El manos del príncipe perverso

ANNA:

Estoy aquí solo porque la abuela Nadia me lo ha pedido, para ella es de suma importancia celebrar su cumpleaños número… qué se yo, he perdido la cuenta. A ella le debo, no solo mi vida, también su apoyo. Soy una simple Omega, una jóven de 20 años a la que todos desprecian, desean que desaparezca de sus vidas, o simplemente les sirva como pasatiempo a los lobos jóvenes que quieren aprender sobre las artes del amor y retozar con una loba insignificante, pero no  quieren que yo sea la portadora de sus cachorros y mucho menos su compañera. Por fortuna aún permanezco virgen y no voy a permitir que me tomen tan a la ligera. 

Además de ser Omega, según dice el oráculo, nací bajo un signo débil que no me va a permitir conocer mi Mate, jamás tendré pareja, jamás nadie me tendrá en cuenta, Nadia, mi adorada abuela, ha invertido en mí cuántos hechiceros conoce y me ha sometido a rituales y oraciones con tal de quitar esta maldición que cae sobre mí, todo inútil, naturalmente.  Cada año permanezco tendida sobre la hierba húmeda bajo la luna, esperando que mi destino cambie, al menos eso asegura Amir el hechicero mayor de nuestra manada, pero eso no sucede. 

Creo que en esas noches, escondido entre los altos robles y tilos, Armet también permanece en silencio observando, con la esperanza de que las cosas cambien para mí, pero siempre es lo mismo, ni los aullidos de los lobos ni el ulular de los búhos dan señales de ese cambio. 

Ahora estoy en medio del salón lleno de invitados, todos ellos personas importantes, me siento ridícula con éste vestido negro con flores rosadas, todos me miran, tratan de ser amables y me sonrien, pero yo sé que es solo por respeto a mi abuela Nadia y por qué no decirlo, por lástima para conmigo.  También están aquí porque saben que Armet vendrá, no se sabe si solo, o con su padre el Alpha.

Armet, de solo pensar en él siento miles de mariposas revoloteando en mi estómago y el corazón se me acelera, me atrae desde  siempre, desde que era una niña. Armet había prometido estar en la fiesta, me lo prometió a mí y a mi abuela, se supone que a la hora de la cena se sentaría con nosotras, con Amir y los demás lobos importantes de la manada, su padre, naturalmente presidiendo la mesa, pero ni él ni su padre han llegado, seguramente su padre el Alpha lo ha persuadido de no venir, sabiendo que yo lo estoy esperando, eso me llena de tristeza y rabia al mismo tiempo. 

Debo de dejar de pensar en él y en mis desgracias, debo ser un poco más positiva y disfrutar la fiesta, me voy a servir un refresco helado, comeré algunos pasabocas y pasearé por el salón. Me siento estúpida con este vestido y caminando en círculos sin un lobo que me acompañe.

-¡Anna! - Me llama Catherine, una de las lobas más influyentes y poderosas de nuestra manada. 

-Sabes algo de Armet?  -Se supone que es uno de los invitados principales de tu abuela Nadia, o me equivoco? -¿Lo has visto? 

-Lo siento Catherine, yo también lo estoy buscando pero no sé… 

Se da vuelta y no me deja terminar la estúpida disculpa que quiero darle.

A medida que el tiempo pasa me siento más decepcionada de Armet, el que no haya cumplido su promesa de venir me tiene decepcionada, empiezo a notar que todos preguntan por él, todos quieren verle, en especial las mujeres, todas ellas de alto rango, algunas hijas o sobrinas de Alphas a las que yo debo respeto y sumisión. Sus amigos también están aquí, me miran de reojo o ponen sus ojos en blanco. 

Ha llegado la hora de partir el pastel, todos se reúnen alrededor de la abuela para cantar y entregarle sus regalos, soy yo la encargada de pararme a su lado y recibir los presentes, debo sonreirle a cada uno de ellos y darles las gracias por su amabilidad y bondad.

Ahora soy el centro de atención, eso es lo que Nadia, mi abuela pretende, que todos me vean y me tengan en cuenta como parte de la familia de ella, pero yo me siento disminuida y tonta, además, mi papel siempre ha sido de sumisa y obediente por el simple hecho de ser una Omega, y mientras mi destino o los conjuros de Amir no cambien esa condición, nunca me verán como una más del clan de la abuela. 

La temperatura es alta y empiezo a sudar copiosamente, como mi rebanada de ponqué despacio, lo saboreo lentamente, es de vainilla, mi sabor preferido, tomo algo de vino esperando no se me suba a la cabeza, imagino a Armet, viniendo hacia mí directamente y saludándome con un sonoro beso en la boca y las mujeres mirando con envidia por haber conquistado al hombre más importante de nuestra manada, después de su padre. 

Ha llegado el momento de sentarnos a la mesa, el puesto reservado a Armet y su padre Inov quedan vacíos, la abuela se sienta a la derecha y yo a su lado, Amir el hechicero al frente de nosotras, a su lado Catherine, la arrogante y odiosa loba que siempre que puede me humilla y desprecia, siento odio por ella. Los demás invitados en sus respectivos puestos, cada quien conversando con su pareja o entre los más cercanos, ríen, se hacen bromas y saborean cada uno de los exquisitos platos que les van sirviendo, yo solo me limito a verlos, sonreír y pretender que la estoy pasando muy bien, lo hago por ella, por la festejada, por mi adorada abuela.

A la media noche Amir propone un brindis, todos nos ponemos de pie y tomamos nuestras copas para desearle a la abuela muchos más años de felicidad y buena salud, en ese momento entra Ivor, el gran Alpha, el padre de Armet, tengo entonces la sensación de que él viene detrás de su padre, sonrió alegremente y alzó con más emoción mi copa, pero no, Ivor viene solo.

Termino de cenar, casi no he comido nada, no me apetece, el calor, la incomodidad de llevar éste vestido y la desilusión me tienen desesperada, una noche nefasta para mí, muy alegre para los demás. Me levanto de la mesa y voy al tocador del segundo piso para refrescarme la cara, al salir me encuentro de frente con Catherine y sus amigas, trato de devolverme para no tener que estar con ellas, pero Mary me detiene y me obliga a quedarme.

ANNA:

-¿Para dónde crees que vas? Me dice Mary mientras clava sus largas uñas en mi brazo. -¿Pretendes acaso ignorarnos?  -Eres una estúpida Omega, flacuchenta y simple. 

Catherine se queda viéndome y me clava su feroz mirada de repudio, lo único que puedo hacer es bajar la cabeza en signo de sumisión y obediencia, enfrentarlas o huir sería peor, lo más seguro le contarían a mi abuela y sería castigada por mi desacato. 

-Esta Omega es una buena para nada, cree que porque tiene a la abuela Nadia como protectora, entonces alcanzará la cima, y nuestro atractivo Armet la escogerá para madre de sus crías.

Todas ríen mientras Catherine me coge del cabello y me lo jala, no tengo forma de defenderme, Ema, su otra amiga me coge los brazos y los pone a mis espaldas, así es imposible defenderme, además para qué lo haría? Me tiran al suelo y en medio de insultos y golpes tratan de hacerme llorar o que me defienda para luego hacerse ellas las víctimas.

-De verdad cr