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Destinada para dos Alphas

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Annotation

Drago Montoya es un prestigioso abogado muy reconocido en la ciudad de Manhattan, encargado de llevar casos importantes como defensor de los de su misma especie. Como dueño de un acreditado bufet le resulta imposible hacerse de tiempo para él mismo. Sin embargo, eso no quiere decir que no estuviera esperando de manera impaciente a su luna la cual lleva años sin llegar a su vida. Pero su espera finalmente termina cuando ella aparece de la nada, lastimosamente no de la manera que él esperaba. Este CEO se preocupa por la llegada de su luna ya que ella termina siendo una simple humana; Samanta Felman es una joven huérfana que intenta sobrevivir con la economía de la ciudad, esta chica debe trabajar duro para poder llevar una vida digna. No obstante, no le resulta fácil mantener su actual empleo ya que es la sirvienta de un arsenal de hombres lobos. Sin saberlo esta joven termina trabajando para un lobo y no cualquier lobo, un alpha, quien se empeña en perseguirla a todos lados mientras que ella no entiende por qué. Pero por alguna extraña razón Samanta se debilita cuando está cerca de su jefe y eso le causa confusión. Drago no esperaba que su luna resultará ser una humana, Samanta le parecía muy joven e ingenua y encima de eso débil. Y esto último era el verdadero problema, ya que su socio Otto era de temer. Era otro alpha de un rango más bajo, él si disponía de su tiempo para buscar a su luna con la que procrearía cachorros. Entre los dos se desataría una guerra por el poder, ya que el primer alpha que consiguiera procrear un cachorro con su luna se convertiría por ley en el alpha de todas las manadas y su dominio aumentaría considerablemente.

Chapter 1 empleo peligroso

—Buenas tardes, vengo por lo del anuncio de trabajo.

—¿Segura que quieres ser camarera y pasarte más de 12 horas de pie? —le responden a Samanta con un tono de voz que no le agrada.

—Si —contesta a duras penas.

El hombre barrigón que tiene en frente la mira con expresión de no estar muy convencido con su respuesta, sin embargo, ella observa que él asiente como si estuviera resignado.

—Muy bien, esta cafetería le sirve a la empresa que está al frente. Así que necesito que seas una muchacha lista con este trabajo, ¿entendiste?

—Sí, claro—Samanta responde sintiendo verdaderamente tensa.

No esperaba que esa pequeña cafetería le sirviera exclusivamente al edificio que estaba frente a ellos, si lo hubiera previsto antes ni siquiera se hubiese acercado.

—Ve a la cocina allí te van a instruir sobre todo lo que necesitas, comienzas desde hoy.

—¿Hoy? —el hombre alza la mirada provocando que ella se intimide.

—¿Tienes algún problema con eso?, si quieres irte, allí está la puerta.

Samanta mira por encima de su hombro pensando que ganas no le faltaba para salir corriendo de allí, pero tampoco es que tenía muchas opciones. Había pasado todo el día buscando empleo y no tuvo excito.

Encima de que ese era su cuarto día buscando trabajo. Aunque no lo quisiera, lo necesitaba.

—No, comenzare desde hoy.

—Entonces, ve a la cocina —el hombre demanda señalando la puerta con su regordeta mano.

La joven asiente rápidamente para luego salir de la oficina, se encamina hasta la cocina y allí encuentra a un sujeto regordete.

—Eres la nueva camarera, ¿eh? —le dice sin siquiera mirarla.

—Si.

—Me extraña que el jefe te contratara.

—¿Por qué? —ella frunce el ceño.

—Por nada —se da la vuelta para verla a la cara, pero al hacerlo frunce la mirada —. Eres una niña, ¿Qué haces aquí?

—No soy una niña, ya soy mayor de edad —Samanta se defiende

—¿No me digas?, pues pareces una cría, no creo que seas acta para este trabajo, pero en fin ese es tu problema.

Samanta frunce el ceño ante las palabras de aquel hombre, era un poco grosero.

—¿Dónde están las otras camareras? ¿O hay algún turno? —el hombre se ríe y luego vuelve a lo suyo.

—¡Que tonta!, niña, eres la única camarera en este lugar.

La rubia ensancha la mirada, su corazón comienza a latir con fuerza al enterarse de que no existían más chicas en ese lugar. Todo el trabajo recaía en ella, ahora entendía porque tenían vacante.

Era un trabajo agotador.

—Se hace tarde, y ya hay muchos pedidos, será mejor que te pongas el uniforme y te pongas a trabajar.

—Si.

Toma el uniforme y luego se encamina hasta el baño para cambiarse, necesitaba ser fuerte para soportar aquel trabajo al menos por un tiempo. Tampoco es que deseaba servirle a ese consorcio que tenía en frente.

—Demonios, debí preguntar bien… siempre es lo mismo con todas las vacantes.

Una vez lista sale al exterior y se da cuenta de que tenía muchos pedidos listos en la mesa, ella mira todo aquello dejándola con la boca abierta.

—No te quedes mirando allí como una tonta, toma las cajas y llévalas al frente.

