De CEO a vaquero

BALTHAZAR

—Vamos —la morena que me tiene agarrado de la mano, me lleva arrastras hasta el elevador— házmelo aquí —me exige mientras se voltea y sube un poco su vestido.

Me deja apreciar su intimidad y levantó las cejas sorprendido.

—Mujer traviesa, no llevas bragas —le dije yo, pasando un dedo por su húmedad.

Su cuerpo se estremece por mi tacto y es por eso que me gusta el s*x*, es una transacción limpia, puedes ser tan pecador como tú quieras, cualquier posición y lugar te sirven para llegar a fin el acuerdo mutuo entre dos o más personas. Yo amo a todas las mujeres por igual, amo sus cuerpos y como reaccionan a mi toque.

No puedo decir más porque el ascensor llega al piso donde aparentemente la mujer se queda, la conocí en el bar del hotel luego de que Jazziel me dejó embarcado. Creo que se llama Jin, Jannet, Jenn o como sea que se llama y empezamos hablar de las cosas que tenemos afines, es de curvas modestas, de porte delgado, tiene un lindo vestido negro estilo corset y algo suelto abajo, su rizado cabello color chocolate compite con el exquisito color de su piel tostada, llegamos a trompicones a su habitación entre besos y manoteos y luego nos separamos lo suficiente para que ella sacará la tarjeta llave de su cartera y abriera la puerta y, entramos.

En cuanto lo estuvimos puertas adentro con la intimidad de la soledad que nos brindaba la habitación, comenzó a quitarse la falda de lo que pensé era un vestido, pero ahora parece más una camisa y una falda. No me importa, se veía muy bonita, se quita solo eso dejando desnudas sus caderas hacia abajo, se baja los tirantes del corset dejando sus suculentos pechos expuestos, cuando el aire besó su cuerpo, sus p*z*n*s se volvieron una pequeña protuberancia erguida que pedían atención, se puso las manos en las caderas y puso esa pose que ponen algunas mujeres y, que se supone que debería verse s*xy en las mujeres, pero se ve un poco forzada en ella, queriendo aparentar ser una leona cuando se nota que es una gatita que quiere ser mansa.

Ya es hermosa como es no tiene que destacar nada más, pero no se lo digo porque el punto aquí es que ambos nos sintamos muy bien. Me quito la corbata porque en cuanto salí de mi oficina me vine al bar a charlar con un amigo y socio, pero este se consiguió un ligue cinco minutos antes de que yo llegara, así es Jazziel.

—Acuéstate en la cama —le ordenó, quitándome los gemelos y desabrochando los puños de mi camisa— ábrete de piernas y déjame ver ese coñito hambriento por una p*ll*.

La mujer acata cada orden sin chistar, quería parecer que tenía la batuta, pero se volvió tan mansa como todas.

—Tocáte —seguí ordenándole, viendo cada reacción que tenía a ellas.

Le gustaba.

Lo que dije. Es una manda gatita hambrienta de placer.

Me decido por dejarme solo el pantalón puesto, me acerqué hasta donde estaba en la cama y bajo mi cara a su centro de una vez, no la he tocado, ella *p*n*s y lo hace hace un minuto y está mojada esperando por mi verga.

Soplo aire y la veo retorcerse por el cambio de temperatura.

—Por favor —súplica.

—Por favor ¿qué? —le pregunto divertido, mientras pase mi dedo índice por su r*j* en una caricia efímera.

—Te necesito —ruega y jadea.

Sudor corre por su frente, veo su vagina palpitar y sus muslos temblar y sin más rodeo acerco mi boca a su pequeño clít*r*s y lo succiono con fuerza. Su espalda se catapulta desplegándose del colchón y suelta un grito que está entre angustioso por la espera, extasiada por las sensaciones e incrédula por lo que siente.

Palmeo mi p*ll* para darle un aviso que ya viene su turno, pero primero las damas.

Me dedico a jugar con su pecaminoso centro y añadí mis dedos a la ecuación, regalándole una sinfonía exquisita y algo alta de su primer orgasmo. Mientras ella baja de la nube orgásmica en donde la monte, me puse un preservativo y abrí más sus piernas para darme espacio para mí voluminoso y alto cuerpo, mientras acariciaba su hinchado y ahora sensible perlita hinchada y húmeda, fui metiendo mi glande sin más juego previo.

Necesitaba liberación y ella ya estaba lista para mí.

—¡Oh Dios! es demasiado —se queja al sentir solo la punta de mi grueso falo. Siempre me sucedía lo mismo.

Costaba un poco acostumbrarse a mi tamaño, pero se podía, solo había que tener paciencia.

—La vas a tomar toda— abofeteo su c*ñ* sensible y ella grita de placer y aprovecho para empujar el resto de mi tronco dentro de ella en un solo empujón, robándole así el aire de sus pulmones— m**rd*. Sí, se siente bien.

