
La novia del presidente
- Genre: Romance
- Author: Alejandro CD
- Chapters: 20
- Status: Ongoing
- Age Rating: 12+
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- ⭐ 7.5
- 💬 4
Annotation
—Hola Miriam soy Esteban, ¿Me recuerdas? Soy el chico que vivió enamorado de ti en la prepa. Te hice caso, me superé y hoy soy el presidente de este país... Quiero pedirte que estés conmigo, si, puedes ser la primera dama. Descubre el misterio del por qué Esteban tuvo que regresar a su antiguo amor para conquistarla. Una historia de acción, misterio, romance y mucho entretenimiento ambientada en una sociedad actual con múltiples cambios que te sorprenderán. Un guapo presidente se ve sometido ante los encantos de quien siempre fue su máximo amor. En la actualidad, ella tendrá que resistirse a sus encantos si desea sobrevivir.
Chapter 1
Era una limusina bastante grande y con mucho espacio por dentro. Los lujos que en ella estaban solo los había visto en las películas.
Los asientos eran tan suaves que podría haberme quedado dormida si no fuera porque me habían secuestrado en ella.
Unos tipos con traje y lentes obscuros se acercaron a mí diciendo que el presidente me estaba esperando en su casa. ¿En verdad pensaron que yo iba a creer eso? Por supuesto que no, así que traté de ignorarlos e irme de ahí pero fueron tan persistentes que insistieron en llevarme con ellos.
Me cerraron el paso justo en aquel parque que para mí desgracia no estaba tan transitado. Solo un par de niños pudieron ver el evento pero poco pudieron hacer. Esos hombres trajeados se tomaron muy en serio su papel y me subieron tan rápido que no pude reaccionar.
—No queremos que se sienta cautiva.—Dijeron al ver mi cara de desesperación.—Pero tenemos órdenes de llevarla y si se rehúsa tendrá que ser por la fuerza.
Poco pude hacer ante aquello, tuve que colaborar y disfrutar de la vista del interior de aquel auto mientras me llevaban de paseo.
Llevaba más de diez minutos en ese trayecto, con cada uno que pasaba me relajaba más pero también me llenaba de dudas.
Ciertamente el auto podría pertenecer a un presidente, los lujos que tenía bien lo valían.
Tenía los asientos de color café claro con lo respaldos dorados, el piso brillaba por lo pulidos que estaban. A la mitad había una mesa con cristalería arriba de ella. Copas igual de brillantes junto a botellas con líquidos de varios colores, debían ser whisky, martini o coñac. Las luces en el interior te hacían pensar que estabas en el interior de un antro. Eran fosforescentes y estaban encendidas para decorar más que para iluminar.
En cuanto a mis acompañantes, eran tres y estaban dos en frente de mi y uno más a mi costado. Seguramente para que yo no hiciera algo estúpido en su contra.
¿Por qué no grabé el evento? Porque desde que subí, esos tipos me quitaron el celular así como cualquier cosa con la que pudiera hacer contacto con el mundo exterior.
La velocidad a la que viajabamos era muy lenta, había mucho tráfico como ya era costumbre en la ciudad a esa hora. Podía ver en sus rostros la desesperación por cumplir su misión lo antes posible y que el resto de coches se los impedía. Se estaban tomando muchas molestias.
No puedo decir que usaron mucha violencia en mi contra. Soy una mujer delgada de 1.65 metros, muy delicada y sin conocimiento en la defensa personal. Así que asegurarme como su prisionera fuí demasiado sencilla. Traté de utilizar lo único que podía en ese momento, mi boca. Con esta, intenté morder pero también gritar y así pedir ayuda pero no me permitieron nada de eso. Uno de ellos me puso su gruesa mano sobre mi boca y al agarrarme tan fuerte del cuello, no me dejaron ganas de hacerlo.
Ahí solo me subieron y me pidieron colaborar. Como si fuera tan fácil dejar de hacer mis múltiples tareas por una aventura con esos sujetos y su extraña y misteriosa forma de hacer las cosas. Su intento de intimidar y hacerme pensar que en verdad trabajaban para el presidente estaba funcionando.
