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Maglord el señor de los mares.

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Annotation

Maglord, es una cautivadora novela ambientada en el siglo XVIII, que surge en un mundo de aventuras, traición, misterio, acción y romance. La historia nos relata la vida de Landor Lidervans, un joven noble que por circunstancias del destino es atrapado por las garras de la traición, todo se debe a un místico y legendario objeto que la familia Lidervans ha custodiado por generaciones.

Chapter 1

Estando parado frente a la puerta, la tocó tres veces y se quedó esperando a que alguien en el interior respondiera, como es habitual. No escuchó a nadie, así que decidió tocar de nuevo, esta vez cuatro veces y con más fuerza. No pasó mucho tiempo antes de que se escucharan unos pasos y la puerta se abriera, revelando la figura de un rostro que aparentaba estar mayor. 

―¡Vaya! ¡Así que eres tú Afeth! ― exclamó el dueño de la morada con una mezcla de sorpresa y asombro en su voz, mientras estrechaba efusivamente la mano del visitante.

Abrió aún más la puerta para dar paso al viajero, quien se adentró en el interior acogedor. El cálido resplandor de la chimenea llenaba la estancia, creando una atmósfera favorable y reconfortante. El aroma dulce de las velas perfumadas flotaba en el aire, envolviendo el ambiente con su delicada fragancia. El cielo seguía gris y la lluvia caía suavemente, pintando el paisaje con sus gotas transparentes. El sonido rítmico de las gotas golpeando el tejado añadía una serenidad única al lugar. El dueño de la morada invitó al visitante a tomar asiento en un sofá cómodo junto a la ventana, desde donde se podía contemplar la hermosa llanura que se extendía más allá. Las flores resplandecían con colores vivos y exquisitos, bailando con gracia bajo la lluvia.

Una taza humeante de té fue servida, emitiendo un aroma reconfortante que llenó el espacio. El sonido de las cucharas removiendo el té en las tazas llenaba la habitación de notas suaves y tranquilas. Entre risas y conversaciones animadas, el tiempo pareció detenerse en aquel refugio lleno de calidez y hospitalidad. El anfitrión compartió historias fascinantes y anécdotas de cuando eran niños, mientras el visitante se sumergía en la magia del momento, sintiéndose completamente bienvenido y en paz. 

Durante la conversación sobre la infancia, Afeth con sus ojos oscuros llenos de observación, no pudo evitar notar el cambio en su anfitrión desde la última vez que se habían visto. La calvicie se había hecho más evidente, dejando solo un matojo de cabello grisáceo alrededor de su cabeza. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue la abundante barba salpicada de hebras blancas y unos largos bigotes puntiagudos, que parecían haber ganado un tono gris carmesí con el paso del tiempo. Cada hilo de cabello contaba su propia historia, cada cana un recuerdo, y juntas formaban un mapa de los años vividos, una narración silenciosa de la vida del anfitrión.

―Ha pasado mucho desde la última vez que supe de ti, Afeth, ―expresó el anfitrión, volvió a beber un sorbo de líquido. ―Dime, ¿Qué te ha traído al Norte en esta ocasión?

―Ya es momento de que el joven Lidervans sepa sobre el pasado.

―Entiendo ―dijo el dueño de la morada, luego se quedó analizando un instante y expresa ―¿Cuánto tiempo ha transcurrido? ¿Quince años, diecisiete o diecinueve?

―Dieciocho años, para ser más específicos ―indicó Afeth.

Afeth tomó la taza y verificó si su hermano le había agregado leche. Al confirmar que así era, dio un sorbo mientras preguntaba.

―Chars, dime, ¿Está todo en su lugar?

―Sí, todo se encuentra tal como lo dejaste hace años.

―Mi intención es llevar únicamente el diario y el pergamino. El objeto en cuestión permanecerá aquí, donde considero que está más seguro ―dijo Afeth.

―¿Y a qué le temes? Ha pasado mucho tiempo desde entonces. ¿Quién recordará lo que sucedió? Aunque, pensándolo mejor, me beneficia a mí. Así seguirás retribuyéndome por custodiar las valiosas pertenencias de los Lidervans, o, mejor dicho, de ese joven Lidervans.

