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Enamorada del CEO

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Annotation

¿Y si tuvieses que vender tu virginidad para ayudar a tu madre? Hazel es una chica dulce e inocente para ciertos temas. Hasta que Lee Rang entra en su vida, un exitoso y guapo multimillonario, quien se sentirá atraído hacia ella de una manera inexplicable y cuando Hazel le ofrezca su cuerpo, él no dudará en aceptar. NOTA: Te invito a leer está romántica historia como si fuese un kdrama para que la experiencia sea más alucinante.

Chapter 1

—¡Sal de aquí en este puto momento! —el grito de John, mi jefe, hizo que todos se volvieran a mirarnos —. No puedo creer, siquiera, cómo es que puedes seguir aquí. —Pero… —quise replicar pero un nuevo grito de enojo se abrió paso entre los dos. —No hay peros que valgan, sal de mi vista. ¡No quiero volver a verte en mi local! Su grito me hizo saltar en mi lugar al tiempo que volteaba a ver al hombre que estaba sentado en el suelo cubriendo su nariz, que sangraba, con uno de los paños del bartender Quizá lo golpeé demasiado fuerte. Pero él se lo merecía, por intentar tocar debajo de mi falda. —¡El quiso tocarme! —Traté de defenderme, sintiendo las lágrimas picar en mis ojos. No lloraría, me negaba rotundamente a llorar.Todo era tan injusto, no era posible que él estuviese despidiéndome sólo por defenderme de un hombre ebrio que quería tocarme sin mi consentimiento. —Si no tienes dinero para mantenerte y te ganas la vida trabajando en un bar, lo mínimo que puedes hacer es aceptar la oferta y dejar que toquen un poco. —Se burló y apreté mis manos en puños, queriendo golpearlo. Las personas volvían a arremolinarse cerca de nosotros y ya varios de los clientes habían ayudado al hombre ebrio con la nariz rota a ponerse de pie. —Eso no es justo ¿y si fuese tu hija vas a permitir que la toquen?—¿Qué dices, estúpida niña? —Rugió, con su mano alzada, dispuesto a darme una bofetada y lo único que hice fue cerrar los ojos, esperando a que el golpe llegara. Lo curioso, es que este nunca llegó. Abrí un ojo y luego el otro, con ambos brazos a cada lado de mi cuerpo, sintiéndome pequeña e insegura, preguntándome por qué aún no sentía el dolor en mi rostro.—¿Qué..? —Balbuceé.—No está bien pegarle a su empleada. Corrección, a ninguna mujer —un hombre alto, con cabello castaño y traje negro, sostenía la mano de mi jefe en el aire. No, él ya no era mi jefe, era una persona despiadada, que estaba dispuesto a pegarme sólo por defender mi cuerpo. John lo miró atónito antes de retirar su mano de golpe y mostrar los dientes enojado.  —¿A ti que te importa? ¿¡Ah!? —Gritó, pero retrocedió un paso, notablemente amedrentado por el hombre pálido y alto que se interponía en medio de ambos. Yo no podía ver el rostro de mi defensor y al mismo tiempo poco podía ver de John, pero era suficiente para sentir la tensión en cada fibra de mi cuerpo. —Esa niña tonta golpeó a uno de mis clientes. Es una grosera. —Me señaló, como quien regaña a un niño que sólo se sabe meter en problemas, al tiempo que parecía recordar mas de su ira contra mí, intentando acercarse y golpearme finalmente. Y una vez más el hombre de traje delante de mí lo detuvo, empujándolo lejos de mi cuerpo.—La próxima vez que lo vea tratarla así, a ella o a cualquier otra mujer, haré que cierren este sucio local —amenazó el hombre, su voz era profunda y gruesa, como si acabase de despertar y una estela de electricidad se coló en mis huesos Y sentí el deseo de saber como sería escuchar una voz  así por la mañana. Pero esta era una situación seria, acababan de despedirme y un hombre alto y bien vestido estaba defendiéndome. Así que alejé el pensamiento fugaz e inapropiado de mi y fijé mi vista al frente, aunque sólo podía ver la espalda de mi defensor. —¿¡Qué?! ¿Y tú quién te crees que eres, estúpido mocoso…?   —¡Jefe! —la voz de Luis, el bartender que había dado su pañuelo al hombre que golpeé, tiró del hombro de John, haciendo callar su desagradable insulto. El chico se acercó a su oído y pareció decirle algo importante, ya que Jonh abrió tanto sus ojos que pensé que estos se saldrían de sus cuencas. —No puede ser, es… es… —lo miré con el ceño fruncido cuando este se inclinó ante el hombre que se interponía entre nosotros y que además me había defendido, como si hubiese visto a un policía… O a su propia esposa. Con temor. —Espero que algún día aprenda que no sólo se debe ser amable con un cliente. Haré que venga una inspección —fue lo último que dijo el hombre alto antes de tirar de mi mano y comenzar a caminar a la salida. —No, por favor, señor… No, espere —escuché a Jonh balbucear, mirando en nuestra dirección con una expresión de horror.  ¿Qué acababa de pasar? . . .     Salimos del bar y la fría noche me dio la bienvenida, al mismo tiempo que comenzaba a enfriar mis calzones. Dios ¿qué se suponía que iba a hacer ahora? Jesús, estaba tan despedida.  Me llevé ambas manos a mis brazos, mi uniforme era una falda y una camisa de botones con manga corta, así que no cubría nada en la helada noche. —¿Cómo te llamas? —preguntó una voz masculina con suavidad y giré, casi con temor, sobre mis pies para encarar al hombre detrás de mi, sólo para quedar boquiabierta.  Dios, ¿de qué revista de modelos había salido este hombre?  —Ah, yo… —empecé y él arqueó una ceja, esperando mi torpe respuesta.  Sus ojos eran de un color café claro, casi miel y el cabello largo le caía a cada lado de la frente. Se veía suave y el aroma que desprendía de su cuerpo estaba alterando mis neuronas.  Dios ¿pero de dónde había salido? Jamás, en mis cortos diecinueve años, había visto a alguien tan guapo como él.  Quizá estaba alucinando por el repentino shock de Jonh queriendo golpearme… Y este hombre me había defendido.  Suspiré y me aferré más a mis brazos.  Cuando él me había sacado del local no pude ni tomar mi abrigo, por suerte eso era lo único con lo que cargaba. No extrañaré ese abrigo, supongo, porque no vendré por él. Ya qué. Quizá si él no hubiese intervenido, quizá, sólo quizá, aún tendría mi empleo.  ¡No! ¿quién quiere ese estúpido trabajo, con un jefe machista y que además, cree que las mujeres somos juguetes para los hombres? Exhalé hondo y el vaho salió de mi boca, como recordatorio de que ya no tenía fuente de ingresos y que no podría ni pagar el calor en casa. —Gracias —hablé por primera vez y él me miró con seriedad. Ahora que lo pensaba, él resultaba intimidante, con su postura erguida y mirada seria. Además de su ropa, iba vestido de traje y eso le daba cierto aire magnánimo… Alguien importante.  Por eso había hecho retroceder a Jonh, quien podría ganarle en masa muscular, ya que es gordo… Pero el hombre delante de mi es musculoso sin ser exorbitante. Y no parece tan mayor… ¿Cómo unos veintitantos?  