—Pero ¿cómo sabré repartir todo eso?

—Cada comida tiene una dirección de departamento, ahora ve…

Tragando saliva, Samanta acomoda los pedidos en una mochila y luego se encamina hasta la calle para dirigirse al edificio que tiene en frente.

En cuanto abandona el pequeño cafetín ella mira al frente y luego hacia arriba, era una edificación muy grande, todo de cristal, la verdad es que brillaba mucho como el diamante. Muerde levemente sus labios al mismo tiempo que su corazón no para de latir.

—Necesitas calmarte Samanta —se dice mientras que comienza a avanzar.

[…]

Drago Montoya observa aquellos documentos con detenimiento sin mostrar ningún tipo de emociones en su rostro. De hecho, su seriedad le provocaba pánico a cualquiera.

—¿Estás seguro que no tenía ningún otro documento escondido? —pregunta sin siquiera alzar la mirada.

—Muy seguro señor—responde Izan su mano derecha.

—Aunque no hayas encontrado nada más, estoy seguro de que falta más información.

—Señor…

—Quiero que traigas a ese infeliz aquí, yo mismo le pediré el resto de la información —en ese momento levanta la mirada para ver a su mano derecha.

Este asiente de inmediato, se inclina un poco y luego se marcha. El CEO vuelve la vista a los documentos frunciendo el ceño, odiaba cuando las personas intentaban burlarse de él.

—¡Idiota!

[…]

Samanta ingresa en el edificio al mismo tiempo que relame sus labios, al mirar el interior del mismo se da cuenta de que era bastante lujoso y cómodo por dentro. La joven camina hacia el recibidor sintiéndose bastante nerviosa.

—Buenos días.

—¿La nueva camarera? —la joven la mira de arriba hacia abajo, como si estuviera haciéndole una inspección.

—Sí, debo repartir estas órdenes.

—Solo toma las escaleras y sube a los pisos que debas subir.

—¿Escaleras? Pero si esto es un rascacielos.

—El ascensor es únicamente para el personal, no para espe… solo toma las escaleras.

Samanta aprieta los labios, aquel trabajo iba a ser peor de lo que imaginaba. Resopla y avanza hasta las estúpidas escaleras.

—Buena suerte niña —creía fielmente que si iba a necesitar de mucha suerte.

Empieza a subir a subir los peldaños dirigiéndose a la primera parada, esperaba que no tuviera que subir hasta el último piso, sería una completa locura.

Aquel lugar era un bufet, pero no cualquiera. Era el más grande de todo Manhattan, uno muy importe ya que defendía los mejores casos. Los abogados que trabajan allí eran los mejores y los más costosos, no cualquiera podía pagarse uno.

No es que estuviera familiarizada con ese consorcio, pero lo que hablaban en las revistas de cotilla sobre ellos era más que suficiente para saber que las personas más ricas e importantes del país acudían a ese bufet.

—Y ahora yo soy la camarera de ellos, ¡Genial! El mejor trabajo que pude encontrar, debí preguntar primera que demonios era lo que iba a hacer —refuta enojada con ella misma.

Fue una tonta y se confió en lo pequeño y humilde que se veía la cafetería, jamás a nadie se le hubiera ocurrido que ese lugar tan chico pudiera servirle a un bufet tan prestigioso como ese.

—Debo resistir al menos un par de meses.

Llega al primer piso, por suerte todos los pedidos pertenecían a ese lugar, pero al entrar en el mismo ella es recibida por la mirada de todos los presentes. Se sintió muy extraño que todos la vieran de esa manera.

Pero le restó importancia y camino para entregar los pedidos sintiendo que todos la miraban sin disimulo.

En cuanto entrego el último pedido volvió a refugiarse en las escaleras, fue allí que soltó el aliento contenido. Aquello fue incomodo, de hecho, le disgusto mucho que la mirasen de esa manera como si fuera una mosca en una sopa.

—Estas personas son horribles —se dice en voz baja mientras desciende los escalones.

[…]

—¿Por qué te has tardado tanto en regresar? Tienes muchos pedidos por hacer niña, si no eres lista no duraras mucho aquí.

—Hago lo que puedo, no soy una máquina, además soy nueva y *p*n*s estoy aprendiendo a entregar. No me conozco el interior de ese bufet.

—¿No lo conoces? —el hombre le pregunta de forma capciosa.

—Por supuesto que no, jamás en mi vida he entrado allí. ¿Cree que tengo cara de querer ingresar en ese lugar? No estoy tan loca.

El cocinero sonríe ante su respuesta, voltea las tortillas y niega a la vez.

—No eres tan estúpida como creí.

—Por supuesto que no…

La joven mira a través del vidrio de la cafetería el edificio, la verdad es que le temía a ese lugar ya que allí solo se encontraban los hombres lobos más poderosos e influyentes de la ciudad.

Todos los que trabajan en ese bufet eran lobos, Samanta creía que hasta el que limpiaba los pisos lo era y eso la asustaba más de la cuenta. Era como meterse en la boca del lobo, nunca imagino que una humana tuviera que servirles a los lobos.

