
Entre los millonarios
- Genre: Billionaire/CEO
- Author: Leonard Bachman
- Chapters: 135
- Status: Completed
- Age Rating: 18+
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- ⭐ 7.5
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Annotation
Lucy debe salvar a su familia de la bancarrota, y la unica forma de hacerlo es aceptando volverse la esposa de su socio. Gabriel desea hacerse cargo de la fortuna familiar, pero la condición que su padre le ha impuesto es que se vuelva un hombre de familia. Y no le importa que el matrimonio con sus socia sea una farsa, para él solo es un trato de negocios, o eso cree. El trato entre ellos para estar claro, y su futuro definido. O al menos hasta que Matías, el hermano de Gabriel, se dispone a quedarse no solo con la heremcia familiar, si no también con Lucy. ¿Podrá Lucy poner a su familia por encima de sus emociones? ¿Caerá en las trampas de Marías o se mantendŕa fiel a su arreglo con Gabriel?
Cap. 1: Salvando a la familia
—¡Por supuesto que no, no voy a hacerlo, no es justo que me pidan eso! —reclama una joven mujer entrando a su habitación con sus ojos verdes llorosos y la voz a punto de quebrarse.
—Camila, cariño, es por el bien de tu familia, créeme que si hubiese otra forma no te lo pediría —asegura el padre sentándose al borde de la cama junto a ella y tomando sus manos entre las suyas con cariño.
—¿En serio es tan importante para ti el dinero y el estatus que le pides a tu única hija que se case con un hombre que le dobla la edad solo para mantenerlos? —cuestiona Camila mirando a su padre como si fuese una especie de ser insensible.
—Los Bonaccio somos una familia centenaria, no solo es el dinero, es nuestro estilo de vida, nuestras oportunidades. Si presento bancarrota, todas las puertas se cerrarán para nosotros, pasaremos a ser solo el hazmerreír de todas nuestras amistades, a vivir en un barrio común con gente común —expone el hombre de cabello castaño y mirada penetrante, en un intento de hacer entender a su hija la gravedad de las circunstancias que enfrentan.
Al ver las cosas de esa manera, Camila se muerde el labio con nerviosismo, no le gusta la idea de casarse con casi un anciano, pero la verdad es que tampoco está dispuesta a dejar la vida de lujos a la que está acostumbrada. El matrimonio que su padre ha arreglado con Gabriel Burlati parece ser su única esperanza, no solo para mantener su clase social, sino también para que su apellido no caiga en desgracia, una responsabilidad que le correspondía a su padre, pero en lo que ha fracasado grandemente.
—Está bien, yo… lo haré, lo haré por el bien de nuestra familia, aunque para hacerlo deba sacrificar mi felicidad —se resigna la mujer esforzándose por esbozar una sonrisa, pero incluso ese intento se ve fallido ante la sensación de derrota que siente.
—¡Oh, mi niña, sabía que ibas a tomar la decisión correcta, has salvado a nuestra familia! ¡Voy a llamarlo ahora mismo para que venga a cenar esta noche y decirle que la boda puede ser cuando él quiera! —exclama el padre levantándose de un salto de la cama, tan emocionado que con el celular en la mano sale de la habitación sin siquiera preocuparse del estado emocional de su hija.
—¿Quién dijo que los hijos no pagamos por los pecados de los padres? —murmura Camila dejándose caer en su cama para darle libertad a sus lágrimas para correr, tratando de decirse que quizás podría ser feliz al lado de un marido de cincuenta años, pero lo cierto es que lo duda mucho, aunque en todo caso quizás la felicidad no es más que un cuento de hadas, y sólo debe intentar… conformarse con lo que la vida le ha dado.
Gabriel Burlati se para en el umbral de la puerta doble de cedro de la mansión Bonaccio, con un ramo de rosas blancas en una mano y una botella de vino que vale una fortuna en la otra, piensa una vez más si está tomando la decisión correcta. Es cierto que la belleza de Camila es indiscutible, pero aliarse a una familia que si bien tiene historia está al borde de la ruina, no parece la decisión más razonable. Algo que varios le han remarcado, pero él ve potencial en esa unión, cree que la influencia del apellido Bonaccio lo ayudará a seguir ascendiendo en su escalada al poder.
—Gabriel, bienvenido a nuestra humilde mansión, es realmente un placer tenerte con nosotros —saluda el señor Burlati con una gran sonrisa en cuanto ve entrar al prometido de su hija, que aunque su cabello blanco da cuenta de la diferencia de edad entre la pareja, lo que importa son los millones que tiene en sus cuentas bancarias.
—El placer es mío, Reginald, aunque esperaba que tu hija estuviese aquí para recibirme, le he traído unas flores —comenta el empresario con su característico tono ácido, mirando con cierta crítica al matrimonio que intercambia miradas de nerviosismo.
—Oh, ella ha estado muy nerviosa por la cena, revolviendo su armario para encontrar qué ponerse, hallar el maquillaje adecuado, quiere verse hermosa para ti —se apresura a responder la elegante señora Bonaccio que no puede evitar echarle una buena mirada a su invitado que por el físico que se nota a través del traje, da cuenta que se preserva más que bien, llegando a notar hasta cierta nota de envidia hacia su hija.
Gabriel está a punto de comentar que suele molestarle mucho que las mujeres no estén listas a tiempo, cuando ve a la joven descendiendo por las escaleras con un vestido rojo al cuerpo, y el cabello castaño cayéndole sobre el hombro derecho. Sintiendo como si estuviese en una especie de sueño, se queda sin palabras, quizás por primera vez en su vida, sin duda la belleza de su prometida no tiene igual, y la espera vale cada segundo.