—¿A dónde me llevan?, ¿por qué me traen aquí?—Pregunté tranquilamente rompiendo el silencio que se apoderó del lugar.—¿Qué es todo esto?
—Ya se lo dijimos.—Respondió uno de los que estaba enfrente de mí, un hombre calvo, muy robusto, cuyos ojos y parte de su rostro estaban ocultos por unos lentes oscuros y grandes.—Somos de la guardia presidencial. El señor nos envió por usted y ahora mismo nos dirigimos a su casa.
—¿Nos dirigimos a los pinos?—Pregunté aún incrédula.
—No señorita.—Me respondió mientras reía junto a su compañero.—Esa es la casa del presidente a nivel social, pero él tiene la propia, una de la que muy pocos saben.
—¿Y por qué lo sé yo ahora?—Estaba muy desconcertada en la forma tan simple con la que me contaban todo eso.—Se supone que es algo ultra secreto ¿No?
—Asi es, pero el señor presidente nos dijo que usted era de confianza.—Me respondió el otro que estaba enfrente, justo al lado del hombre calvo. Este sí tenía bastante cabello y estaba peinado hacia atrás.—Dijo que usted no le recordaba pero en cuanto lo vea sabra de qué se trata.
—Estás diciendo que estoy aquí porque el presidente me conoce y pidió enviar por mi.—Ahora comencé a reír yo también.—Ahora entiendo, caí en la broma. ¿Dónde está la cámara?
Los hombres se miraron y continuaron riendo, al parecer les hizo mucha gracia mi comentario. Eso me estaba convenciendo de que efectivamente nos dirigíamos a la casa del presidente. ¿Con qué propósito? Me pregunté muchas veces en mi mente y en ninguna pude responder algo razonable. Soy una chica normal que ni siquiera está involucrada en la política, ¿Qué podría ofrecer yo presidente?
Un error... pensé brevemente y esa palabra encajaba perfectamente con lo que pasaba. Seguramente me parezco a la mujer que buscaban o simplemente se habían equivocado así que se los hice saber.
—Ustedes llevan a la mujer incorrecta.—Traté de ser lo más dulce posible con mi tono de voz.—Estoy segura que no soy la persona que buscan.
—Eres Miriam Lírica Zamora ¿no?—Me dijo el hombre calvo al instante.
—Si, ese es mi nombre.—Constesté con ganas de seguir peleando por la equivocacion.
—Vives en la calle Zapata #15, edificio rojo ¿no?
—Asi es pero...
—Estudiaste la prepa y la universidad en un colegio de paga ubicado en el centro de la ciudad, muy cerca del trabajo de tu padre.—Hablaba tan rápido y seguro que poco podía debatirle.—Terminaste y ahora ejerces como publicitaria ¿no?
—Si, esa es mi vida...
—Entonces tranquila. Si eres la mujer que buscamos.
No sabía si sus palabras debían tranquilizarme o alterarme más de lo que estaba.
—¿Por qué me traen aquí?—Continúe con las preguntas.—¿Qué hice?
Pero ninguna de mis cuestiones fue respondida. Ellos solo se miraron, se burlaron y se hicieron señas, no me dijeron nada más.
El tercer hombre, el que estaba a mi lado. Era mucho más serio. No había dicho ni una sola palabra ni había mostrado expresión alguna. Claro aunque esto último no era fácil de ver gracias a sus lentes obscuros.
Conforme pasaron los minutos me fuí soltando un poco más e hice lo único que podía; analizar todo de manera visual.
Los hombres de la guardia eran muy interesantes, guapos, varoniles, misteriosos y muy musculosos. Al inicio no me había fijado en esos aspectos pero al no tener nada más que hacer lo noté.
La idea de una broma de televisión o programa de internet, ya se había descartado por completo. Había comenzado a creer que me dirigía con quien dijeron y a donde decían. ¿Yo con el presidente? Era una locura pero por algo estaba sucediendo así que hice mil suposiciones. Ninguna de todas las que hice fue la que esperaba.