―Siempre has sido un codicioso.

―¿Y pretendes que arriesgue mi vida solo por amor al arte o los buenos modales? Tú podrás hacerlo por amor al muchacho, pero yo no me vería involucrado en esto a menos que me paguen una buena suma ―expresó Chars moviendo la cabeza―. Tú sabes cómo soy.

Los ojos castaños claros de Chars se posaron en el rostro con forma de corazón de su hermano observando con atención con atención. La leve fruncida de ceño y el apretón de labios eran gestos que conocía demasiado bien en Afeth desde que ambos eran adolescentes. Sabía que estos signos indicaban que su hermano no estaba de acuerdo con esa manera de ser, especialmente cuando sus pensamientos giraban en torno a imponer sus propios intereses egoístas por encima de todo.

―Por supuesto que no he olvidado quién eres ―expresó Afeth con cierta hostilidad, mostrando su desacuerdo con la peculiar personalidad de su hermano. Dio otro trago a su bebida. ―Es posible que tengas razón y nadie más recuerde aquel incidente. Sin embargo, aquellos que provocaron la tragedia nunca olvidan, al igual que aquellos que resultamos afectados. Por lo tanto, no tengo intención de mover el objeto en este momento.

―A veces me pregunto quién es más peligroso, si el objeto o aquellos que lo buscan ―intuyó Chars en un tono misterioso.

Afeth con una leve sombra de duda sobre la lealtad de su hermano, sospechando que Chars no había acatado su advertencia y comenzó a indagar ―¿Por qué lo insinúas? ¿Acaso has sido capaz de...?

―¡No, claro que no!―intervino de inmediato Chars―. Soy de aquellos que no hacen favores si no hay algo a cambio. Lo sé, eso es algo muy despreciable para ti, pero cuando doy mi palabra en un trato, jamás me verás violando lo acordado. Tú me conoces, ¿por qué me haces esa pregunta?

―Bien, es que te mostraste misterioso al hablar y, sobre todo, al emplear ese tono de voz. Llegué a pensar que habías llevado a cabo algo indebido.

―No, no creas que, porque cobre por favores, también sería desleal. No soy tan estúpido como para arriesgarme a abrir ese cofre.

Chars dio un sorbo a su bebida y prosiguió:

―Lo digo por lo que me advertiste acerca del objeto y sus consecuencias, que creo que finalmente llevan a la destrucción. Es como hacer un pacto con lo oscuro, con lo maligno. Solo tiene cierto plazo, y mientras disfrutas de sus beneficios, vivirás bajo una tensión constante, sabiendo que llegará tu momento. No puede salir nada bueno de ese objeto. Incluso tú has sido arrastrado por culpa de eso, aunque no directamente como los Lidervans. En el pasado, te escondiste de esos delincuentes y gracias a Dios, no te ocurrió algo peor. Supongo que si esos tipos, capaces de cualquier cosa, te hubieran encontrado en ese momento, te habrían torturado. No quiero ni imaginar qué le habrían hecho al chico también.

―Bueno, sí, esa maldición no fue algo que Ethan Lidervans haya querido. Fue una casualidad, eso es todo.

―¿Y por qué no lees ese diario? Así sabremos qué le pasó, la verdad que ha estado guardada dentro de ese cofre durante años ―dijo con interés.

―Sabes cuál es mi opinión al respecto.

―Vaya, tan leal como siempre, Afeth. Somos afortunados de tenerte. ―Bebió un sorbo y con una expresión serena en su rostro siguió Chars hablando: ―Ese joven no tiene ni idea de que existe una herencia para él, que, en mi opinión, no es más que una maldición.

―Si pensara como tú, y decidiera leerlo, tendría que romper el sello. Eso sería más que indecente, iría en contra de mis principios. Me sentiría como un cualquiera, no solo decepcionaría al joven Landor, sino también a mí mismo. Por suerte, mis decisiones son inamovibles ―indicó Afeth.

―Sabía que no lograría convencerte. Ni siquiera sé por qué lo mencioné. ―Chars bufó y movió la cabeza en señal de negación. ―Estoy cansado de especular sobre esto. Mi mente está divagando entre tonterías misteriosas.

