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Promesas no dichas

  • Genre: Romance
  • Author: SAG22
  • Chapters: 9
  • Status: Ongoing
  • Age Rating: 18+
  • 👁 9
  • 5.0
  • 💬 2

Annotation

Mía, una joven noble que después de un ataque en el jardín del principe, es rechazada por su prometido. El enigmático Duque Joaquín, decide redimirla y casarse con ella. A lo largo de la historia, Mía debe enfrentar los rumores y malentendidos que rodean a su esposo, incluyendo su cercanía con la hija adoptiva del mayordomo, Isabel, y la sombra de su antiguo pretendiente, Saúl. Mientras navega por un mundo lleno de secretos e intrigas, Mía anhela el amor y la seguridad que una vez tuvo con su familia. El matrimonio enfrenta desafíos entre el deseo y la pasión desenfrenada.

Chapter 1. Un aterrador suceso.

Mía era la hija menor del Barón de Villanueva, una joven de belleza clásica y elegante. Sus ojos avellana, herencia de su abuelo materno y su cabello marrón lacio, aportando un toque de calidez a su tez pálida. Su presencia irradia una mezcla de delicadeza y ternura.

En una reunión social de la alta sociedad aristocrática conoció a Saúl, el hijo mayor del Marqués de Castilla, un joven apuesto de cabello castaño y rizado tan alto y fuerte como un roble.

En ese momento, ninguno de los dos contaba con un compromiso y sus caminos se cruzaron por casualidad. Desde que se vieron sintieron atracción el uno por el otro.

Después de ese encuentro, la familia de Saúl se interesó en la hija menor de los Barones de Villanueva. Lo que concluyó en un acuerdo matrimonial.

La ceremonia de compromiso de Saúl y Mía fue una ocasión formal y solemne que se llevó a cabo en la residencia de la familia de los Marqueses de Castilla. Los padres de ambos estuvieron presentes, junto con algunos miembros cercanos de la familia y amigos íntimos. Durante la ceremonia, se firmó un contrato matrimonial detallado que estipulaba los términos del compromiso, incluyendo la dote de Mía y otras obligaciones financieras. Saúl y Mía también intercambiaron promesas de lealtad y compromiso mutuo. Aunque la ceremonia fue menos elaborada que una boda, marcó formalmente su compromiso y selló su destino como pareja comprometida, listos para enfrentar juntos el futuro.

Un par de meses después, el aroma de las rosas en plena floración llenaba el aire mientras Mía de Villanueva paseaba de la mano de su amado Saúl de Castilla por los exuberantes jardines del palacio real. La pareja parecía estar en un mundo aparte, ajena a las miradas envidiosas que seguían sus pasos.

La ocasión especial era una fastuosa fiesta organizada por el príncipe, un evento al que asistieron nobles de todos los rincones del reino. Mía lucía un vestido de seda color crema que realzaba su belleza, mientras que Saúl estaba impecable en su traje de corte elegante. Los dos se veían radiantes y enamorados.

La fiesta se encontraba en pleno apogeo cuando ocurrió lo inesperado. Mía, apartándose de Saúl, se alejó del tumulto de la fiesta y se aventuró en la serenidad aparente de los jardines. La palabra “boda” retumbaba en su mente. Le temía a lo desconocido, aunque amaba a su padre y debía obedecerlo sin chistar, además comenzaba a sentir muchas cosas por Saúl.

La noche envolvía los jardines del palacio real en una oscuridad inquietante, interrumpida por la luz tenue de las antorchas que iluminaban los senderos.

En la penumbra de un sendero apartado, un desconocido acechaba. Sus pasos sigilosos, lentos, seguían a Mía desde hacía un rato. Sus ojos fríos y despiadados centelleaban en la oscuridad.

Con un movimiento rápido, el desconocido atrapó el brazo de Mía y la arrastró hacia un rincón oscuro y aislado del jardín. Mía, llena de terror, intentó gritar, no obstante una mano se posó sobre su boca para silenciarla. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su corazón latía desesperado y ella luchaba por liberarse.