Después de unos 20 minutos más, por fin llegamos a lo que parecía una zona residencial. No pude ver el rumbo pues los vidrios de la limusina no me lo permitieron. Al llegar, bajaron un vidrio para comunicarse con el guardia de la entrada, fue ahí que pude darme cuenta de lo que se trataba.
El guardia les dejó pasar de inmediato, abrió unas puertas de color negro muy elevadas. Estas daban el acceso a un jardín enorme, y cuando digo enorme lo digo en serio. Metros y metros de área verde, fuentes y un camino hacia una enorme casa que estaba justo en el centro. Caminar hacia la entrada debía ser muy cansado así que agradecí el uso del automóvil para llegar hasta ahí.
Cuando llegamos, se estacionaron en un área donde había otra limusina igual a la que iba yo. Después de detenerse no bajaron de inmediato, esperaron una señal que les dieron por radio y que un par de sus compañeros llegarán ahí.
Me sentí nerviosa nuevamente, se apoderó de mí una presión en el pecho, de esas que ocurren cuando tendrás un examen o presentación muy importante.
Los guardias de afuera abrieron la puerta y de inmediato descendimos.
—Pasen, él los está esperando.—Dijeron con voz sería y un poco apurados.
—Entendido.
Fueron todas las palabras que dijeron antes de entrar.
Quería mirar a detalle lo que ahí había pero no me fue posible. Los rayos del sol eran muy intensos y la velocidad con la que me jalaron para entrar fue mucha. Solo pude ver una hermosa fachada de color blanco con algunos estatuas de este mismo color.
Al cruzar las puertas me crucé con un enorme pasillo con un piso muy brillante. Caminamos por este algunos metros hasta llegar a una sala de espera. Aquí lo más llamativo eran los muebles que había los cuales se dividían en unos sillones muy grandes y cómodos de color miel, una mesa de centro elaborada con materiales finos. Había una chimenea encendida que ayudaba con su calor, aunque también la calefacción la complementaba. Sin duda estar en medio de tantos árboles generaba ese frío.
En el otro lado había un sistema de música muy grande, era como un sonido de fiestas para llamar la atención de cientos de personas.
La decoración tampoco estaba mal, no sé mucho de arte pero los cuadros que estaban colgados se veían muy costosos y originales. También había un par de cabezas de leones adornando la parte alta de aquella pared. Estas no eran reales aunque no dejaban de ser de materiales caros.
Estaba muy feliz deleitándome con todo lo que veía, tanto que me perdí un momento en la realidad que estaba viviendo.
Para esto, varios de los guardias ya estaban en la habitación, se pusieron en fila sobre unas escaleras que no había visto hasta ese momento. Las escaleras conectaban con una habitación de la que iba bajando un hombre que pude reconocer de algunas pancartas publicitarias. Conforme bajaba no hubo duda, efectivamente se trataba del presidente.
Debo decir que me pareció muy atractivo en persona. Sus atractivos eran muy diferentes a los de los guardias. Su rostro era fino, su cuerpo delgado, mientras que su estilo y personalidad le hacían brillar bastante. Llevaba puesta una camisa gris oscura, perfectamente planchada y acorde para su cuerpo, como si la hubieran hecho exclusiva para él.
Su pantalón era entre formal y casual, era de color negro y de igual manera le quedaba perfecto. Su calzado eran unos zapatos que se veían muy cómodos.
Todo eso lo pude observar mientras lo veía bajar dirigiéndose a mí.
Al llegar abajo los guardias le saludaron de inmediato a un mismo ritmo diciendo. "¡Buen día señor presidente!" Bajaron la cabeza después de dicho saludo y se alinearon muy firmes, como si de un cuento se tratara.
El presidente no dijo nada, solo asintió con la cabeza y continuó caminando. Su mirada no la despegaba de mí.
Al llegar a un metro de distancia se detuvo y con una sonrisa me saludó.
—Hola Miriam espero te encuentres bien.—Su tono de voz era muy amable, casi podría asegurar que era una noble persona gracias a eso.—Perdón por traerte así pero no había otra forma. Como comprenderás, buscarte en público no es una opción.
