Un Triangulo PELIGROSO

Capítulo 1 – El trasto viejo

Diana:

Luego de la muerte de mi hermano menor, mi casa se volvió un caos, mi madre no lograba sobreponerse, pasaba la mayor parte de su tiempo llorando y lamentándose. Cuando me miraba, aunque no me lo dijera, veía el odio en sus ojos, ella hubiera preferido que fuera yo quien muriera y no su hijo predilecto. Así que un día, mi abuela se acercó a mí, depositó las llaves del viejo coche de mi abuelo en mi mano y la cerró con la suya

‒ Querida Diana, en la vida hay que tomar decisiones y, aunque duela, uno debe hacer lo que tiene que hacer

No lo pensé ni treinta segundos, cogí una mochila y puse mis objetos personales y algo de ropa, cogí el coche y conduje sin rumbo fuera del pueblo hasta quedar sin combustible.

No fue una distancia muy larga, pues el tanque estaba casi en la reserva. *p*n*s me dio para alejarme unos cuantos kilómetros. Pero tuve que dejarlo a un costado del camino. No tenía dinero así que tocaba abandonarlo y seguir a pie.

‒ Muchas gracias, viejo, nos hemos divertido mucho estos años, espero que quien te encuentre, te trate como te mereces – y le di un beso al volante

Sin mirar atrás, seguí mi camino a pie. Ya estaba anocheciendo y comenzaron a dolerme los pies, así como mi estómago por el hambre, fue allí cuando comencé a cuestionarme si había sido una buena idea haberme ido. La oscuridad llegó al fin. Estaba absorta en mis pensamientos, cuando unas luces iluminaron mi silueta, avisando la cercanía de un coche. Pensé en pedirle un aventón, pero recordé los cuentos de terror en las carreteras que me contaba mi abuela y desistí. Pero el coche en cuestión se detuvo unos metros delante de mí. Me detuve, pues el miedo invadió todo mi ser, pero cuando vi la luz blanca de la marcha atrás creí morir, no tenía escapatoria. Cuando al fin llegó a mi lado, la ventanilla del acompañante se bajó. El conductor era un hombre joven y por demás guapo, eso me asustó más aún. Se ofreció a llevarme

‒ Si quieres te arrimo hasta el próximo pueblo. Supongo que el auto que está más atrás, es tuyo y vas por combustible

Se trataba de un coche deportivo de lujo color negro. Al abrirse la puerta se iluminó el interior. ¡Por Dios! ¡Qué pedazo de hombre! Aquello era un espectác*l* no solo para los ojos, sino para todos los sentidos. Su rostro era perfecto, las líneas bien definidas y perfectamente simétrico. Sus ojos de un negro intenso, casi se podría ver cómo irradiaban chispas. Sus labios finos pero delineados con una exquisita excelencia. Su sonrisa encantadora dejaba ver unos perfectos dientes blancos. Su cabello de un negro casi azulado, lo llevaba no muy corto y alborotado. ¿De dónde había salido semejante espécimen?

‒ En realidad lo abandoné

‒ ¿Cómo pudiste abandonarlo?, ¡es un clásico!

‒ Es que no tengo ni un centavo para el combustible.

‒ Ven, sube, llamaré una grúa para que lo recojan y ya me dirás si lo conservas o me lo vendes

¿Venderlo?, no había pensado en ello, ¿a quién podría interesarle semejante chatarra?

‒ Se lo agradezco. Perteneció a mi abuelo y le tengo mucho cariño. Pero, por circunstancias que no vienen al caso, debí irme de mi casa casi solo con lo puesto y no puedo mantenerlo – realmente le tenía cariño a ese trasto viejo y me había dolido dejarlo abandonado

‒ Te entiendo, cuando las cosas se salen de control, es mejor dejar todo atrás y comenzar de nuevo. Pero sube, que te llevo – Le sonreí y subí al impresionante coche – por cierto, mi nombre es Joel

Le tomé la mano que me extendía y se la estreché con firmeza, estaba bien cuidada, tal vez un poco fría para mi gusto y muy fuerte.

‒ Mucho gusto, mi nombre es Diana

Traté de sonar sofisticada, creo que fue un poco exagerado porque sonrió

‒ ¿Cómo la diosa romana?

‒ Sí, pero dudo mucho que mi madre lo supiera, seguramente ella me lo haya puesto por alguna famosa – me arquee de hombros – ¿En realidad le interesa mi auto?

‒ Sí, ¡claro que sí!

Tomó su móvil y llamó a alguien que trabaja para él y le pidió que lo levantáran y lo llevaran al taller de no sé quién…

‒ Gracias, es usted muy amable

‒ No hay de qué – sonrió ampliamente – ¿De dónde vienes?

‒ Del pueblo que está un poco más atrás de donde dejé el coche

‒ Pensé que desde más lejos, digo, por lo del combustible

‒ Es que salí a toda prisa y tomé no dinero

‒ ¿Estas escapando de la policía?

‒ ¿De la policía? – y reí – No, que va, en realidad escapo del fantasma de mi hermano

‒ ¿De manera literal o estás hablando en metáfora? – me miró muy serio

‒ En metáfora, ¡claro!, los fantasmas no existen, todos lo saben

‒ Si tú lo dices… - lo observé, pero no me atreví a continuar la conversación

Joel:

Después de muchos años de paz entre los Clanes, por motivo desconocido, algunos integrantes nuevos empezaron a tener ciertas actitudes violentas para los seres que no pertenecieran al suyo. En esas guerrillas había caído mi amigo Jordan, mi mano derecha. Con él habíamos pasado varios siglos tratando de lograr la tan ansiada paz y por varios años lo habíamos logrado. Pero tratando de evitar que un grupo de vampiros recién creados masacraran a un grupo de jóvenes de sangre caliente cayó, consecuencia de una furia incontrolable de uno de ellos.

A mí me toca ser el líder de mi Clan y uno de los miembros más antiguos del consejo de clanes, así que solicité una reunión urgente para pedir explicaciones de lo ocurrido. De todas formas la muerte de Jordan, me tenía desbastado. Era mi amigo, casi mi hermano, muchas cosas habíamos pasado juntos. Aún no reacciono, me parece mentira ya no verlo, no conversar con él, no pedirle consejo. Muchos siglos juntos, será difícil.

Capítulo 2 – Vampiros, brujas y hombres lobo

Joel:

Si quiero despejarme, solo lo consigo conduciendo sin rumbo a alta velocidad y en la noche.

Mi vida se está tornando en un caos. La inesperada muerte de Jordan, mi mano derecha y amigo, ha trastornado no solo mi vida sino la de todo el clan. ¿Cómo no lo vi venir?, se supone que soy el líder, mi deber es cuidar de ellos. Confían en que así será. Tengo que estar alerta. Pero estos últimos años de paz han hecho que baje la guardia. Han llegado sujetos nuevos a los diferentes clanes y no todos los pueden controlar como hago yo con el mío. Por eso me culpo por su muerte, podría haberla evitado. Nadie me culpa, pero en el fondo me hacen responsable, y los soy. Ya no pude más y salí sin rumbo a despejar mi mente.

Al dar la vuelta, vi un coche orillado a un lado del camino. Detuve mi marcha, podría tratarse de alguien en problemas. Me bajé y me acerqué lentamente. El coche estaba vacío y no había nadie en los alreded