En ese instante, cuando la desesperación se apoderaba de Mía y el peligro se cernía sobre ella, un héroe inesperado apareció. Joaquín de Montenegro, el Duque solitario, intervino con violencia para salvar la dignidad de la muchacha.

Mía se encontraba en un rincón apartado, perdida en la oscuridad, con el vestido roto y el cabello despeinado. Las lágrimas corrían por sus mejillas, y su aliento se entrecortaba en sollozos ahogados. La angustia y el miedo la habían abrumado por completo.

El vestido que lució con tanta elegancia minutos atrás ahora se hallaba desgarrado y manchado, testigo mudo de la terrible experiencia que acababa de sufrir. Cada hilera de perlas y cada detalle fino eran un triste recordatorio del suceso torcido que acaba de acontecer.

Joaquín, sin decir una palabra, se quitó su saco de terciopelo oscuro y lo extendió hacia ella.

Mía levantó la mirada y sus ojos avellana, aún húmedos por las lágrimas, se encontraron con los ojos de Joaquín, llenos de comprensión y empatía. Con manos temblorosas, tomó el saco y se lo colocó alrededor de los hombros. La tela suave y cálida la envolvió como un abrazo.

Aunque no necesitaba palabras, Joaquín permaneció a su lado en silencio, ofreciéndole su apoyo y consuelo mientras Mía dejaba salir el dolor y la confusión que experimentaba.

—Iré a buscar al Barón —dijo de repente el Duque.

Mía negó con la cabeza, sus lágrimas reflejaban el temor que la consumía. El recuerdo del hombre que la atacó la perseguía como una sombra, y cada rincón oscuro del jardín parecía esconder peligros invisibles.

Joaquín comprendió la angustia en su mirada y la rodeó con un gesto protector.

—No estás sola, Mía —susurró con voz suave y firme—. Estoy aquí contigo, y nadie te hará daño mientras yo esté a tu lado.

Las palabras de Joaquín le brindaron un destello de esperanza en medio de la oscuridad que la rodeaba. Aferrándose a su saco, Mía permitió que la calidez y la presencia reconfortante del Duque disiparan sus temores. El miedo aún persistía.

Uno de los fieles sirvientes del Duque de Montenegro lo buscó por todos lados. Llegó al jardín y observó la conmovedora escena en la que su señor consolaba a una jovencita. Sabía que todo iba mal y que debía ofrecer su ayuda.

Joaquín, al notar la presencia del sirviente, le hizo una señal con la cabeza para que se acercara. En un tono tranquilo, pero urgente, le dijo:

—Necesito que vayas al encuentro del barón de Villanueva, sé discreto en tu acercamiento. Dile que necesito hablar con él de manera privada lo antes posible, y no reveles los detalles a nadie más. Es importante.

El sirviente asintió en señal de entendimiento y se retiró con sigilo, dispuesto a cumplir la tarea encomendada por el Duque de Montenegro.

Mía seguía sentada en el césped, sujetó su mejilla, comenzando a sentir el ardor de la bofetada que le propinó su agresor.

Chapter 2. Rumores y cambios inesperados.

Mía miraba su desnudez en el espejo, los moretones todavía no desaparecían.***Una semana después, la noticia de la repentina retirada de los Marqueses de Castilla del compromiso con Mía se extendió como el fuego en la corte. Las conversaciones susurradas y las miradas furtivas se centraron en la joven que fue el centro de atención durante la última celebración. La sociedad aristocrática, siempre hambrienta de escándalos y chismes, encontró un nuevo tema de conversación en la hija menor del Barón Villanueva.Mía, por su parte, se vio obligada a soportar las miradas curiosas y las risitas ahogadas de las damas de la corte. Su mundo se había vuelto del revés en un abrir y cerrar de ojos, y ahora era el centro de la atención no deseada.En medio de la confusión y la vergüenza, un hombre mayor y adinerado llamado don Rodrigo se presentó como un pretendiente dispuesto a "redimir el honor" de Mía. Su fortuna era conocida en todo el reino

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