Me quedé callada, el hombre en verdad actuaba como si me conociera y eso me desconcertó. Traté de mirarlo a detalle mientras el hacía lo mismo. Algunos de sus rasgos y facciones se me hacían conocidas pero pensé que era porque lo había visto en televisión, pero algo me indicaba que lo conocía de antes.
—¿No me reconoces?—Me preguntó con una gran sonrisa, una que era hermosa y me cautivó en ese momento.—¿Quieres que te de pistas?
—Si le fuera posible, por favor.—Solo de recordar mi tono nervioso con el que respondí, me vuelvo a sonrojar.
—Por favor no me hables de usted. Puedes tutearme.—Comenzó a reír muy tranquilamente.—Somos viejos conocidos de confianza.
Con esas palabras traté de enfocarme más en su rostro y menos en lo que representaba. Así podría saber de una vez por todas de quién se trataba.
Fijandome a detalle no hubo duda, se parecía a Esteban, un chico que conocí en la prepa. Y debo decir que nuestra historia no fue muy grata, al menos para él pues lo rechacé constantemente mientras que yo solo huía de su acoso.
Al unirlo con el popular nombre del presidente, no había duda… era él.
¿Cómo pude ser tan tonta como para no darme cuenta desde su campaña electoral que él era aquel Estaban que conocí en la prepa? Esa y otras preguntas mordieron mi mente. Había sido tan insignificante que no pude reconocerlo ni en los muchos carteles que ví por todos lados.
Había que reconocer que cambió bastante así que no toda la culpa era mía. Se veía más delgado, más seguro de sí mismo. Incluso su típico peinado lo cambió por uno más modernos. Ser una figura pública le benefició bastante.
—¿Eres el Esteban que iba conmigo en la prepa?—Tuve que preguntar para darle a entender que ya sabía su identidad.
—Eso sonó muy básico pero te lo daré por bueno.—Me respondió entre risas.—Si, soy ese Esteban con el que sostuviste un amorío.
La palabra amorío me sonó muy intensa y exagerada. Realmente él deseaba ser mi novio pero nunca lo fuimos, de hecho ni siquiera le di alas. Pero entiendo que no quería decir eso enfrente de todos sus guardias así que dada la situación no me iba a molestar en corregir el término.
—¡Que gusto me da verte nuevamente!—Le dije ya muy relajada, su presencia y el saber por fin quien era, me tranquilizó.—Te ves muy bien.
—Muchas gracias, tú igual estás guapísima como siempre.
Sus halagos me hicieron pensar en la posibilidad de que él siguiera encaprichado conmigo lo cual ahora dada su posición, no me desagradaba.
—Pero por favor vamos a sentarnos, siéntete cómoda.—Continúo con la conversación señalando el lugar a donde deberíamos dirigirnos. —Me da mucho gusto verte en verdad.
Pude probar esos asientos tan cómodos a los que solo unos cuantos privilegiados son acreedores. Desde que los ví me enamoré de ellos, su textura, elegancia, color, todo lo que se puede esperar del buen gusto de alguien. Esos asientos estaban a mi alcance y no dudé en sentarme en ellos. Fue un placer muy grato con el que me olvidé del mundo y solo me relajé.
Esteban, o el señor presidente como le dicen muchos, se dió cuenta de esto y se acercó para aumentar mi comodidad.
—Si bajas esta palanca de aquí, el asiento se ajustará a tus necesidades.—Movió la palanca y efectivamente el sillón se amoldó a mi cuerpo, tanto el respaldo como el asiento. —Si presionas este botón, la calefacción se activará, y este otro es para darte un buen masaje.
El placer que sentí con aquello fue tanto que casi me vence la idea de quedarme dormida. No lo hice pues mi moral valía mucho más que eso y no era la correcto. Pero estoy segura que en otras circunstancias lo habría hecho.
—Me da gusto que te relajes. En especial después del susto que seguramente estos buenos hombres te dieron.—Él también se sentó, justo en el sillón de al lado.—Te pido nuevamente una disculpa por ello.
