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Un contrato con el Diablo

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Annotation

Maritza, una mujer trabajadora y responsable, se ve obligada a costear los gastos de su familia, compuesta por su madre enferma y su hermana con esquizofrenia. Trabaja como secretaria del arrogante CEO Max Duncan, conocido como el diablo. Un día, Max le propone un trato: casarse con él y fingir una relación. Aunque le repugna su comportamiento, Maritza acepta debido a la necesidad económica. Sin embargo, ambos descubrirán que este acuerdo trae consigo complicaciones inesperadas. ¿Podrá Maritza manejar la presión de su nueva vida y mantener a su familia unida?

Una infancia feliz

Había vivido una niñez feliz, corría por el jardín de su casa, no éramos ricos pero estábamos bien, vivíamos en una hermosa casa, pintada de blanco en su totalidad, con decoración en colores tierra. Mi madre tenía un gusto exquisito, el arte era su pasión. Siempre me cocinaba unas deliciosas galletas con chispas de chocolate. Cuando nació mi hermana, estaba muy feliz. ¡Tendría una hermanita! Compartía todo con ella, hasta que fue diagnosticada con esquizofrenia. Sufría de convulsiones y su comportamiento era difícil de controlar. Nuestra vida cambió, nos ajustamos a las necesidades de Nicole. Mis padres nos amaban demasiado, trabajaban duro para mantenernos. Jamás tuve que trabajar o pedir, al menos no siendo adolescente. Cuando cumplí 16 años, mi padre murió de un infarto, dejándonos devastados a todos. Nuestros sueños se habían acabado y al parecer, la suerte también.

Como si la vida estuviera empeñada en borrarnos del mapa, mi madre fue diagnosticada con cáncer de seno. Pudimos detectarlo a tiempo, pero nos costó reunir para su operación. Su estado de ánimo no ayudaba, pero era comprensible.

Su otra mitad se había muerto. No me quedó más remedio que salir a trabajar. Trataba de emparejar los horarios de la universidad con los de la pizzería. Era camarera, me pagaban bien cuando doblaba turnos. Mi hermana fue empeorando, así que tuve que recurrir a unos amigos de mi padre para pedir ayuda, pero no me tendieron la mano. Era de esperarse: caras vemos, corazones no sabemos. No me quedó de otra que dejar la universidad y buscar otro empleo. Tenía dos trabajos y dos enfermas en casa. La vida no es fácil, pero no me rendiría.

Habían pasado seis años de la muerte de mi padre, mi hermana se mantenía estable, siempre y cuando estuviera medicada. Mi madre era otro caso, su cáncer había vuelto y esta vez para quedarse. Tenía metástasis, así que en cualquier momento la perderíamos. Debía aguantar humillaciones, desprecio, excesos y pare de contar, además de un horrible jefe. Bueno, no era un hombre horrible, ni mucho menos. Medía uno dos metros, de cuerpo fornido. Tenía ojos marrón claro, como la miel. Su cabello era como él, rebelde, un liso rebelde. Su piel era blanca, como su sonrisa. En el primer año de estar aquí, me enamoré perdidamente. Era mi amor platónico, pero él se encargó de matar todo con su espantoso trato. Seamos realistas, jamás se fijaría en mí.

Soy una mujer corriente, un poco gordita. Tengo cabello largo, color miel, el cual mantengo en un moño siempre. Me gusta andar formal, visto ropa holgada y mi montura de pasta negra le quita presencia a mi rostro. Así que es lógico que no se fijaría en mí. Él me llama el cuervo, porque según él soy una mujer gris, sin nada de atractivo. Lo escuché decirle a su mejor amigo, así que mandé todos mis sentimientos de paseo. Ese despreciable no merecía nada de mí.

Tenía que aguantar desprecios de ese desgraciado durante todos estos años. Me encargaba de sus comidas de lunes a lunes, mandaba su ropa a la tintorería y tenía que estar pendiente de sus compras, arreglos para la casa y el colmo de los colmos: cubrir sus citas. Los martes salía con mujeres morenas, los miércoles le daba oportunidad a una que otra modelo y los jueves eran libres, salía a beber con sus amigos, que por cierto, eran tan chocantes como él.

Los fines de semana los pasaba con su familia. El señor y la señora Duncan eran personas bastante buenas, o al menos eso era lo que suponía. Unas que otras veces, el señor me había ayudado con mis gastos médicos. Los hermanos del diablo eran totalmente distintos a él. Marcelino era el hermano mayor, estaba casado con una prestigiosa abogada, creo que se llamaba María, Remata o Maira, no recuerdo bien. John era el del medio, bastante centrado. No se le conocía novia, todos decían que era gay, yo la verdad lo dudo porque en una de mis misiones en la tintorería, lo encontré muy cariñoso con la administradora del lugar. Me hice la que no lo conocía y seguí mi camino. Max, alias el diablo, era el menor de los tres. Un hombre de negocios, había estudiado negocios en Harvard. Cuando su padre enfermó gravemente, se hizo cargo de las empresas y hasta la fecha lo ha hecho muy bien.

Como todos los lunes, llegaba más temprano a la oficina. Faltaban veinte para las siete, tenía el café listo y las carpetas

de los nuevos contratos preparadas. Debía llevar la ropa a la tintorería, pero eso sería para más tarde. Aparece el diablo, no estaba de buen humor hoy, pobre de mí. El teléfono de mi escritorio suena.

—¿Dígame, señor, qué desea? —le digo en tono profesional.

—¿Qué voy a desear de ti? Por favor, no me insultes tan temprano. Ven a mi oficina, ¿o es que se te olvidó que debes repasar la agenda?

Odiaba a este hombre, no entiendo cómo las mujeres podían aguantarlo.

—Sí, señor, ya voy —desgraciado.

