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El Marine y la Modelo

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Annotation

Natalie Kidman hija de un empresario poderoso, es una chica voluble, acostumbrada a lo bueno de la vida y a todo lo que el dinero puede comprar, lo ha tenido todo y brilla con la luz propia de ser una supermodelo. Adrien Jones, es un ex militar, con formación en negocios, contratado por el padre de una niña rica para dirigir su empresa en banca rota. Cuando Natalie conozca a Adrien, el hombre sexi y terriblemente disciplinado que ha tenido la mala suerte de topársela en la vida, todo se pondrá de cabeza, porque él detesta a las chicas como ella, que solo buscan diversión y cero responsabilidad, y ella odia que los demás le digan que hacer. ¿Será posible que dos polos opuestos se atraigan tanto como para llegar a enamorarse?

1 Toda una joyita

Cuando despertó estaba medio desnuda y con el brazo de un hombre sobre su torso, se giró para ver quién era y no pudo reconocerlo, ¡C*r*j*! No era la primera vez, ya comenzaba a volverse un hábito amanecer con tíos guapos y desconocidos.

Era lindo, pero no recordaba quien era, supuso que lo había conocido durante su salida de chicas de sábado por la noche y que de alguna forma había terminado con él en una habitación. ¡Que novedad!

Se incorporó para levantarse y sintió una fuerte punzada en la cabeza y la boca totalmente seca. Tomó el brazo del chico que dormía profundamente a su lado y lo retiró con cuidado para no despertarlo, no quería pasar por el oso de no reconocerlo, que él quisiera pedirle su número de teléfono o cualquier otra cosa como esa, no, ¡Que va!

Salió de la cama caminando de puntillas y se detuvo a mitad de la habitación para admirar el bien torneado cuerpo del desconocido, brazos fuertes, largas y musculosas piernas y unas pompis geniales.

Suspiró, no lo volvería a ver, así que buscó el móvil con la vista mirando hacia todos lados, lo halló bajo la pila de ropa desordenada y tirada en el suelo, se vistió con rapidez y se paró cerca de la cama para tomar una buena foto del joven durmiendo, luego se acercó a su rostro y tomo una selfie asegurándose de que la cara del desconocido se viera nítida junto a la suya.

— Ya está — dijo para sus adentros, — Mira va a morirse de la envidia cuando vea los atributos de este espécimen — Relamiéndose los labios.

Miró hacia todos lados buscando algo para calmar su sed, divisó una pequeña nevera y fue a buscar agua fresca, había una botella sin abrir, la bebió como si tuviera el radiador seco.

— ¡Ah!... creo que necesitaré otro botella.

Rectificó y no había nada más, suspiró.

Tomó sus cosas y salió sin hacer el más mínimo ruido. Tenía práctica en hacer esto, irse a hurtadillas, como también tenía práctica en salir de farras todo el fin de semana, ¡De todos los fines de semana!

No era lo que podría decirse una niña buena, no, Natalie más bien era una diablilla vestida de seda. Una diablilla sexi. Se detuvo delante del espejo de cuerpo entero en la pared antes de salir y se admiró de arriba abajo, una chica alta y escultural con el cabello dorado y los ojos azules, con el porte de una diosa nórdica la miró desde el reflejo.

— ¡Divina! — Se dijo a si misma — ¡Simplemente divina!

Abrió la puerta y salió. Tomó el ascensor para llegar abajo quería llamar un Uber para que la buscara, no iba a pararse afuera a intentar detener un taxi, cualquiera que la viera en la calle la reconocería de inmediato y los chismes eran más rápidos que cualquier cosa, así que solo se asomó sigilosamente a la salida para tener una idea de dónde estaba, pero no reconoció el lugar.

— ¡C*r*j*! Y ¿Ahora qué hago?... ¡Ni siquiera sé dónde coños estoy!

Miró hacia un lado, y luego hacia el otro pero nada, no reconocía esa zona de la ciudad.