Aunque no paso por alto que Luis le dijo algo al oído a John y este pareció recapacitar al mirar a mi defensor. ¿Quién es este hombre? —No debes permitir que nadie te toque sin tu consentimiento —dijo y su voz fue como un dejo de calor en esta helada noche—. Hiciste bien al defenderte —continuó. —Está bien —respondí y me incliné para hacer una reverencia a modo de agradecimiento—. Le agradezco mucho…  —¿Cuál es tu nombre? —preguntó por segunda vez y levanté el rostro para mirarlo, encontrándome con esos lindos ojos color café. —Hazel, señor. Pero mis amigos me dicen Hal —agrego como dato innecesario. —Mi nombre es Lee Rang Do —se presenta, amablemente y lo miro boquiabierta Una vez más. Es coreano, no estaba segura de dónde eran sus rasgos—. Es un placer conocerte y lamento lo que pasó ahí dentro. —Oh, no, no, yo también lo siento —reí nerviosamente. Esto era vergonzoso, más porque estaba segura de que si él había salido en mi defensa debió ver también lo que había pasado con aquel hombre—. Me siento avergonzada por todo lo que pasó —y me volví a inclinar a modo de reverencia, una vez leí que en Corea o países de Asia lo hacían como agradecimiento, saludo, despedida o en mi caso, disculpa—. Lamen… Pero una mano bajo mi mentón me hizo callar y con lentitud la yema de sus dedos comenzaron a elevar mi rostro.  El toque de sus manos era delicado y sobre todo, respetuoso. —No bajes la cabeza, jamás. No está mal cuidar tu espacio personal, por favor deja de disculparte.  Y hizo lo impensable. Acompañó sus palabras con una corta sonrisa que me dejó sin aliento.  —Si señor… —Por favor, llámame Rang Do o sólo Rang.  —Está bien… —sonreí y me volví a llevar mis brazos a modo de escudo a mi pecho, afuera estaba helado y en casa también lo estaría. Oh, mamá. —¿Dónde vives? —preguntó, sacando de su bolsillo un celular y uno realmente caro, vaya, yo no podría pagar algo así… —. Te llevaré a casa… Y fue como si un balde de agua fría hubiese caído sobre mi. ¿Casa? ¡No! No podía llevarlo ahí, a mamá no le gustan los extraño y podría asustarse.  Además, hoy era mi día libre, pero quise venir a hacer horas extra. Quizá no debí venir, romper la línea del tiempo me trajo consecuencias. —¡No! —exclamé y él me miró con una ceja alzada, con el teléfono ya en su oreja—. No, no es necesario —negué rápidamente—. Puedo tomar un taxi —¿pero qué estás diciendo, tonta Hal? Si ni para eso tienes, Dios—. Le agradezco mucho  Me llevé una mano al pecho y me volví a inclinar. —Deja de inclinarte —pidió con voz seria y me puse derecha de inmediato, por Dios, estaba haciendo el ridíc*l*. —Lo siento —dejé salir, atropelladamente. —Taxi —levantó su mano y su voz fuerte hizo eco en mi cabeza. Me estaba llamando un taxi… No no no, yo no tengo dinero para pagarlo. Desde aquí podría caminar, sólo es una hora de camino… Casi a mitad de la noche. Por Dios. —Señor, señor, por favor, eso no es necesario, de verdad que lo… —pero era tarde, ya que un vehíc*l* color amarillo se estaba estacionando delante de nosotros. Oh, m**rd* ¿cómo iba a pagar eso? —Sube —ordenó el hombre no, mejor dicho, Rang Do y abrió la puerta del taxi para mí, ganándose una mirada de temor. No tengo dinero para un taxi, por Dios, un taxi era una semana de comida en casa. Simplemente no podía permitirlo—. Es tarde —continuó y sacó una tarjeta de su billetera—. Por favor llama a este número cuando llegues a casa. Pasé saliva y miré al hombre del taxi. Tomé la tarjeta que me tendía y caminé directo al interior del vehíc*l*. Me senté en el asiento trasero y luego metí mis piernas.  Inspiré hondo. Bueno, podría esperar a que el taxi avanzara una calle y luego bajarme y caminar a casa.  Si, eso sería una buena idea… —Por favor llévala a salvo a casa —pidió el hombre que me había defendido, dándole al chofer del taxi unos billetes. Mi boca cayó abierta, mientras él dirigía su mirada una vez más a mi—. No me debes nada —agregó, como si leyera mi mente—. Llega a salvo a casa. —Gracias… —balbuceé, pero él no pudo escucharme, ya que sacó su cuerpo del vehíc*l* y acto seguido el hombre encendió el auto para ponerse en marcha. Alejándome de aquella persona amable que había tocado mi mentón y pedido que no bajara la cabeza.  