—No pasa nada. Fue muy misterioso todo pero ya estoy bien.—Le dije intentando mostrarme calmada.—Solo tengo una pregunta, ¿Por qué me trajiste hasta aquí?
—Porque deseaba verte claro está.—Dijo muy seguro de si mismo y casi al instante que pregunté.—No he dejado de pensar en ti no un solo instante.
En ese momento me quedé muda. No sabía si creerle o no. Pasaron varios años y él ¿Seguía pensando en mí?
No es que sea algo imposible, hay amores de la infancia o juventud que uno nunca olvida pero ¿era nuestro caso?
—Recuerdo cuando te conocí y el cómo me flechaste. —Continúo hablando conmigo.—Es una sensación que jamás olvidaré. Desde entonces me la pasé luchando en esta vida por mi sueño para por fin encontrarte y poder pedirte que seas mi novia.
—¿Tu novia?, ¿estás hablando enserio?—Me dejó desconcertada.
—Claro que sí pero obviamente no quiero saltarme el proceso natural.—Movió sus manos para apoyarse en las frases verbales.—Me gustaría invitarte a salir y todo eso. Debes de saber que como presidente debo mantener un status y la vida privada más que cualquier persona… pero todo es posible.
Él hablaba como si yo ya hubiera aceptado. Lo estaba pensando y claro que iba a aceptar pero al menos debía escucharme primero y no hacer planes.
Tras esa pregunta vinieron muchos recuerdos de los que hablamos. Había dos versiones en todos ellos. Él lo recordaba con mucha pasión y a gran detalle. Mientras que para mí solo fue molesto y sin mucha importancia. Obviamente nos quedamos con su versión, una en la que ambos aportamos cosas y opiniones. No me pareció mal el tipo de conversación que teníamos. Él era mucho más fluido que como lo recordaba e incluso más carismático y así se lo hice saber.
Supo que yo tenía razón, dijo que la política le ayudó a quitarse la pena y a soltarse para hablar en público. De esta forma ganó más seguridad.
Nuestro momento estaba pasando muy ameno. Me ofrecieron comida y bebida pero yo sólo acepté café y pan. No me quise ver muy desesperada por probar todo aquello que veía y se me antojaba.
—Señor, siento molestarlo.—Interrumpió uno de sus guardias después de acercarse lentamente.—Recuerde que tiene una reunión en 40 minutos, debemos irnos los antes posible.
—Entiendo R1, no haremos esperar a nuestros amigos.—Contestó muy amable.—Querida Miriam gracias por este reencuentro tan agradable aunque hasta cierto punto forzado.—Tomó mi mano mientras sonreía.—En verdad te quiero ver de nuevo pero esta ves quiero que sea por tu voluntad. Si me aceptas una invitación a cenar para mañana con gusto te esperaré. Mis agentes te darán una tarjeta y se comunicarán contigo para indicar donde te verán.
Me besó la mano y le pidió a uno de sus hombres se encargara de mi regreso.
Me quedé helada con lo que acababa.
Chapter 2
¡Qué día! ¿Qué posibilidad hay de que un ex admirador tuyo se convierta en el presidente de tu país? Además no sé si es la ropa o el puesto pero se veía tan atractivo. Es como vivir un sueño de niña.
Después que se fue tan a prisa acompañado de la mayoría de los hombres que ahí estaban, el hombre calvo y el hombre serio me dieron la mano y me acompañaron afuera de la gran casa ubicada en medio de la nada. Me costaba trabajo creer que un lugar así estuviera en la ciudad.
Al salir me dí cuenta que la otra limusina ya no estaba, el presidente era trasladado en ella. Así es, por más que trataba en automático le decía "el presidente" y no Esteban como se podría esperar. Eso me dió a entender que si había quedado apantallada por lo que él había logrado ser.
Ni siquiera iba tan arreglada como para impresionar. Había elegido ropa tan casual y un peinado nada grato para lo que me ocurrió ese día. ¡Que vergüenza que él y toda la guardia presidencial me vieran así!