Revisó su móvil, y buscó en una app la dirección de donde se encontraba haciendo uso del GPS del aparato, y luego hizo la solicitud de su transporte. Esperó unos cuantos minutos en el lobby del edificio y salió a abordar el vehíc*l*.

Justo en ese momento, dos fotógrafos la tomaron por sorpresa cayéndole encima con sus cámaras y grabadores.

— ¡Señorita Kidman, Señorita Kidman! ¿De dónde viene? Usted estuvo anoche en una fiesta, sabemos que salió en compañía de un hombre que vive aquí — Señalándole el edificio — ¿Con quién pasó la noche?

La acosaban con preguntas, estaba cansada de las estúpidas preguntas.

— Señorita Kidman, ¿Está usted saliendo formalmente con alguien?

Ese era el precio de la fama, una que había adquirido con sus últimos trabajos y también con sus últimos escándalos, porque ya podía competir con aquellas estrellas a las que sacaban esposadas de las tiendas por robar, o las que echaban de las discotecas por armar problema.

En todo caso, Natalie era una niña famosa, su rostro estaba en las grandes campañas publicitarias y su vida rodaba en pleno en las redes sociales y también en los tabloides.

— Señorita Kidman denos su nombre, por favor ¿Quién es?, ¿Lo verá de nuevo?

— ¿Fue solo cuestión de una noche?

— ¿Qué ha sido de su novio?, vamos, denos una entrevista.

Natalie levantó la cartera tratando de ocultar su rostro mientras corría por la acera, traía zapatos altos, siempre traía zapatos altos, así le dieran calambres en las corvas, o los pies le dolieran como el diablo, ¡Primero muerta que desaliñada!

Los estúpidos zapatos altos eran parte de su look de modelo, de su presentación personal, y se le dificultaba enormemente correr con ellos, una anciana que veía la escena desde el otro lado de la calle hubiera apostado a que se quebraría un tobillo al correr sobre esas estacas.

Siguió de frente y cruzó la calle atravesándose frente a los vehículos, y para cuando llegó al otro lado, había dejado en una rejilla uno de los tacones de sus zapatos. Continuó huyendo del paparazzi y se tropezó al tratar de mantener el equilibrio, así que se detuvo y le arrancó el tacón al otro zapato.

“¡listo!” se dijo para sus adentros, retomando la carrera. Levantó la mano desesperada al primer taxi que se aproximó y justo cuando se subía al vehíc*l* uno de los fotógrafos le golpeó en brazo en su afán por obtener la mejor instantánea de ella lanzándole el móvil al suelo, la chica cerró la puerta del coche sin darse y cuenta y gritó al conductor para que se moviera.

— ¡Vamos! ¡Sáqueme de aquí, ahora! — Ordenó con firmeza.

El fotógrafo vio el teléfono en el piso y se agachó a levantarlo antes de que el reportero de la otra cadena lo viera, lo guardó en su bolsillo y salió corriendo a hacer lo que mejor hacía, vender historias candentes de personalidades de la farándula.

2 Gran alboroto

Cuando Natalie Kidman llegó a su casa la selfie que se había tomado con el chico desnudo, ya estaba en todos los noticieros y en las redes sociales, su padre la esperaba con el control remoto del televisor en la mano y los brazos cruzados.

— ¡Bonita hora de llegar! — Dijo mirando su reloj — ¿Crees que esta casa es un hotel?

— Da igual si es o no un hotel papá… pasamos la mayor parte del año en hoteles…

— ¡No me contestes de esa forma jovencita!

— Papá, ¿Cuándo comprenderás que ya soy una adulta, que tengo una carrera, que trabajo toda la semana y que me quiero divertir cuando estoy libre?

— ¿Y cuándo comprenderás tú que eres mi hija, que vives en mi casa y que mientras estés aquí debes ajustarte a mis normas?

— ¡Pero he querido irme desde que tenía diecinueve años y no me dejas! — Replicó altanera.

— Porque una hija mía no va a salir de mi casa así no más, ¡Lo harás cuando te cases, y punto, final del tema!

— Papá… ¿En serio? ¿Otra vez

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