—La vas a tomar toda— bofeteo su c*ñ* sensible y ella grita de placer y aprovecho para empujar el resto de mi tronco dentro de ella en un solo empujón robándole el aire de sus pulmones — m**rd*. Sí, se siente bien.a vas a tomar toda— bofeteo su c*ñ* sensible y ella grita de placer y aprovecho para empujar el resto de mi tronco dentro de ella en un solo empujón robándole el aire de sus pulmones — m**rd*. Sí, se siente bien.

—La vasme sucedía, costaba un poco acostumbrarse a mi tamaño a tomar toda— bofeteo su c*ñ* sensible y ella grita de placer y aprovecho para empujar el resto de mi tronco dentro de ella en un solo empujón robándole el aire de sus pulmones — m**rd*. Sí, se siente bien.er y aprovecho para empujar el resto de mi tronco dentro de ella en un solo empujón robándole el aire de sus pulmones — m**rd*. Sí, se siente bien.

La dejé unos segundos para que se ajustará un poco a mi tamaño, pero me urgía moverme de nuevo, quisiera metersela completa, pero no me quejo.

—Junta esas t*t*s para mí —ordeno, lo hizo cuando mis palabras penetraron la neblina de placer.

Cuando sus p*z*n*s estaban unidos le di varios golpeteos húmedos con mi lengua mientras empecé a meter y sacar mi verga de su interior, su cuerpo se retorcía debajo de mí y no sabía si quería quitarme o atraerme a ella. Nadie podía aguantar mi tamaño y aveces se quejaban y se hacía demasiado cuando intentaba darles más de lo que podían soportar, a veces no me importaba, pero días como hoy que quiero liberar el estrés y la frustración por no firmar un tratado que ya estaba listo, pues no me agrada, a nadie le agrada que te frenen tu propio extasis.

Le saco la verga sin previo aviso y se queja, hace una mueca de dolor, pero cuando la giro y la pongo a cuatro patas no se queja sino que pone más el c*l* en pompás.

Acaricio un poco su espalda para que no tense el cuerpo y vuelvo a acariciar sus deliciosos y tersos senos bien tersos y exquisitos. Paseo una mano en su vientre y juego con el pequeño piercing de su ombligo.

Sigo mi camino hasta su monte de venus, separo más sus labios y los recorro con mis dedos, cada vagina es diferente, como la mujer que la porta y me gusta conocerla, degustarla, tocarla y reconocerla. Ya dije que amo a las mujeres, cada c*ñ* es hermoso a su manera y soy fan de todas por igual.

La mano que tenía jugando con sus senos la llevó su espalda y la paso de arriba a abajo en un hipnótico masaje, meto mi falo grueso y duro como una piedra en su coñito hambriento y este intenta tragarse lo más que puede.

—Duele —me avisa y dejo de penetrarla tan hondo, encuentro un ángulo que me sea factible a mí y que para ella no sea tan doloroso y, comienzo a rotar mis caderas en círculos encontrando su punto G en el proceso.

Busco el orificio de su ano y paseo mi pulgar en el, lo rodeo, lo presionó un poco y me apartó. Todo sin dejar de prestar atención a sus necesidades, su orgasmo está cerca lo puedo sentir por como apreta sus paredes en mi verga, curva los dedos de los pies, saca más su caderas buscando su liberación y tiene mucha humedad. Su cuerpo se tensa esperando a recibir placer  y desacelero mis acometidas, la veo quejarse hasta que le suelto una nalgada y la penetro nuevamente, le frotó el c*ñ* con una mano mientras la otra se sigue aventurando en su pequeño agujero fruncido, cuando logró pasar su primer anillo de músculos apretado hasta el primer nudillo ella pierde todo y se corre con un grito alargado y placentero.

—Ahora me toca a mí —declaré, la cambié de nuevo de posición poniéndola de pie esta vez.

Es mi turno.

La pegué a la ventana que da al exterior y las calles de Londres estaban atestada de gente este viaje de negocios estaba siendo fructífero, cualquiera que volteara a ver hacia arriba la vería desnuda y recibiendo el placer que yo le daba, el verse exhibida hizo que su vagina sensible se apretara alrededor de mi verga nuevamente. 

—Te gusta que vean cómo te taladro el coñito moreno —espeté mientras mis caderas arremetían contra su culo. 

Ella no respondió, pero su vulva volvió a ondularse alrededor de mi pene dándome una respuesta que me hizo gemir. Enganché su pierna derecha a mi antebrazo y la pegué más al vidrio, su capullo expuesto, así como todo su cuerpo recibió el frío cristal de la ventana y ella gimió y jadeo fuerte. Embestí en su interior una y otra vez soportando la mayor parte de su peso. 

—Frota ese bonito e hinchado botón —sus manos sostenían su equilibro del cristal, pero enseguida coló una mano entre su cuerpo en este y comenzó hacer círculos.