Giré mi cuerpo y miré por el vidrio trasero, sólo para mirarlo una última vez. Estaba de pie, mirando cómo nos alejábamos, con manos en el bolsillo y pose recta.  Lo último que vi de él, antes de que el auto doblara una esquina, fue a un hombre de traje corriendo hasta él. . . . —Hemos llegado —anunció el chofer del auto, sacándome de mi ensoñación, donde una mano suave se posaba bajo mi barbilla…  —Oh, si, gracias, muchas gracias —me apresuré a bajar del auto y una vez fuera me incliné en una reverencia al señor del taxi quién me miró como si me hubiese vuelto loca, antes de arrancar y alejarse. Mis ojos se clavaron en el vehíc*l* mientras se alejaba y suspiré. Al parecer esta era mi noche para hacer el ridíc*l*.  Miré detrás de mi el edificio que se levantaba enorme, me sentía tan diminuta cada vez que lo veía desde afuera. Y justo como esperé, mamá me esperaba sentada en los escalones, con un hombro apoyado en el marco de la entrada. Sonreí y caminé a ella con calma.  Hacía frío y ella no debería estar ahí sentada. —¿Mamá? —me acerqué y toqué su hombro con cuidado, no quería asustarla—. Mamá —traté una vez más y ella comenzó a abrir los ojos. Una sonrisa tiró de sus arrugadas mejillas al percatarse que era yo quien la tocaba y le sonreí de vuelta con cariño. Mamá siempre alegraba mis días. —Mi Hally —dijo alegra y me senté a su lado en los escalones para que pudiera abrazarme—. ¿Cómo te fue en el trabajo? Su pregunta me hizo suspirar, yo siempre había odiado ese trabajo en mi interior, así que no sabía si me alegraba o me entristecía que Jonh me hubiera despedido. —Oh, bien, pero ya no voy a trabajar ahí —me encogí de hombros y comencé a levantarme, debo llevarla a dentro o se enfermará y eso no será bueno. —¿Por qué no? —preguntó preocupada, tomando mi mano para ponerse de pie.  Le mostré una pequeña sonrisa, besé su mejilla y traté de verme casual no desesperada y con ganas de llorar dos días seguidos, como en realidad me sentía.  Mamá no es buena para tolerar emociones fuertes, hace años que no puede. Su corazón es frágil.  —Quiero hacer otras cosas. Mañana empiezo en la universidad así que le dedicaré a mis estudios —y mientras pensar en dónde c*ñ* voy a trabajar.  Dios, todo es tan difícil. —Bueno, me alegra que hagas algo más, nena —las puertas del ascensor se abrieron pero dentro ya había personas—. Oh. —Aún cabe una persona —dijo la señora Inés, nuestra vecina, iba acompañada de su esposo y sus dos hijos. El ascensor debió bajar antes de llevarlos a ellos.  —Esperaremos… —empezó mamá. Pero no, no podíamos. El ascensor no volvería a bajar, no estaba en las mejores condiciones, así que ese sería su último viaje antes de ser apagado. Además, jamás pondría a mamá a subir veinte pisos de escaleras.  —Mamá, ve tú —la tomé de los hombros y la empujé dentro con cuidado, las personas en el ascensor hicieron un poco de espacio para ella. —Pero, Hally… —Olvidé buscar algo, mamá —dije y toqué el botón para que las puertas se cerraran—. Espérame arriba. —No, Hally… —y ya no pude oírla más. Bueno, haré ejercicio. Con un suspiro caminé hasta las escaleras y comencé a subir. Supongo que este día no podía empeorar.  ¿Qué se supone que haré ahora? Todo es tan malo y difícil.  Y triste. Y también injusto ¿qué hice para tener que cargar con todo esto yo sola?  Por Dios.  Me detengo un momento a recuperar el aliento y es todo lo que necesito para estallar.  Ya llevo cinco pisos recorridos cuando pego mi espalda a la pared y me dejo resbalar hasta el suelo.  