Me levanto de mi escritorio, me hago la cruz y entro a su oficina.

—Señor, hoy tiene una reunión a las nueve con los mexicanos. Ya tengo preparados los contratos.

—Maritza, siéntate, tenemos que hablar.

—Usted dirá, señor —contesto con respeto, aunque por dentro quiero sacarle los ojos.

—Necesito que te cases conmigo, debemos fingir una relación. Aunque sea difícil de creer, todos conocen mis gustos. No me fijaría en un cuervo.

Aprieto mis manos en señal de furia, no aguantaba más. ¿Acaso había escuchado bien? ¿Se había vuelto loco?

—No me casaría con usted ni que fuera el último hombre de la tierra, señor Duncan. Es un «¡m*ld*t* desgraciado!». Es por eso que todos lo llaman el diablo y no se equivocan.

Cada palabra que sale de mi boca va impregnada de mucho veneno. Eran años acumulando este odio, y todo gracias a su mal trato.

—No nos casaremos por amor, ni Dios lo quiera. Es un simple contrato. Te pagaré una buena suma, así que ¿lo tomas o lo dejas? Si dices que no, igual esta despedida…

Lo miro a los ojos, sus labios se mueven pero aún no puedo creer lo que está diciendo. He trabajado duro todos estos años, no tengo este puesto porque sí.

—O sea que me quitarás el trabajo porque no quiero casarme con usted, señor diablo.

—No creas que porque me digas así me voy a poner a llorar —me sonríe con malicia—. Sabes que me he ganado ese apodo con mucho esfuerzo. Y si no aceptas, esta es tu despedida. Deberías aprovechar, te costearé ropa, salón de belleza y todas esas cosas que usan ustedes las mujeres.

—No lo necesito, así que renuncio «¡váyase al infierno!».

—Como digas, entonces espero que mueras en tu propia miseria.

Lo último que escucho al salir de la oficina es una carcajada. Después de tanto tiempo, me siento viva. Soy libre.

Luego de bailar una pieza, no puedo aguantar más, todos se retiraban para ver bailar a mi mujer con mí mejor amigo estaba loco de celos

Estaba furiosos, me acerco a ellos para pedirle a mi esposa que baile conmigo, tuvimos una pequeña discusión me sentía celoso, el quería robarme a mi mujer, primero preferiría la muerte que separarme de Maritza.

Comenzamos a bailar pero mi furia no dejaba de crecer, mi piel estaba ardiendo, me sentía ahogado, preso, esta relación me estaba consumiendo debía salir de aquí, estaba a punto de pedirle a mi mujer que nos marcháramos cuando ella me confeso su amor, me sentí morir, así que como todo estúpido termine de acabar con todo.

—Esto no puede ser, esto es un error.- digo parándome en medio de la pista, no debí caer en sus redes, nunca me enamoraría, no quería sufrir, siento calor, me ahogo, debo salir de aquí

— ¿Max que pasa?

—No puedes enamorarte de mí—Salgo de la pista dejando la parada, mientras camino hacia la casa, algo me pasaba

Corro a mi habitación entrando justo al baño, vomito todo no sé qué me pasaba, me quito el traje quedando desnudo siento que me quemo, luego de media hora alguien me bese, intento abrir los ojos pero no puedo, mi cuerpo no responde, escucho la voz de una mujer es mi esposa

—Te amo Maritza—digo balbuceando

Alguien me está bañando pero no puedo despertarme, el agua esta fría, escucho que me llaman, no sé si es el abuelo, o quien quiera que sea, no coordino mis pensamientos, ¿Qué me habían dado?¿sería mi madre? Tenía que ser, solo tome de la copa que me ofreció por algo insistía tanto.

A la mañana siguiente despierto con un fuerte dolor de cabeza, no sabía que había ocurrido escaneo la habitación pero solo está mi abuelo, dormido en el sofá

—Abuelo ¿Qué paso?¿dónde está mi esposa?

—Te drogaron Max, cuando entre estabas con una chica todo desnudo, ¿Qué ha pasado? ¿te volviste loco?¿acaso no quieres a tu mujer? —dice serio

—Sabes que la amo abuelo, pero no sé qué me paso, mi madre me dio a tomar una copa y desde ese momento me sentí mal, no recuerdo nada. ¿dónde esta Maritza? —pregunto nuevamente

—¡Esa bruja! por eso se fue tan temprano, sin preguntar por ti, sabía que tramaba algo, con respecto a tu esposa acaba de llegar de la clínica, Derek tuvo que sacarla desmayada de los baños, pasamos la noche contigo y tu padre con ella, por suerte solo fue un ataque de pánico.

—Quiero verla.

—No es el momento recupérate primero, ella no desea verte, supongo que vio la horrible escena anoche

—¡M**RD*!

Sucesos

Mi jefe era un monstruo no tenía piedad, no respetaba nada, ni siquiera tenía valores, era un asco de hombre, salgo corriendo de la oficina tomo mi cartera y me marcho, no tenía nada que recoger porque jamás traje ni una fotografía, ese ambiente no es acto para cosas buenas, la mala vibra de mi ex jefe es horrible.

Cuando salgo de las instalaciones, resulta que está cayendo un torrencial ¡lo que me faltaba! ¿es que siempre me tiene que perseguir la mala suerte?

Decido ir caminando, total no estaba tan lejos, aprovecharía para que el agua se llevara mis penas, aunque esos cuentos no van conmigo, no creo en los chacras, ni los espíritus que nos protegen, son solo tonterías de las personas que se dedican a estafar personas que siente la necesidad de comunicarse con algún familiar o simplemente buscar consuelo.

Etaba empapada y el frio me arropaba los hueso, para completar un auto pasa por un charco llenándome de barro hasta el cabello, «¡maldito

Heroes

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