brazo y deduzco que es una distracción.

—Déjeme pensar cual es el especial de hoy... ¡Oh, ya lo recordé! Whisky, champagne o agua purificada.

Cambia el tema de una forma drástica. Se estaba burlando muy finamente de mí, me atrevo apostar que lo de viuda es puro cuento. La rubia con cara de santa me vacila. ¿Quieres jugar? O si pelirrubia empecemos.

—No, lo que quiero no está al alcance de tu lista, que lastima — le lanzo con voz ronca mientras me sobo el mentón. Nota el acto y no pudo evitar otra vez sonrojarse.

—Usted no... —la interrumpo mostrando una sonrisa que ella capta —Solo Whisky.

De mi garganta brotan las carcajadas cuando desaparece. Quedo sorprendido de mí mismo, es la primera vez que aprecio la necesidad de reír sin fingir. Prácticamente toda mi vida he aprendido a optar por la rudeza. Aprovecho la soledad para pensar un poco y mirar la pantalla de mi móvil.

Leus_

«Dime que te toco una mujer o yo fui el único que corrió con mala suerte»

Creo acompañarlo en sus sentimientos pues la rubia no acaba de llegar. Quién sabe si ya preparó la carta de renuncia.

Franco_

«Yo no sé tú pero la masajista me cogió miedo y no ha regresado.

Entra la mujer con el vaso de cristal en mano ofreciéndomelo y yo escribiendo pura m**rd*. Doy por terminada la conversación. Quiero disfrutar del masaje.

De verdad que tiene unas manos benditas porque es muy buena en lo que hace. Me ha dejado totalmente relajado, y liviano, tanto que si me topara con el viento me tumbaría. Sin ponerme de pie le agarro la mano y la atraigo a mí.

—¿Podrías hacerme un favor? — le pido coqueto mirándola a los ojos.

Por mi atrevimiento de tocarla se sobresalta. Parezco jovencito pasando por la pubertad.

—Si, claro, porque no— contesta con lengua enredada, la acercó más y no tuvo otro remedio que inclinarse.

Le susurro al oído expulsando el aire contenido para no tomarla ahora mismo.

—Indícale a tu jefa que dijo el Señor Franco Lombardi que te incluya en la lista. Exclusivamente para mí.

Carraspea nerviosa, y yo solo me dedico a sonreír mordiéndome el labio. Que más me gustaría que desaparecieran esos nervios y comérmela completa. «¿Franco te estás escuchando?» Afirmativo.

Me parece una mujer inexperta a la que hay que enseñarle muchas pero muchas cosillas. Con gusto podría ser su maestro si me lo permitiera, le quitaría lo mojigata de encima. Si de verme desnudo se nota de aquí a la conchinchina que nunca había visto a un hombre en cueros. Eso quiere decir que esa chiquilla es aún señorita y aquí está el hombre indicado para acabar con esa inocencia y mostrarle los verdaderos placeres de la vida. Pero si le dejase muy en claro mis condiciones. Cuando salió rápidamente me dedique a vestirme, c*r*j* no podía ser que deveras el masaje funciono. Y yo que me negué a venir.

Ahora tendré que darle un punto a Fred y elogiarlo. Salgo del spa caminando hacia la camioneta, y Gino ya se encuentra en la camioneta platicando con aquellos dos. Soy experto en acabar con el cotillo, sin preámbulos voy al grano despachándolos.

—¿Quiere que lo lleve a la mansión? — me pregunta cuando me subo. No sé por qué diablos traigo algo en la mente, esto no es normal en mi, las locuras no son mi estilo.

— Aún no, ves a esa hembra, la estoy esperando— me observa petrificado por el retrovisor. —No me veas como si me hubiera vuelto loco Gino— asevero y niega.

—Franco, es solo que, no se ve como las demás ya sabes.

Es muy cierto, pero eso me atrae como un imán. La rubia sale muy sonriente de su trabajo, caminando hacia la parada de autobuses y supongo que se transporta por ese medio.

Lleva un bolso enorme en el hombro, me atrevo apostar que allí guarda las enaguas de su abuelita. Porque en realidad esa ropita con la que viste está pasada de moda, nada que ver con el uniforme de trabajo. Tanto así que me atrevo apostar que mi tatara abuela la usaba para sus tiempos. Le doy la orden a Gino de que aparque en la acera donde se halla, su reacción fue la misma de hace un rato en el cuarto, pero ahora la entiendo pese a que las ventanillas de la Suburban están polarizadas para mi protección.