Mi pecho sube y baja y siento que hiperventilo y las ganas de llorar están consumiéndome desde dentro. Es como si quemara y ya no puedo evitarlo más. Me llevo una mano al rostro y me echo a llorar ¿qué voy a hacer? Mamá está enferma del corazón hace dos años y la única solución es un trasplante, pero a penas y puedo comprar sus medicinas. O pagar el departamento. —¿Por qué debe ser así? —digo entre sollozos—. No es justo. Y con las rodillas hasta mi pecho me permito llorar todo lo que no he podido desde hace mucho tiempo. . . .   Abro los ojos con cansancio.  Están hinchados y duelen un poco. Anoche mientras estaba en las escaleras envié un mensaje a mamá y le dije que tardaría, que por favor se fuera a la cama.  Esperé un tiempo prudencial hasta que intuí que estuviese dormida. No quería que viera mi rostro. No quería que se preocupara por nada. Cuanto me acosté me costó conciliar el sueño, así que sólo di vueltas en mi cama, tratando de encontrar una solución a mi vida. Como un millón de dólares en una maleta. Debía encontrar dinero de alguna manera, podría incluso vender cosas en la calle… Pero ni siquiera tenía algo con lo cual invertir.  Gruñí en voz alta y me puse la almohada en la cara.  —Meow —escuché a los lejos y alejé la almohada, sonreí al ver a Oliver, mi gato, mirarme con confusión sobre mi mesita de noche. —Hola, minino —me levanté sobre mis codos y acaricié su cuello—. ¿Vienes a darme una solución a mis problemas? —indagué.—Meow —Insistió. —O quizá sólo viniste porque tienes hambre. —Meow. Y no hice más que levantarme, debía ir a la universidad y también pensar en algún empleo. No vi a mamá en ninguna parte así que seguramente estaría dormida, eran las seis de la mañana.  Alimenté a Oliver, comí un poco de pan con mermelada, tomé un baño y lavé mi cabello.  Si salía alguna entrevista, entonces debía verme presentable. —¿Qué opinas? —pregunté a Oliver, mientras me miraba al espejo, hoy era mi primer día de universidad, estudiaría administración de empresas y me sentía optimista. Al menos eso me quedaba, mis estudios… Hasta que tuviese que dejarlos—. ¿Te gusta? —Meow. —Si, yo también creo que es muy formal —dejé caer los hombros y volví a cambiarme. Una falda de tubo gastada y un saco era demasiado para el primer día.  Aunque Danna, mi mejor amiga, quien por cierto, estudiará lo mismo que yo, suele decir que tengo lindas piernas. —Ja —me mofé frente al espejo— Lindas piernas ¿eso de qué me sirve? Además, los hombres son todos morbosos y viejos mayores… Dios. No quiero las manos de nadie encima de mi, no… —Negué frenéticamente con la cabeza—. Aunque… Y por instinto él regresó a mi mente o tal vez nunca se fue. Mi defensor de la noche anterior… —Lee Rang Do —probé su nombre en mis labios. Él fue también la razón por la que estuve despierta gran parte de la noche. No podía sacarlo de mi cabeza—. Sus manos no me molestarían en mi… ¡No! ¡Ah! ¿Pero qué estás diciendo Hally? Eres una pervertida. Me reclamé a mi misma. —Un hombre como él jamás se fijaría en mi ¡Mírame! —me señalé mientras miraba a Oliver. —Meow. —Probablemente yo no vuelva a verlo. Además, él no parecía ser de por aquí… Y yo no tengo nada para ofrecer, Oliver. —Meow. —Sólo tengo deudas, una virginidad intacta y una madre enferma a la que debo cuidar. Así que lo segundo que me queda lo conservaré hasta que muera, no tengo tiempo para buscar pareja. “O podrías venderla…” susurró mi cabeza. ¿Vender mi… cuerpo? —MEOW Y una carcajada seca salió de mi. —Dios y mírame, hablando con mi cabeza y con un gato —río y niego mientras me acerco para tomar a Oliver en mis brazos y acariciarlo antes de que el timbre del departamento suene—. ¿Qué? ¿Quién podrá ser? Frunzo el ceño. Es temprano para una visita y nosotras nunca recibimos visitas así no sea temprano. La única persona que suele venir es Danna y estoy segura de que