Esas miradas que todos ellos le dedicaban la asustaban, era como si quisieran comérsela, desde luego que eso estaba prohibido. Ellos no podían atacar a un humano o sufrirían un castigo terrible.

Sin embargo, los casos de ataques de lobos a humanos si existían, y a raíz de eso aquel bufet de hombres lobos nació. Los mejores y distinguidos abogados se unieron para salvar a su espécimen.

Ella absurdo que ayudaran a su gente cuando solo causaba atrocidades en la calle, en las casas, donde fuese.

Los humanos tuvieron que aceptar que existían hombres lobos y les toco adaptarse a ellos, pero les costaba mucho ya que ellos son una población muy grande. Lo bueno de todo eso es que a ellos no les gustaba mezclarse con los humanos.

—¡Es un alivio! —musita muy bajo.

—¿Qué has dicho? —pero su cocinero la oye y la pone tensa.

—Nada.

—Lleva esta orden antes de que todas las demás, esta es importante y más te vale que lo hagas bien o tu empleo dependerá de ello.

La chica frunce la mirada al mirar aquella bandeja de comida, era diferente a las demás, muy elegante.

—¿A quién debo entregar esto?, no tiene dirección.

—No la necesitas, solo debes subir al último piso.

—¿Último?, te volviste loco, ¿sabes que no me dejan usar ascensores?

—¡Ve!

La orden de ese sujeto la irrito mucho, luego mira la bandeja y el montón de pedidos que se le estaban acumulando en la mesa. Por supuesto, ninguna empleada soportaría tal presión, seguramente todas han sido humanas y terminan renunciando.

La joven rubia toma la bandeja para encaminarse a la salida, si no hubiera sido porque no encontraba trabajo en ningún lugar que no perteneciera a los lobos no estaría allí sirviéndoles a ellos mismos.

Cada lugar que visitaba pertenecía a esos sujetos, los pocos lugares que eran de humanos no tenían vacantes, cada empleo que visito tenía como dueños a lobos o subordinados de estos.

Aquello era una perdición.

Y para nada, termino sirviendo a la peor compañía existente, la más peligrosa de todas. Si alguien de ese lugar la asesinaba simplemente desaparecían su cuerpo y ya. Samanta niega, no podía estar pensando en esas tonterías y menos en ese momento tan crucial.

La chica regresa a la empresa dirigiéndose directamente a las escaleras, comienza a subir, al principio rápido, pero al sentirse agotada reduce el ritmo hasta detenerse y recostarse un momento del muro de concreto.

—Por dios, ¿Cuánto más debo subir? —mira hacia arriba, toma aliento y vuelve a tomar el ritmo.

En cuanto llega al último piso suelta el aliento, su cuerpo estaba tan húmedo que parecía haber salido de la ducha. Se dirige hasta la recepción y antes de que pudiera llegar la secretaria alza la mirada.

—No entraras en esta oficina expirando ese aroma.

—Lo siento mucho, pero no me dejan usar el ascensor.

—Por supuesto que no, como crees que una asquerosa humana lo usara. Tu lugar son las escaleras.

—Por suerte, así no estaré oliendo a perro.

La secretaria se pone en pie mostrando una expresión de ira, Samanta retrocede un paso al mismo tiempo que traga saliva.

—Dejare esto aquí.

—Por tu bien, es lo mejor.

[…]

Drago hace amago de firmar un documento, pero se detiene en seguida al percibir un aroma que lo deja helado.

—¡¿Qué?! —frunce la mirada mientras observa el documento.

Levanta poco a poco la vista para ver la puerta de su oficina, la observa con detenimiento mientras que sus fosas nasales perciben aquella fragancia que jamás en su vida había olido. El CEO se inquieta puesto que para él era bastante nuevo oler algo así.

—¿Qué es ese aroma tan fuerte?

Por más que intentara reconocerlo de alguna otra parte no lo conseguía, era nuevo, refrescante, provocativo, muy fascinante. De hecho, su boca se le hacía agua sin que él pudiera evitarlo.

Chapter 2 mi luna me da verguenza

Drago parpadea reiteradas veces al entender lo que estaba sucediendo, sus labios se entreabren un poco debido al asombro del descubrimiento.

En eso alguien toca la puerta de su oficina ocasionando que su frío corazón se paralizara al instante y segundos después observa la puerta abrirse y es cuando sus ojos se ensanchan enormemente.

No se lo podía creer, traga saliva al mismo tiempo que suelta los documentos que tiene en las manos, pero de la nada su secretaria ingresa en su oficina ocasionando que él frunciera el ceño.

—¡Señor su comida esta lista! —él mira a su secretaria y no comprende que estaba pasando.

¿Por qué su secretaria despedía aquel olor?

Era imposible, ella llevaba trabajando para él muchos años, encima de eso era una loba si ella… el CEO niega, no podía ser ella, conocía muy bien su aroma.

—¿Qué demonios está pasando?

—Disculpe señor.

—Tu aroma, es diferente —la mujer ensancha la mirada al escucharlo —. ¿Qué demonios pas

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