—Siento no haber estado a tiempo para recibirlo, solo… quería asegurarme de dar una buena primera impresión —se disculpa Camila con una voz tímida, algo confundida al sentir una especie de atracción hacía ese hombre que sin duda está lejos de ser la imagen que tenía de un hombre de su edad.
—Estás realmente hermosa, Camila, estás rosas son para ti —responde el empresario tratando de recuperarse de la impresión que la joven le ha provocado, disipando las dudas que albergaba sobre ese matrimonio.
—Por favor, pasemos a la mesa —invita Reginald saltando por dentro al ver que las cosas están yendo mucho mejor de lo que esperaba, consciente de lo fascinado que su invitado ha quedado con Camila.
Sintiendo un nerviosismo que amenaza con convertirse en una especie de ataque de histeria, Camila entrega el ramo a una de las mucamas para que las coloque en un jarrón. Sentada al lado de su futuro esposo, y sintiendo el peso de las miradas satisfechas de sus padres, no puede evitar sentirse como una mercancía que están a punto de vender, habiendo pasado ya el juicio crítico del cliente.
—He oído que has tenido una gran ganancia con las inversiones del Litio en Argentina, unas muy rentables. Felicidades por ese buen ojo —comenta el señor Bonaccio que ha seguido muy de cerca cada paso de su invitado, muchas veces ardiendo de envidia por su buena suerte.
—Sí, las cosas se dieron tal y como esperaba, solo tienes que pensar en lo que la gente siempre necesitará. Y la energía es una de ellas, el litio se usa para casi cada aparato electrónico, así que no había que pensarlo demasiado —responde Reginald con una sonrisa en los labios, sintiendo una especie de necesidad de impresionar a su futura mujer, la cual el solo mirarla le provoca un ardiente deseo que hasta llega a sorprenderle.
—Estuve a punto de meterme en el negocio, pero ya sabes como son las políticas en esos lugares, tanta volatilidad, tanta incertidumbre económica, hicieron que prefiriera no arriesgarme —miente Gabriel, tratando de sonar como si fuese una mente que entiende el mercado.
—El que no arriesga no gana, toda decisión en la vida implica cierta incertidumbre, pero si uno tiene buen ojo casi siempre será capaz de llevarse una gran recompensa, incluso aunque muchos otros hayan decidido evitarlo por temor” —afirma Burlati mirando a su compañera con interés mientras toma un sorbo de su copa de vino.
—¿Y si lo que recibe no es lo que esperaba? ¿Si resulta que tenía demasiadas expectativas y termina decepcionándose con el resultado? —cuestiona Camila con tono frío, mirando fijamente al invitado, ya sin poder soportar seguir fingiendo que es una muñeca sin voz ni mente propia.
—Entonces tomas las medidas necesarias para que se convierta en lo que querías, los ganadores no se hacen por haber sido tocados por una varita mágica, sino porque han luchado para usar todo a su alrededor para su favor —responde Gabriel sintiéndose aún más fascinado ante la mirada de desafío que ve en esa joven.
Camila le sostiene la mirada con esfuerzo, fijándose en los labios gruesos de ese hombre, sintiendo que todo en él parece absorberla, atraerla, apoderarse lentamente de su mente y de su cuerpo que comienzan a sentir la proximidad a él como una necesidad. Algo que para su suerte es interrumpido por el sonido del timbre anunciando una nueva visita, que sea quien sea siente que le está en deuda por ayudarla a librarse de su tonto intento de intimidar a ese hombre.
—Espero que no les importe que haya invitado a mi hijo a la cena —comenta Burlati convencido de que ya ha llegado.
—Por supuesto que no, esta es una cena familiar —responde Reginald obligándose a sonreír a pesar del inesperado visitante.
¿Hijo? Camila siente como si de repente el corazón se le hubiese detenido, había aceptado convertirse en esposa, pero nadie le dijo que debería ser también madrastra. Algo para lo cual sin duda no está preparada, simplemente no se ve criando a un pequeño niño.
—Buenas noches, familia, espero no haber llegado demasiado tarde —saluda un sonriente hombre de veintitantos años al que Camila no puede evitar mirar boquiabierta, no solo no es un niño, sino que es condenadamente atractivo.
Cap. 2: Atracción peligrosa
—Te ves hermosa, cariño, ¿por qué no sales y le muestras el vestido a tu prometido? —propone una amable vendedora de la tienda de vestidos de novia al ver a su clienta algo dubitativa mirándose en el espejo.
—Él… él no es mi prometido —se apresura a responder Camila con las mejillas ruborizadas, ya que la persona que la ha acompañado a elegir el vestido para la boda ha sido Stefano, su futuro hijastro.
—Oh, lo siento, es solo que al ver como se miraban… creí… que tonta… —se disculpa la vendedora muerta de vergüenza por haber metido la pata.
“Como se miraban”, se repite Camila mentalmente, es cierto que no ha podido evitar sentir una atracción hacia ese hombre de cabello negro y ojos azules, pero creía haberlo estado disimulándolo bastante bien, sobre todo cuando se ha repetido cientos de veces que no puede sentir algo así por él. Pero… ¿Acaso él la mira con el mismo interés? ¿Acaso siente la misma atracción que ella?
—Creo que ese se te ve bien, es elegante