Bajo la ventana de la puerta trasera donde estoy sentado cómodamente y se asusta. ¿Tan feo soy c*r*j* ya es la segunda vez?

—Súbete a la camioneta —niega refunfuñando.

Que mujer más terca.

—Es una orden —levanto la voz, da un brinco.

—¡Pero qué diablos te pasa! ¡No voy a subir ahí, yo no te conozco!

Me dispongo a bajar de la camioneta para subirla a mi hombro y meterla a la fuerza.

—¡Bájame! ¡Que me bajes pedazo de animal! —grita, patalea y golpea mi espalda.

Cualquiera diría que la estoy secuestrando. No todo es lo que parece.

—¡Quién rayos te crees! ¿Siempre vas por ahí llevándote las mujeres a la fuerza? —Me consta que además de tener cara de santa es una colérica.

No espero a que ella se acomode en el asiento. Relajado y sin tanto escándalo como ella, ocupo el mío.

—No, tú eres la excepción —Estaba provocando que frunciera el ceño.

Maldita sea lo arruga peor que yo.

—Gino arranca, tu dame la dirección de tu casa. –La santa resopla rendida y me dicta la dirección protestando. Yo tenía la mirada afuera mientras que ella volteaba a verme creyéndose que me encontraba distraído.

Muevo un poco la cabeza y ella con una velocidad tremenda lleva sus ojos a la carretera. Sonreí triunfador porque había logrado algo sin haberme sobre esforzado.

«Meterla a la fuerza a tu camioneta implica esfuerzo.» No hay que exagerar.

—No te enseñaron modales cuando eras un crío o que —se burla provocándome molestia. La ignoro para ahorita darle una buena respuesta.

—Es la casa amarilla —dice señalando. Lo que mis ojos distinguen es una vieja casa que por fuera parece no habitable.

—¿Aquí vives? — pregunto con un sentimiento de lástima. ¿De cuándo acá tengo lastima por los demás? Nunca, y con ella hoy he descubierto que poseo dicho sentimiento.

—Una mujer tan bella viviendo en un barrio como este —murmuro entre dientes. Ella escucha mi comentario y se ofende.

—¡Disculpa por no tener una mansión, o una camioneta de lujo cómo está! No todos tenemos la misma suerte — habla con sarcasmo.

Me está haciendo perder la escasa paciencia que poseo en mi entrañable interior. Gino se detiene enfrente de su casa, los dos nos apeamos al mismo tiempo y caminamos hacia la entrada. Extrae las llaves de su bolso y quita el seguro.

—No era necesario acompañarme. – me saboreo la malcriadez —A una dama se le acompaña a la puerta, modales que me enseñaron de crío.

Le guiño un ojo revelando una sonrisa sincera, de las que no suelo dar con frecuencia. Cuando la vi con la intención de entrar la sujete del brazo sorprendiéndola. Inclina la cabeza hacia abajo echando un vistazo, para luego verme a los ojos.

Una corriente anduvo por todo mi cuerpo y sin duda alguna a ella también le sucedió lo mismo porque se soltó velozmente. Tenemos a una chica veloz.

—Buenas noches.

Entra y sin permitirme contestar al menos me cierra la puerta en las narices dejándome ahí parado con una sonrisa estúpida. Me devuelvo a la camioneta.

—Gino esa mujer es...

No me deja expresarme, cosa que nunca hace.

—Difícil, pobre de ti Franco, te lo digo con respeto.

Me he podido j*d*r, pero así me gustan las mujeres. Complicadas aunque me hagan perder la corta paciencia que conservo.

Chapter 2 Mensa

Idéntica a una mensa me encuentro recostada de la puerta de salida, con las manos situadas en el pecho respirando como nunca. De lo que llevo trabajando de esteticista, jamás me había sucedido. Menos que me subieran a fuerza a un vehículo para traerme a mi casa. Fue extraño, exageradamente extraño, y si bien puse mucha resistencia no le importó. Como no si tiene más fuerza que yo, mírenme, soy un tapón a comparación con él.

Todo lo sucedido no se compara con lo que vi cuando entré al cuarto de masajes. Se suponía que a Anneta le tocaba atender a ese cliente, pero la muy maluca se tuvo que ir por una cita a la escuela de su hijo. No me quedó otra opción, más que cubrirla y en esos momentos me estaba arrepintiendo.

El hombre está como quiere, de arriba abajo. Es difícil de olvidar, pónganse en mi posición. Mis ojos quedaron traumados por solo ver ese monumento.

Parecía sacado de una película de Hollywood: un cuerpo que te sacaría las babas en menos de un segundo. Det

Heroes

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