―Todo a su debido tiempo, Chars, todo a su debido tiempo.

En unas cuantas ocasiones, Chars tuvo la curiosidad de saber qué misterio ocultaba eso que estaba guardado por tanto tiempo. Claramente sabía que había un diario, un pergamino y un objeto similar a un diamante, pero su mayor preocupación radicaba en el supuesto contenido escrito de las páginas del diario y del pergamino, así como en observar la piedra a la que Afeth llamaba, el objeto. Una vez, cuando fue al lugar donde se resguardaba la caja, sintió un impulso repentino por abrirla, pero al mismo tiempo se cohibió, dado que una vocecita en su cabeza le recordó las advertencias de su hermano. En el momento en que él abriera el cofre, Afeth cortaría la relación familiar y los tratos financieros. Según las palabras de Afeth, Chars ha tenido ventas de sus productos en varios puntos de la ciudad gracias a la intervención del apellido Lidervans. Además, Chars sabía que no podría tener mayores ventas sin ser representado por alguien importante con un apellido renombrado. Por si fuera poco, Afeth es quien intervino también para que el muchacho al que Chars conoció como aquel chico de once años, y que ahora es un hombre, lo considerase como socio al por menor. En cierta forma, Chars le debía a Afeth sus activas ventas de productos agrícolas que heredó de su padre.

Otra cosa que también detenía sus intentos por descubrir el misterio del que ocultaba el cofre en su interior, y lo que podría suceder si llegase a poseer el objeto, era esta segunda advertencia de su hermano. Según esta advertencia, algo terrible y sobrenatural pasaría. Chars se tomó este aviso muy en serio, basándose en los sucesos pasados y en la historia sobrenatural que Afeth le reveló. Aunque a veces dudaba cuidadosamente de lo sobrenatural y consideraba que Afeth exageraba un poco, no se atrevía a ignorar lo dicho por su hermano por completo. Al final, la desconfianza siempre vencía a la curiosidad, y él prefería mantenerse distanciado de lo desconocido.

En sus últimos intentos por ir a ver lo que había en el cofre, también reflexionó, o más bien percibió, que cada vez que se acercaba al cajón, era atraído inconscientemente por lo que había en su interior, como moscas a un cadáver o abejas a frutas dulces. Esto le llevó a comprender que lo que había escuchado no era solo superficial, sino que el objeto poseía una cierta cualidad magnética que, en algún momento, podría dominar la mente del hombre. Aunque quisiera abrir la caja discretamente, no podría hacerlo debido a que no tenía la llave. Por otro lado, el cerrojo era más grande de lo común y le costaría romperlo. Además, si lo hiciera, quedaría evidencia de su falta de lealtad hacia su palabra. Y, por supuesto, también le importaba la relación familiar, independientemente de su interés por la ayuda de Afeth. Por esta razón, se mentalizó durante muchos años en no romper su promesa y así no afectar la imagen de su hermano cuando llegara el momento de entregar aquellos misteriosos documentos y el objeto.

―Cuando entregue el diario al joven Lidervans, de seguro lo leerá en mi presencia, te prometo que cuando haya pasado eso, vendré a contarte ―añadió Afeth.

Chapter 2

Es un soleado once de agosto en la vibrante ciudad de Bhitryk, un día lleno de bullicio y alegría. A medida que la mañana cumple con su rutina, la tarde se abre paso, trayendo consigo un acto maravilloso: la llegada de las aves migratorias, que, con sus melodiosos cantos, se desplazan en vuelos sobre las doradas praderas, buscando el trigo para deleitarse con su festín natural. Desde arriba, en la habitación de su hogar, con el aire cálido y palpable, el joven Landor Lidervans observaba atentamente las estrechas calles empedradas, el mar de techos intrincadamente diseñados elevándose como picos en el horizonte, teñidos de un rojo ladrillo claro que contrasta con las sombrías paredes de piedra negra y gris, que guardan los secretos de épocas pasadas. Mansiones de cumbres puntiagudas se alzan imponentes, sus fachadas adornadas con detalles que danzan entre lo sublime y lo misterioso, donde las farolas de hierro forjado arrojan destellos tenues sobre los adoquines, revelando la esencia

Heroes

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