en este momento sigue dormida. Camino a la puerta con Oliver en brazos y abro. —¿Si? —un hombre alto, vestido de traje y con el cabello limpiamente peinado me mira fijamente. Parecía un ejecutivo—. ¿Puedo ayudarle? —Hazel Mason —dice. —Si, soy yo… —digo con reserva, intimida su mirada seria y está demasiado erguido para ser normal, me recuerda a… —Esto es de usted —me tiende una bolsa que no había notado que llevaba consigo y frunzo más el ceño ¿quién diablos es? —Eh, eso no es mío. Yo no he pedido nada y…  —Es de usted —insiste y extiende aún más la bolsa en mi dirección—. Por favor, tómela.Miro de él a la bolsa y una vez más mi mente viaja a ese lugar en la noche y unas manos bajo mi mentón. Me recuerda a Lee Rang. Mi defensor. Y ese traje… Si. Es el mismo hombre que se acercó a Lee Rang cuando el auto dobló la esquina ¿Qué hace aquí? Tomo la bolsa y la abro. Es una bolsa de regalo, es como las que dan en los centros comerciales cuando compras ropa. Dentro de ella está mi abrigo. ¡Mi abrigo! El que dejé en el bar de John ¿Cómo él había llegado aquí? A mi casa ¿Cómo? —¿Por qué tiene usted esto? —me llevé la bolsa al pecho junto con Oliver y este estiró su pata para intentar revisar si lo que había dentro era de comer. —El señor Lee Rang lo ha enviado para usted. —¿Qué? —respondí atónita—. ¿Cómo? —Y él también le envió un mensaje —Continuó el hombre, parecía un ejecutivo. ¿Era acaso aquel hombre que me había defendido alguien grande? Pero ¿qué tan grande?—. Él dice “Gracias por llamar” Fruncí el ceño ante sus palabras. —¿Llamar? —y entonces lo recordé—. La tarjeta que me dio. El hombre delante de mí sólo asiente.  Vaya, pese a que no pude dejar de pensar en aquel hombre durante la noche, olvidé por completo lo que me había dado.  Bueno, supongo que estuve ocupada subiendo veinte pisos por unas infinitas y calurosas escaleras. —Oh, bueno, muchas gracias. —dije al hombre y este sólo hizo una reverencia y yo lo imité, aún con Oliver en mis brazos, quien seguía intentando meter su pata en la bolsa. —Eso es todo. Espero que tenga un buen día, señorita —y sin más comenzó a caminar al ascensor. Lee Rang me había enviado mi abrigo y también había esperado mi llamada… Oh, dios, no. Negué rápido y salí al pasillo con el abrigo y Oliver pegado a mi pecho, directo al hombre que había traído el único abrigo que tengo, a mi casa. —Espere —pedí y él volteó a mirarme, recto y con atención. —¿Si, señorita? —¿Podría enviarle un mensaje a su jefe? —Por su puesto —respondió amablemente. —Dígale… —¿qué podría decirle?—. Que agradezco mucho que se haya tomado la molestia de regresarme el único abrigo que tengo —me río nerviosa—. No, no le diga eso —pido y me aclaro la garganta—. Dígale que gracias por todo. Y que espero volver a verlo algún día e invitarlo a tomar un café —soy pobre, pero por lo menos puedo permitirme eso—. Por favor.  —Lo haré, señorita. —Muchas gracias —y obtuve una reverencia antes de que el ascensor abriera sus puertas y él se deslizara dentro. . . .  —¡¿Y sólo te despidió?! —exclamó Danna con indignación, poniéndose de pie, alertando a la mitad de la cafetería. Tiré de la manga de su suerte para llevarla una vez más al asiento y me miró con disculpa. —Si, eso hizo. Y por favor no hables tan alto. —Lo siento —se disculpó—. Pero es que es impresionante lo cavernícolas que son los hombres. Y más ese anciano gordo ¿qué más hiciste?  —Le rompí la nariz al hombre que quiso meter su mano bajo mi falda —dije con desgana, dejándome caer en mi asiento.  —Esa es mi hembra. Estoy orgullosa —alabó y luego se echó a reír. Si, así es mi Danna. —Debo conseguir un empleo y pronto. Las medicinas de mamá no se comprarán solas. —¿Tu hermano insiste en no ayudar? Asiento y ella hace una mueca de odio. Desde que Kadin, mi hermano mayor, se fue a trabajar al extranjero se olvidó de nosotras. Su excusa es que ya no vive en casa. —Bueno, no lo necesitamos. Yo te ayudaré a conseguir trabajo —sonríe y me acercó para abrazarla—. Podemos empezar por Go Empress. —¿Go qué? —Pregunto y Danna sólo rueda los ojos. —Por Dios, nunca prestas atención a lo que te digo. —Sólo a veces. —Go Empress —repite—. El dueño es de Corea, Seúl. La empresa también se fundó aquí hace un año y como se va a expandir necesitan trabajadores con o sin experiencia. Podemos intentar. Además, es dueño de medio Seúl y gran parte de las empresas de esta región, a parte de Go, estará aquí un tiempo para ver como se van desarrollando las cosas. Creo que se instaló hace una semana. Eso no lo tengo muy claro. —¿Cómo haces para enterarte de todo eso? —Camila es reportera —se encoge de hombros. Camila es su hermana mayor—. Oh y lo más interesante es que hoy va a… —¡Eh! Romanos —Ian, un chico pálido y de cabello oscuro se sienta al lado de Danna y la abraza por los hombros a lo que ella le da un manotazo para que se aleje. —No me llames por mi apellido.  —Si, si, porque no te gusta —Él rueda los ojos. Ian va a la misma clase que nosotros, nos conocemos desde el instituto. Es bastante estudioso y eterno enamorado de mi amiga. Pero ella no parece darse cuenta de ello. O sólo lo ignora. —Si, si —Danna le vuelve a dar otro manotazo y mira su reloj—. Ya debemos irnos Los tres nos ponemos de pie y caminamos a la primera clase. Es martes pero es el día de apertura y lo más probable es que den algún discurso. Llegamos al salón y los tres tomamos asiento en la tercera fila, ni muy lejos ni muy cerca del profesor.  Danna y Ian se ensaltan en una discusión sobre el apellido de mi amiga mientras yo sólo saco las cosas de mi bolso.  —Oh, lo que te iba a decir, Hal —llama Danna y le doy mi atención, pero el que creo es el profesor de la primera clase irrumpe en el aula y todos se ponen de pie.  Alguien más entra, pero sin prestarle atención regreso mi atención a Danna —El dueño de empresas Go vendrá y dará un discurso de apertura, ya que también financiará esta universidad. —Queridos nuevos estudiantes por favor den la bienvenida al presidente de Go Empress Y cuando dirijo mi miraba al estrado mi boca se seca.  El aire abandona mis pulmones y siento que podría desmayarme en cualquier momento al verlo caminar con aquella postura erguida y mirada seria. Y esta vez su cabello no cae sobre su frente y luce mucho más imponente. —Oh, m**rd*… —El señor Lee Rang Do. Siento a Danna chillar a mi lado y yo sólo tengo la boca abierta. Él… Él está aquí.

Chapter 2

El hombre camina hasta el estrado y justo como yo hice la noche anterior, delante de él y el señor del taxi, se inclina a modo de saludo. Y los suspiros de las chicas no se hacen esperar, además de que lo miran como si quisieran morderlo. —Es tan guapo. —¿Creen que sea casado? —Oh, quiero que mis hijos sean suyos. Y los murmullos detrás de mi siguen y siguen.  —El guapo que viene detrás de él es Park Jeon, mano derecha de el sexy señor Lee —Cuchichea Danna emocionada y mi atención va directo al chico que estuvo en mi casa esta mañana para entregar mi abrigo, quien se encuentra muy cerca de Lee Rang Do. Quizá no me equivoqué al pensar que él era el secretario de aquel hombre. Oh y el rector de la universidad también se encuentra en la sala —Es un placer darle a todos la bienvenida. Ustedes son el futuro de este mundo y siempre será un placer ver cada año nuevas caras —Habla él señor Lee Rang Do,

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